La victoria de Ursula von der Leyen, cuya nueva comisión acaba de ser aprobada por el Parlamento Europeo, es agridulce. Con 370 votos a favor, 282 en contra y 36 abstenciones, el respaldo que obtuvo en el hemiciclo, durante la decisión final, marca el apoyo más bajo a una Comisión desde 1993. Por eso, aunque fue suficiente para dar luz verde al nuevo equipo ejecutivo, las tensiones entre los grupos políticos y la falta de consenso reflejan las divisiones internas del bloque y dificultan muchísimo la tarea de la presidenta.
De entrada, el proceso de aprobación estuvo plagado de obstáculos. La elección de los 27 comisarios pretendía equilibrar género, afiliaciones políticas y representación estatal, pero enfrentó resistencias significativas. Dos nominaciones destacaron por la polémica: Raffaele Fitto, de la ultraderechista Hermanos de Italia, y Teresa Ribera, ministra española de Transición Ecológica. La oposición del grupo socialista S&D a Fitto y las críticas del Partido Popular Europeo (PPE) a Ribera por su gestión de inundaciones en Valencia generaron polémicos bloqueos que retrasaron mucho la validación final.
Las negociaciones entre los líderes del PPE, S&D y Renew Europe permitieron un acuerdo que desbloqueó la situación el 20 de noviembre. No obstante, el ambiente de “pactos entre partidos”, como lo describió el exvicepresidente del Parlamento Europeo Jacek Saryusz-Wolski en redes sociales, contribuyó a una sensación de fragilidad en torno a la nueva Comisión.
Los ‘challenges’ de von der Leyen
Entre sus retos más inmediatos, von der Leyen deberá abordar la recuperación económica en un contexto de bajo crecimiento y débil inversión. En su discurso ante el Parlamento, la presidenta señaló que su objetivo prioritario será “revitalizar la competitividad económica de la UE”. Para ello, presentó iniciativas como un “compás de competitividad”, que guiará las estrategias de innovación, descarbonización y diversificación de materias primas. Según RFI, esta medida busca mitigar la brecha con economías como la estadounidense y la china.
La política agrícola también se perfila como un desafío clave. La Comisión intentará cerrar un controvertido acuerdo comercial con el bloque Mercosur en la próxima cumbre de Montevideo. Sin embargo, países como Francia han expresado su rechazo debido al temor de los agricultores a una competencia desleal con productos sudamericanos menos regulados. Von der Leyen ha prometido presentar una “visión para la agricultura y los alimentos” que garantice “sostenibilidad y competitividad”.
Y en el ámbito de la defensa, la Comisión se enfrentará a crecientes presiones para fortalecer las capacidades militares europeas. Con la guerra en Ucrania como telón de fondo, la presidenta estima que serán necesarios 500.000 millones de euros en la próxima década para reforzar la seguridad del bloque. La creación de un comisario de Defensa marca un cambio estratégico hacia una política de defensa más integrada, según AFP.
Luego está la inmigración, de los temas más divisivos en la UE, que también ocupa un lugar destacado en la agenda. A pesar de que las detecciones de cruces irregulares han disminuido un 43% este año, la Comisión se enfrenta a demandas de los Estados miembros para acelerar las devoluciones y explorar nuevas formas de gestionar la migración irregular. Von der Leyen ya ha prometido proponer legislación en sus primeros meses de mandato, que empieza el 1 de diciembre.
En el contexto global
Otro problema es la reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, que plantea inmensos desafíos para las relaciones transatlánticas. La UE teme una menor implicación estadounidense en la seguridad europea y una escalada de tensiones comerciales. Según Simone Tagliapietra, del think tank Bruegel, citada por AFP, este nuevo “shock exógeno” obligará a la UE a reforzar su autonomía estratégica en comercio y defensa.
E internamente, la polarización política complica la implementación de políticas clave, como la transición verde. La presidenta ha encomendado a Teresa Ribera liderar las estrategias de transición ecológica, un área que enfrenta resistencias por parte de sectores industriales y agrícolas. La Comisión buscará equilibrar los objetivos de sostenibilidad con el crecimiento económico. Pero la elección de la Comisión también evidencia un giro político hacia la derecha, con la incorporación de figuras conservadoras y ultraconservadoras en carteras clave. Este cambio provocará un fuerte rechazo a las políticas medioambientales.
A pesar de estos desafíos, von der Leyen destacó en su discurso la importancia de la unidad para afrontar los próximos cinco años. “Nuestra libertad y soberanía dependen más que nunca de nuestra fuerza económica”, afirmó ante el Parlamento. Las divisiones internas y las tensiones externas, sin embargo, pondrán a prueba la capacidad de la Comisión para liderar en un contexto de creciente complejidad.