Presentado al mundo el pasado martes en una comparecencia pública junto al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, el plan del presidente estadounidense Donald Trump de convertir Gaza en una suerte de Atlantic City del Mediterráneo oriental o, en sus propias palabras, en “la Riviera de Oriente Próximo” ha logrado un raro consenso: el de la repulsa generalizada de la comunidad internacional, de Europa a Rusia pasando por China y, como era esperable, del mundo árabe en su conjunto.
Desde luego, no ha podido definir mejor el primer ministro Netanyahu la particular visión de las cosas del presidente estadounidense al elogiar “su deseo de pensar de manera innovadora”. Hasta ahora la idea de vaciar la Franja de gazatíes -la población del territorio sigue siendo de 2,2 millones de personas- solo había sido defendida en serio por el sector más ultra del gabinete israelí. Porque cierto es que en una entrevista en la Universidad de Harvard hace menos de un año, Jared Kushner, yerno del presidente, destacó el elevado “potencial” inmobiliario del frontal marítimo de la Franja y sugirió la salida de civiles a fin de “limpiarlo”. Una semana después de la toma de posesión, Trump avanzó la idea de la “limpieza” del territorio, pero apenas siete días después, tras más de 47.000 muertos en Gaza y en medio de una auténtica catástrofe humanitaria prolongada durante casi 16 meses, Trump ha hecho suya la propuesta.
Trump toma el control de Gaza
Ahora Trump va mucho más allá: la idea expresada por el presidente estadounidense esta semana es que sea su Administración la que se haga con el control del territorio -por lo tanto no haría ya falta un acuerdo político que implicara a Israel, la Autoridad Palestina o a cualquier otro país árabe- y, tras reubicar a un par de millones de palestinos en distintos países –Egipto y Jordania se llevarían el grueso de población-, limpiar la auténtica escombrera en que se ha convertido la Franja y reconstruir la infraestructura gracias a inversión estadounidense. A partir de ahí el carisma del presidente haría el resto para atraer turistas de la región y el mundo entero a la nueva Atlantic City -sin o con casinos- del Mediterráneo oriental.
El objetivo final de semejante catarsis, según el empresario Trump, sería crear puestos de trabajo y oportunidades de negocio de las que deberían beneficiarse los gazatíes que quisieran o pudieran regresar. Horas después de desvelar su plan junto a Netanyahu, miembros del equipo del nuevo presidente aseguraban que en todo caso la “reubicación” de los palestinos sería temporal y no definitiva, y que, por ahora, la Administración Trump no prevé el despliegue de “tropas sobre el terreno”.
El rechazo del mundo árabe
El rechazo del mundo árabe, empezando por los fieles aliados de Estados Unidos en Oriente Medio, ha sido nítido. Egipto y Jordania, que serían los principales receptores de población desde la Franja, han sido rotundo. También lo ha sido el rechazo de Hamás, que ha sobrevivido a los 15 meses de ofensiva de las fuerzas israelíes. Aunque Trump sigue insistiendo en que la normalización entre Riad y Tel Aviv está en camino, las autoridades saudíes insisten en que no habrá oficialización de relaciones con Israel hasta que el Estado palestino no vea la luz. La experiencia demuestra que una vez que abandonaron sus hogares en Gaza, Cisjordania e Israel los palestinos nunca regresaron.
Difícil es saber cómo es la Gaza con la que Trump sueña. Por cercanía, los referentes más cercanos podrían ser las petromonarquías del Golfo -desde Omán a Emiratos pasando por Arabia Saudí, los intereses del clan Trump en la zona son numerosos-, aunque Gaza tiene solo 360 kilómetros cuadrados y ni una gota de petróleo o gas. Hasta el 7 de octubre de 2023, Qatar era el principal apoyo de Hamás en el gobierno de la Franja. Durante los 18 años de dominio férreo de los islamistas palestinos, Israel impidió la entrada de turistas en el territorio.
¿Un farol de Trump?
El tiempo dirá si lo de Trump en Gaza va en serio o si se trata de una nueva hipérbole -como otras muy recientes- marca de la casa con la que el presidente transaccional vuelve a querer marcar territorio antes de comenzar a negociar objetivos realistas. Como parte del catálogo de ocurrencias pasó a la historia el que el presidente estadounidense definió como el Acuerdo del siglo a finales de 2019. El presidente creyó haber encontrado entonces la solución definitiva al problema israelo-palestino.
The Gaza Strip would be turned over to the United States by Israel at the conclusion of fighting. The Palestinians, people like Chuck Schumer, would have already been resettled in far safer and more beautiful communities, with new and modern homes, in the region. They would…
— Donald J. Trump Posts From His Truth Social (@TrumpDailyPosts) February 6, 2025
Un acuerdo aquel que, como el esbozado esta semana, también contemplaba millonarias inversiones para Cisjordania -de hasta 50.000 millones de dólares- a cambio de un Israel con más territorio y en detrimento de un raquítico Estado palestino con Jerusalén Este como capital con límites de cemento. En la misma línea de ocurrencias -o no- han de enmarcarse las mucho más recientes propuestas para comprar Groenlandia, reclamar el canal de Panamá o renombrar el golfo de México.
Como mínimo, Trump ha deslizado ya la posibilidad de la salida voluntaria de población desde Gaza. “Si somos capaces de encontrar el territorio adecuado, o varios trozos de tierra, y construirles en ellos bonitos lugares con mucho dinero en la zona, eso es seguro, creo que eso sería mucho mejor que regresar a Gaza”, resumía a su forma el presidente estadounidense.
Marruecos, Puntlandia y Somalilandia
Este jueves la cadena israelí N12 se hacía eco de una nueva información al respecto del plan Trump: Marruecos, estrecho aliado de Washington, sería –junto a Puntlandia y Somalilandia– uno de los países en los que el presidente estadounidense estaría pensando para la reubicación de población palestina desde Gaza. Por el momento, Rabat guarda silencio. “Todo el mundo adora mi propuesta”, seguía insistiendo el presidente estadounidense este viernes ante la perplejidad general.