"Libertad"

Angela Merkel: 70 años en 700 páginas

De su infancia en la Alemania comunista a sus encuentros con Vladimir Putin o Donald Trump. La primera canciller de Alemania rompe su silencio en unas esperadas memorias que se ponen a la venta este martes

Ángela Merkel. EFE/EPA/FILIP SINGER

Hace casi tres años que Angela Merkel dejó el poder. Durante este tiempo, ha guardado silencio sobre los graves acontecimientos que han sacudido a la comunidad internacional, como la invasión rusa de Ucrania. Merkel ha mantenido una criticada equidistancia con los problemas que se generaban a su alrededor, mientras su legado se veía mancillado por la permisividad con la que trató al perpetrador de la atroz guerra a gran escala en Europa: Vladimir Putin. La ex canciller, que habla ruso, era de las pocas mandatarias que tenía línea directa con él.

Merkel estuvo de 2005 a 2021 al frente de uno de los países más importantes del mundo y por fin rompe su silencio. Este martes publica sus esperadas memorias: “Libertad”. En 700 páginas, la expolítica germana de 70 años hace un repaso de su vida y ascenso a la política. Desde su infancia y estudios en la Alemania comunista hasta las últimas cumbres de la OTAN, el G-7 y el G-20. La ex canciller habría recibido un cuantioso adelanto de 12 millones de euros por parte de la editorial KiWi. Una autobiografía que ha escrito junto a su fiel asesora Beate Baumann.

El libro plantea y responde a la pregunta de qué es para Merkel la libertad, algo que según ella, ha ocupado toda su vida. “La libertad, para mí, es descubrir dónde están mis propios límites y empujarme a mí misma hasta esos límites. Libertad, para mí, es no dejar nunca de aprender, no quedarme nunca quieta, seguir avanzando, incluso después de dejar la política”.

La infancia bajo el comunismo

En plena promoción de su libro, la primera canciller de Alemania ha dado entrevistas y ha anticipado algunas de sus primeras páginas a los principales semanarios germanos como “Der Spiegel” y “Die Zeit“. En ellas, reconoce que sus padres “hicieron todo lo posible por crear espacios seguros para mí y mis hermanos. Siempre les estaré agradecida por ello. Tuve una infancia feliz”. Merkel se crío en el bosque, en la casa Waldhof, en la RDA. Su padre era un pastor protestante, izquierdista. A pesar de las restricciones del momento, “estábamos protegidos por la naturaleza que rodeaba la Waldhof. Podíamos jugar, nadar, hacer senderismo y vivir aventuras en los bosques y prados sin preocuparnos de nada. También me sirvieron de refugio las conversaciones y el estímulo espiritual casi inagotable que pude disfrutar en medio del colegio pastoral con su personal y sus participantes. Vivíamos como en una gran familia”.

“Pero fue mi madre quien me ofreció el refugio decisivo. Estaba a mi lado siempre que la necesitaba. La vida en la RDA era una constante vida al límite. Por muy despreocupado que empezara un día, todo podía cambiar en cuestión de segundos y poner en peligro tu existencia si traspasabas los límites políticos. Entonces el Estado no tenía piedad y golpeaba sin ella. Averiguar exactamente dónde estaban esos límites era el verdadero arte de vivir. Mi carácter algo conciliador y mi enfoque pragmático me ayudaron, pero lo existencial fue que pude ‘acordarlo’ todo en casa y mis padres nos enseñaron con delicadeza a mis hermanos y a mí a tomar decisiones independientes en este mundo. Decisiones que permitían vivir dentro del sistema, pero que no iban más allá del punto en el que ya no podía mirarme en el espejo. Decisiones que impidieron que los niños nos volviéramos amargados y hastiados”.

“Por encima de todo, en contraste con la vida en democracia, el individuo carece de protección legal ejecutable, el Estado actúa arbitrariamente y sus castigos se extienden no sólo a la persona afectada, sino normalmente a toda la familia o grupo. Esa es la esencia de una dictadura. Los espacios seguros que mis padres crearon para mis hermanos y para mí fueron, por tanto, esenciales para la supervivencia”.

