Entrevista/ Anna Ardin

Anna Ardin, víctima de Julian Assange: “Me quiso embarazar porque cree que tiene genes superiores”

Durante la entrevista con Artículo14, la víctima del fundador de WikiLeaks no le tacha de héroe, tampoco de monstruo, pero sí se siente aliviada desde la reciente exoneración: "Es como si me hubieran liberado a mí también”

Caso Assange
La activista y escritora sueca Anna Ardin Artículo14

Hace un par de horas que Anna Ardin ha llegado a Estocolmo, su hogar, desde Barcelona. Lo ha hecho en tren, junto a sus dos hijos. La ruta les ha llevado por Francia, Bélgica, Países Bajos, Alemania y Dinamarca. Se trata de un viaje poco convencional en los tiempos que corren. No obstante, Ardin es una mujer que se aleja de lo usual.

Durante la conversación, rápidamente se percibe que huye de las etiquetas y prefiere quedarse con los matices. Lo hace incluso con Julian Assange, a quien acusa de haber abusado sexualmente de ella en 2010. No le tilda de héroe, tampoco de monstruo, y se siente aliviada desde la reciente exoneración del fundador de WikiLeaks porque “es como si me hubieran liberado a mí también”.

“Me inseminó sin yo querer”

Ardin es una de las dos mujeres de Suecia que acudieron a la Policía para contar que Assange había roto el preservativo en contra de su voluntad durante una relación íntima. “Me inseminó sin yo querer”, explica a Artículo14. Su testimonio propició el encierro voluntario del periodista australiano en la embajada de Ecuador en Londres (2012-2019) por miedo a ser extraditado a Suecia y posteriormente a Estados Unidos, donde temía ser condenado a muerte. La vida de Ardin nunca fue la misma desde que contó su experiencia a las autoridades.

La activista y escritora sueca tiene un recuerdo agridulce de la ciudad condal y de Cataluña. Cuando salió a la luz lo que presuntamente le hizo Assange y la fama del recién exonerado periodista incrementó, la Policía recomendó a Ardin que, por su seguridad, se instalara temporalmente en otro país. “Fue como una ficción. Me teñí el pelo y me fui a España unas semanas”, confiesa. Allí se sintió bienvenida en un momento muy difícil.

“Fue violento y mi voluntad no le importaba”

Jamás pensó que acoger en su apartamento a una de las personas que más admiraba en el momento le iba a salir tan caro. Primero, por el abuso, que “fue bastante violento y mi voluntad no le importaba”, señala. Segundo, porque reportar su experiencia se acabó volviendo en su contra. “Siempre, en casos de violaciones y de acoso sexual echan la culpa a la mujer. Es una de las razones porque mucha gente abusada no va a la Policía”. Tercero, porque el juicio paralelo contra ella fue intenso y duradero. Ha sido acusada de trabajar para la CIA y de conspirar contra Assange, dos etiquetas que han ido acompañadas de constantes amenazas de muerte y un acoso perpetrado desde varias esferas. La política y la mediática, incluidas.

Australia

El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, saluda a sus seguidores tras llegar al aeropuerto de Camberra

El inicio de su odisea se remonta a 2010, pocas semanas después de que se publicaran los cables de WikiLeaks, documentos que causaron un gran revuelo internacional y que convirtieron a Assange en uno de los mayores enemigos de Estados Unidos. Ardin le invitó a una conferencia en Estocolmo y le ofreció su apartamento ante la negativa del australiano a quedarse en un hotel por seguridad. Una noche tuvieron una relación íntima en la que se sintió “presionada”, “incómoda” y “humillada”. A pesar de ello, no se planteó que aquello fuera un crimen, “pensé que actuó mal y que no tendría relaciones con él nunca más”, sostiene. No pensó en denunciarlo hasta que, días después, recibió la llamada de otra chica.

“Queríamos que se hiciera pruebas de enfermedades sexuales”

“Él todavía estaba en mi casa y no había forma de hacerlo salir. La otra mujer me llamó y me dijo que necesitaba hablar urgentemente con Julian. Escuché en su tono de voz que había pasado algo. Ella no estaba bien”, recuerda. Ardin decidió contarle que el periodista había roto el preservativo aposta durante el acto. Su interlocutora le dijo que le había pasado exactamente lo mismo en dos ocasiones. Ella ya había comenzado a hacerse pruebas en el hospital por abuso sexual.

“Me preguntó si debía ir a la Policía. Y yo, como feminista, dije que sí, obvio, siempre hay que denunciar crímenes de violencia sexual”, agrega Ardin. Se ofreció a ir con ella “por solidaridad” y al contar a las autoridades su versión, “ellos denunciaron a Assange por haber cometido un crimen público”. Incide en que ella nunca lo denunció. “Lo que nosotras queríamos era que se hiciera las pruebas de enfermedades sexuales. Sería otro crimen si él hubiera sabido que tenía una enfermedad y hubiera tratado de transmitirla. Ese fue uno de mis primeros pensamientos, que quería infectarnos”, argumenta.

