En medio de una profunda división, Marruecos aguarda la cuenta atrás definitiva antes de conocer la nueva versión del Código de Familia una vez que un comité real formado por representantes públicos, teólogos y juristas hiciera entrega al jefe del Gobierno el pasado 30 de marzo del borrador de la nueva reforma. Es la segunda vez que Mohamed VI, jefe político y religioso de los marroquíes, es el promotor de cambios en el texto de la conocida como Mudawana. En vísperas de cumplirse el 25º aniversario de su entronización y 20 de la primera reforma del Código de Familia, suya es la última palabra. En 2004, entre otros avances, se logró que la mujer pudiera pedir el divorcio y se restringiera -no prohibiera— la poligamia y el matrimonio de niños.
Matrimonio de menores, poligamia y herencia
Los sectores más progresistas y abiertos de la sociedad aguardan cambios profundos en cuestiones como el matrimonio de menores, la poligamia o la herencia. Por el contrario, los conservadores -fundamentalmente el campo islamista— confían en que los cambios no afecten a los fundamentos de la Mudawana y se ajusten al espíritu de la sharía o ley islámica.
En pleno debate social, a finales de marzo pasado un grupo de activistas y periodistas marroquíes, casi todas ellas mujeres y figuras reconocidas en sus campos profesionales -aunque de diferentes ámbitos y generaciones—, recibieron de manera simultánea una serie de amenazas de muerte -algunas de ellas siguen recibiéndolas— desde un perfil falso.
Y es que la supuesta Aicha Lamrani -nombre elegido por el autor de las amenazas— las acusa de ser “enemigas del islam” y defender, entre otras conductas ilícitas según los cánones de la religión islámica, “el sexo fuera del matrimonio”, “el aborto”, “el movimiento LGTBI” o, en fin, “los derechos de las mujeres”. Idénticas palabras de amenaza, siempre en inglés -hecho que se explica, según las víctimas, por el afán de notoriedad de quien se esté escondiendo detrás de Aicha Lamrani.
Un nuevo “Charlie Hebdo”
Las autoridades policiales marroquíes creen, trasladan a ARTÍCULO 14 varios de los amenazados, que hay detrás del caso una entidad terrorista o grupo organizado, pero el caso -apenas tratado por los medios locales, a pesar de que un digital marroquí, Morocco World News, ha sido especialmente amenazado, “haremos un nuevo ‘Charlie Hebdo’ en Rabat”— ha evidenciado las tensiones existentes en el seno de la sociedad marroquí ante la reforma de la Mudawana.
Una de ellas es la activista Ibtissame Betty Lachgar, una veterana de la defensa de las libertades individuales, protagonista de mil y una campañas, a pesar de su juventud. No obstante, Lachgar -que vive a caballo entre Rabat y París— fundó en 2009 junto a la periodista Zineb El Rhazoui el laico, feminista y universalista Movimiento Alternativo por las Libertades Individuales (MALI).
“Estoy acostumbrada a las amenazas, empezando por el Estado Islámico hace casi diez años”, admite Lachgar a ARTÍCULO 14, “por lo que no tengo miedo y hago mi vida normal”. “Quien nos amenaza es precisamente eso lo que pretende, infundirnos miedo con esta forma de intimidación y violencia patriarcal y despertar traumas en nosotras”.
“La diferencia en esta ocasión respecto a otras situaciones anteriores es que no se trata de una amenaza individual, sino colectiva y trasluce que detrás de ese perfil falso de una mujer se esconde un individuo que nos conoce bien a todas nosotras. Alguien que ha hecho muy bien su trabajo y que sabe del impacto que provocan nuestros nombres”, abunda la psicóloga clínica nacida en Rabat.
Lucha por las libertades de las mujeres
“No nos ha elegido [el autor de las amenazas de muerte] por azar, sino porque luchamos por las libertades individuales, por la de las mujeres en particular, y, sobre todo, por la libertad sexual de las mujeres”, asegura la activista, “pues en ello se centran los mensajes que hemos recibido”.
“Creo, concluye Lachgar, que se trata de un individuo masculinista, liberticida y misógino solitario, sin un grupo particular que lo apoye o financie detrás, que odia a las mujeres y nos insulta llamándonos ateas. Y puede pasar de las palabras al acto, por lo que hay que tomárselo en serio”.
Lamenta, por otra parte, Lachgar la falta de apoyo de la izquierda marroquí, “que cree que no se trata de nada serio”, y sus críticas se extienden con más dureza si cabe contra el exterior –empezando por la izquierda española—, aunque celebra la solidaridad recibida de parte de colectivos en defensa de los derechos de las mujeres en Marruecos. Además de Lachgar han sido amenazadas de muerte escritoras como Leila Slimani -premio Goncourt en 2016-, periodistas como Sonia Terrab -miembro además del Colectivo 490, que alude al artículo del Código Penal que criminaliza el sexo extraconyugal—o Hajar Raissouni -encarcelada acusada de abortar—, la expresidenta de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) Khadiya Ryadi, la actriz y directora Maryam Touzani o la dibujante e ilustradora Zainab Fasiki.
“Para nosotros, la religión no tiene lugar en la lucha por los derechos de las mujeres”, afirma la activista Betty Lachgar.
Sin fe en la reforma de la Mudawana
Respecto a la reforma del Código de Familia, que considera “retrógrado y sexista”, Lachgar pone el foco en cuestiones fuera de los titulares de los medios y que, previsiblemente, quedarán fuera del cambio del texto, tales como el plazo de tiempo que la mujer es obligada a respetar para poder volverse a casar o la dote matrimonial, que su movimiento rechaza de plano. La activista reconoce no ser demasiado optimista sobre el alcance de la reforma de la Mudawana.
“En nuestra opinión, nuestro movimiento MALI lo defiende desde hace quince años, siendo el único colectivo en Marruecos, y de manera específica desde hace un año que fijamos nuestra posición ante la reforma, cuando luchamos por los derechos de las mujeres, la religión no tiene lugar”, explica Lachgar. “Pero a partir del momento de que el jefe del Estado dice que la reforma del Código de Familia será fiel la ley islámica, la sharía, sabemos que no nos va a satisfacer: todo está dicho”, zanja. “Para mí, la Mudawana es una broma”, concluye la activista marroquí a ARTÍCULO 14.