Carrera universitaria

Sobre su educación en la asfixiante RDA, Merkel reconoce que “lo que había comenzado en la escuela secundaria con la asignatura de educación cívica continuó en la universidad con seminarios y conferencias sobre marxismo-leninismo, o ‘ML’, como lo llamábamos entonces. Las lecciones de ML trataban de nuevo las tres categorías ya conocidas de la educación cívica: materialismo dialéctico, economía política y -esta era la parte más desagradable de la tríada- comunismo científico. En el barrio de mi residencia vivían estudiantes de ML, de los cuales los más inteligentes estudiaban economía política y los menos talentosos, desde mi perspectiva de física, comunismo científico. Suponíamos que habrían sido admitidos en la universidad incluso con un suspenso en matemáticas, porque aparte de especular sobre cuándo amanecería la era del comunismo, tenían poco que hacer. No entendía cómo podías pasarte toda la carrera haciendo eso. Me parecía absurdo”.

La ex canciller alemana Angela Merkel asiste a un servicio conmemorativo protestante en memoria del fallecido político demócrata cristiano conservador Wolfgang Schaeuble en la Catedral de Berlín, en Berlín, Alemania, el 22 de enero de 2024

Merkel, primera canciller de Alemania

“Me di cuenta de que parecía haber una diferencia entre la teoría y la práctica cuando se trataba de la cuestión de si había llegado el momento de que una mujer llegara a ser canciller federal. En las filas femeninas había dudas al respecto. Gerhard Schröder sólo llevaba siete años como canciller. Todo el mundo intuía que quería seguir siéndolo, era enérgico e ingenioso. Era objeto de un escrutinio crítico. Cualquier hombre que hubiera desafiado al canciller como candidato a canciller habría sentido lo mismo. Pero ser mujer, me di cuenta, no era en absoluto una ventaja. Cuanto más se acercaba el día de las elecciones, más evidente se hacía esto. También había cometido el error de tomarme muy pocas vacaciones para despejarme antes de la fase caliente de la campaña electoral. El final de la historia fue que llegué a confundir bruto y neto en una entrevista”.

La canciller alemana, Angela Merkel (izq.), se encuentra en el escenario junto a las sombras de sus compañeros de gabinete durante un discurso del presidente alemán Koehler en Berlín, Alemania, el martes 22 de noviembre de 2005

El viernes 18 de noviembre se firmó el acuerdo de coalición. “El 21 de noviembre de 2005, lunes, entregué mi cargo como líder del grupo parlamentario. A las 17 horas, visité el grupo parlamentario del SPD para presentarme personalmente ante ellos antes de la elección del canciller federal, prevista para el día siguiente. Sólo los que tenían mayoría para formar gobierno podían trasladarse a la cancillería federal. Ahora iba a ser yo. Tenía 51 años“.

La criticada cumbre de la OTAN

Conocedora de las críticas, Merkel ha hecho hincapié en su libro sobre su negativa a que Ucrania entrase en la Alianza Atlántica. “En Bucarest no se tomó ninguna decisión sobre el ingreso de Ucrania y Georgia en la OTAN. En su lugar, los debates se centraron en si la Alianza pediría a ambos países que elaboraran un Plan de Acción para la Adhesión (MAP) y alcanzar así el estatus MAP, la fase final del proceso de adhesión de un país a la OTAN. Ucrania y Georgia habían solicitado este estatus. Decidirlo en Bucarest no habría anticipado una decisión final de la Alianza sobre el ingreso, pero políticamente habría supuesto un compromiso casi irreversible para la integración de ambos países en la OTAN. Después de 1999 y 2004, una decisión así habría sido el preludio de una tercera gran ampliación de la OTAN”.