Estos 14 años han servido para que Ardin se haya dado cuenta de muchas cosas. Una de ellas, la teoría que tiene en la actualidad sobre las intenciones de Assange al romper el preservativo. “Creo que quería embarazarnos porque él piensa que tiene genes superiores. Tiene que haber una explicación y ésa me parece plausible”, afirma. Esta interpretación viene a raíz del libro que publicó Daniel Domscheit-Berg, portavoz de WikiLeaks en aquellos años, titulado, ‘Inside WikiLeaks: My Time with Julian Assange at the World’s Most Dangerous Website’. En él, el autor expresa que llegó a discutir la teoría de la evolución con Assange, y que éste creía que sus genes merecían ser reproducidos. Hubo una cita del libro con la que Ardin se sintió identificada. “Parecía disfrutar con la idea de haber tenido montones y montones de pequeños Julians, uno en cada continente. Si se ocupó de alguno de estos supuestos niños es otra cuestión”, escribió Domscheit-Berg.

“Me echaron del trabajo, perdí mi apartamento y mis amigos”

A Ardin la Policía le garantizó que su reporte no sería público. “Después de unas horas, estaba ya descubierto”. A partir de ahí comenzaron las dificultades, “me echaron del trabajo, perdí mi apartamento, perdí amigos”, pasó alrededor de un año con su vida “congelada” en todos los sentidos, incluso el sentimental. Un chico con el que había quedado en el pasado la llamó para cenar y poco después de pedir la comida, “me dijo que sólo quería verme para decirme que no mencionara su nombre a la Policía ya que era peligroso para su reputación”. Pagó su comida y se marchó. “Yo era como contagiosa de algo innombrable. Era persona non grata y demoró años hasta poder salir de eso”, se lamenta.

Ardin ha publicado recientemente su libro, No héroes, no monsters’ (Ni héroes, ni monstruos), en el que cuenta con pelos y señales el episodio de Assange y cómo se convirtió en una de las figuras más odiadas. También explora los matices que existen a la hora de juzgar a la gente y cómo la sociedad se retrata a sí misma ante abusos sexuales contra las mujeres.

Assange

La activista y escritora sueca Anna Ardin

“Es una herramienta para mantener a las mujeres sumisas. Los crímenes impactan en la víctimas y luego no pueden hablar de ello porque existen tantos perjuicios”, esgrime. También critica las actitudes de algunos defensores de su causa que señalaban a Assange como un monstruo por “haber cometido un crimen brutal” y que había que “echarlo de la sociedad”. Asevera que “es un hombre normal y los hombres, a veces, cruzan fronteras. Yo también lo puedo hacer, o sea, hacer algo que no le gusta a la otra persona porque tengo más poder en la situación”. Para Ardin, ser capaz de ser consciente y entender la propia culpa es un paso fundamental. “Tenía miedo de dejar el manuscrito en la editorial por el rechazo de las feministas al ser demasiado benévola con él”.

“Estaría bien que Assange entendiera por qué le denunciamos”

El movimiento ‘Me Too’ ayudó a Ardin a dejar de estar en tierra de nadie y a que sus matices y esos grises que descansan entre los extremos fueran comprendidos. “Me fue más fácil hablar de muchas cosas gracias al movimiento”. Sirvió, dice, para entender que los abusos contra las mujeres suceden en todos los ámbitos y son muy complejos. Subraya que, casualmente, la abogada de Assange, Jennifer Robinson, quien “en mi caso dijo que no pasó nada”, fue la letrada que defendió la causa de Amber Heard en el juicio que Johnny Depp perdió en Reino Unido tras acusar a ‘The Sun‘ de difamar contra él al llamarle “maltratador de esposas”. “Así que la misma persona puede ser la abogada de Amber Heard y la que me acusa a mí de ser Amber Heard -en la causa de Estados Unidos. donde un jurado popular sí le dio la razón a Depp-. Me parece muy interesante”, agrega.

Durante casi un lustro, Ardin se ha arrepentido de muchas cosas. “No debería haber ido a la Policía. Hubiera tenido una vida mejor, quizás él no hubiera ido a la cárcel, la imagen de Suecia hubiera sido mejor…”. Sin embargo, afirma que escribir el libro le ha ayudado a “entender” que todavía es importante denunciar y que a raíz de su caso, muchas mujeres de su país de atrevieron a dar el paso. Otra cosa es cómo se siente por haber animado a que la otra chica denunciase. “Me arrepiento porque ella también vivió lo que yo viví. Ella no ha escrito ningún libro. A mí me hizo mucho bien”. Ardin iría a la Policía de nuevo, pero antes de convencer a otra persona a hacerlo, “le explicaría que las consecuencias de denunciar a alguien famoso: debes tener apoyo, saber que no va a ser fácil y que la Policía no tiene por qué proteger tu anonimato”. Su relación con la otra chica es buena, aunque no han hablado desde la exoneración de Assange.

Al fundador de WikiLeaks le desea lo mejor en su nueva vida. Cree que es injusto que haya pasado tanto tiempo en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, Londres, (2019-2024) y sólo le gustaría una cosa: “Que realmente trate de entender por qué le denunciamos, porque no lo ha entendido”. Afirma que Assange tenía varias teorías sobre por qué le reportaron ante la Policía, “pero la verdadera razón era que él cometió acoso sexual y que no debe comportarse así”. Insiste en que ni es parte de una conspiración feminista y mucho menos tiene enlaces con el Pentágono e incide en que “la única razón fue por su propio comportamiento, fuera famoso o no. Y eso sería bien que lo entendiera”, sentencia.