“Comprendí el deseo de los países de Europa Central y Oriental de convertirse en miembros de la OTAN lo antes posible, pues querían formar parte de la comunidad occidental tras el final de la guerra fría. No había duda de que Rusia no podía ofrecer a estos países lo que anhelaban: Libertad, autodeterminación, prosperidad“, ha escrito Merkel. Sin embargo, “la OTAN y sus Estados miembros tenían que considerar el impacto potencial de cada ampliación sobre la Alianza, su seguridad, estabilidad y capacidad de funcionamiento. La admisión de un nuevo miembro no sólo debe aportarle más seguridad a él, sino también a la OTAN. Por eso existen criterios para la admisión de un país que tienen en cuenta no sólo sus capacidades militares, sino también la estructura interna del país candidato. Esto también se aplicó a Ucrania y Georgia”.

“La Flota del Mar Negro de la Armada rusa estaba estacionada en la península de Crimea, que forma parte del territorio ucraniano, y el correspondiente tratado entre Ucrania y Rusia estuvo vigente hasta 2017. Ninguno de los candidatos a la adhesión a la OTAN había tenido nunca tales vínculos con estructuras militares rusas. Además, sólo una minoría de la población ucraniana apoyaba entonces la adhesión del país a la OTAN. El país estaba profundamente dividido. En Georgia, había conflictos territoriales sin resolver en las regiones de Osetia del Sur y Abjasia, que, según las normas generales de la OTAN, eran motivo para no cumplir el deseo de adhesión del país. Así pues, la situación de estos dos países difería significativamente de la de los Estados de Europa Central y Oriental que ya se habían adherido a la OTAN”, justifica Merkel en sus memorias.

Con todo, Merkel admite que más tarde, Putin le dijo que ella no será canciller “para siempre. Y entonces se convertirán en miembros de la OTAN. Y quiero evitarlo”.

El perro de Putin

Sobre su relación especial con Putin, tan criticada a posteriori, Merkel rememora alguno de sus momentos juntos, como cuando el presidente ruso la recibió con su perro Koni porque sabía que le daban miedo.

“¿Quería simplemente ver cómo reacciona una persona en apuros? ¿Era una pequeña demostración de poder?” Se pregunta la ex canciller. “Yo solo pensé en no perder la calma, concentrarme en los fotógrafos, pasará. Cuando terminé la reunión, no traté el tema con Putin y me limité, como hago a menudo, a la regla de la aristocracia inglesa: ‘Nunca explicar, nunca quejarse'”, recuerda Merkel sobre la reunión frente al labrador de Putin en Sochi, en 2007.

“Mientras Putin y yo posábamos para los fotógrafos sentados en los sillones antes de la reunión, traté de ignorar al animal, aunque deambulaba a mi alrededor. La expresión de Putin decía claramente (al menos a mí) que encontraba divertida la situación”, reconoce en su libro.

Sentimientos encontrados

“Volé a casa desde Bucarest con sentimientos encontrados. Se había evitado la gran disputa, pero al mismo tiempo había quedado claro que en la OTAN no teníamos una estrategia común para tratar con Rusia. Muchos europeos centrales y orientales tenían pocos incentivos para invertir en las relaciones con Rusia. Parecían desear que el país simplemente desapareciera, que no existiera. Difícilmente podía culparles, ya que habían sufrido durante mucho tiempo bajo el dominio soviético y, a diferencia de nosotros en la RDA después de 1990, no habían tenido la suerte de reunificarse en paz y libertad con una República Federal de Alemania profundamente anclada en la alianza europea y transatlántica.
Pero Rusia, altamente armada con armas nucleares, existía. Era y es geopolíticamente indispensable, aunque sólo sea porque, junto con Estados Unidos, Francia, Reino Unido y China, es uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU con poder de veto”.

“¿Es esta referencia a la importancia mundial de Rusia ya una expresión del «miedo absurdo» a este país del que hablaba Volodimir Zelensky en su mensaje de vídeo a su pueblo del 3 de abril de 2022, tras conocerse la masacre de Bucha? No, sino una expresión de una valoración diferente del efecto disuasorio sobre Rusia que tendría una decisión del MAP tanto para Ucrania y Georgia como para la OTAN en los años previos al ingreso en la OTAN”, se justifica Merkel.

Trump hizo campaña contra ella

En 2016, el magnate republicano Donald Trump ganó las elecciones y el 20 de enero de 2017 se convirtió en presidente de Estados Unidos. “Yo había seguido de cerca la campaña electoral entre Hillary Clinton y él y me habría encantado que hubiera ganado ella. Resultó de otra manera. Donald Trump no solo había dado un tono nacionalista con sus lemas de campaña America First y Make America Great Again, sino que también había criticado repetidamente a Alemania y a mí personalmente durante la campaña electoral. Afirmó que yo había arruinado a Alemania al acoger a tantos refugiados en 2015 y 2016, nos acusó de gastar demasiado poco dinero en defensa y nos acusó de prácticas comerciales desleales por nuestro superávit comercial con Estados Unidos. Durante años, los numerosos coches alemanes que circulaban por las calles de Nueva York habían sido una espina clavada en su costado. En su opinión, el hecho de que los estadounidenses los compraran sólo podía deberse a los precios de dumping y a la supuesta manipulación del tipo de cambio entre el euro y el dólar”.

En repetidas ocasiones, “habló de imponer aranceles a los coches alemanes, para que comprarlos resultara poco atractivo. Me pareció asombroso que un candidato a la presidencia de Estados Unidos se enfrentara a un canciller alemán. Según el lema «Mucho enemigo, mucho honor», podría haberme dado por satisfecha con mi papel”. Sin embargo, la canciller explica en sus memorias que su deber era “hacer todo lo posible por una relación satisfactoria entre nuestros países sin reaccionar a todas las provocaciones. No solo felicité a Donald Trump por su elección el 9 de noviembre de 2016 en una declaración en la cancillería, sino que también hice hincapié en que nuestros dos países estaban unidos por valores comunes como la democracia, la libertad, el respeto de la ley y la dignidad humana, independientemente del origen, el color de la piel, la religión, el sexo, la orientación sexual o las opiniones políticas. «Sobre la base de estos valores», le ofrecí una estrecha cooperación. Cuatro meses después, el 17 de marzo de 2017, le visité en Washington”.

Merkel reconoce que se preparó meticulosamente la visita, “ya que despertaba gran interés en Alemania, y, en cierta medida, también en Estados Unidos. Cuando llegué a la Casa Blanca, Donald Trump me saludó en la puerta con un apretón de manos en presencia de miembros de la prensa. Antes de nuestra reunión a solas en el Despacho Oval, nos presentamos a los medios de comunicación por segunda vez. Cuando los periodistas y fotógrafos le exigieron otro apretón de manos, hizo caso omiso. En lugar de aguantar estoicamente la escena, le susurré que debíamos volver a estrecharnos la mano; él lo había hecho durante diecinueve segundos durante la visita del primer ministro japonés Shinzo Abe, sin que Abe pudiera defenderse. Nada más decirlo, sacudí la cabeza para mis adentros. Cómo pude olvidar que Trump sabía exactamente el efecto que quería conseguir. Por eso no respondió a mi sutil insinuación. Quería crear un tema de conversación con su comportamiento, mientras que yo había fingido estar tratando con un interlocutor de comportamiento normal”.

También recuerda cuando en 2017, Trump le comunicó por teléfono que Estados Unidos se iba a retirar del Acuerdo de París. Un “golpe inesperado” de una Administración que rompió la mejor sintonía que disfrutó la relación de Merkel con el predecesor de Trump, Barack Obama, entre 2008 y 2016.

Prefería a Harris

“En el momento en que escribo estas líneas, el resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2024 sigue abierto”. Y es que Merkel deseaba de todo corazón que Kamala Harris hubiera ganado para que así hubiera una primera presidenta de EE UU.