A pesar de que, tras la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, Europa necesita más unidad que nunca, el gobierno alemán acaba de colapsar por culpa de las tensiones dentro de la coalición formada por el Partido Socialdemócrata (SPD), el Partido Verde y el Partido Democrático Libre (FDP). La chispa que desencadenó esta crisis fue el despido de Christian Lindner, ministro de Finanzas y líder del FDP, por parte del canciller Olaf Scholz. Este despido provocó que el FDP retirara su apoyo y saliera de la coalición, dejando a Scholz con un gobierno minoritario sostenido únicamente por el SPD y los Verdes.
Christian Lindner fue destituido el miércoles tras desacuerdos prolongados sobre la política presupuestaria y el rumbo económico de Alemania. Scholz y Lindner llevaban meses enfrentándose por cómo abordar un déficit multimillonario en el presupuesto del próximo año. Mientras que Scholz abogaba por aumentar la inversión pública a través del endeudamiento, Lindner se oponía a esta estrategia y defendía una postura de austeridad fiscal, priorizando recortes de impuestos y gastos. La tensión llegó al máximo nivel tras conocerse los resultados electorales americanos, ya que Trump ya ha anunciado su intención de imponer aranceles a las importaciones europeas, una decisión que heriría, sobre todo, a la industria automovilística, que tiene muchísima importancia para la economía alemana.
Scholz justificó su decisión alegando que Lindner “mostró nula disposición para implementar ninguna de nuestras propuestas” y que, en consecuencia, “no hay base de confianza para una futura cooperación”. Según Scholz, el obstáculo principal era la negativa de Lindner a relajar el “freno de la deuda”, un artículo constitucional que limita el endeudamiento del Estado. Lindner, en respuesta, acusó a Scholz de presionarle para infringir esta norma y de trivializar la importancia de los límites de gasto en el contexto económico actual.
¿Y ahora, qué?
Tras la salida del FDP, Scholz ha anunciado que someterá su gobierno a una moción de confianza el 15 de enero. Si pierde esta votación, el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, podría disolver el Bundestag y convocar elecciones anticipadas, probablemente para marzo o abril de 2025. Y esta moción ya se ha convertido en fuente de tensión, ya que el líder de la oposición, Friedrich Merz, del CDU, exige que la votación se realice “a comienzos de la próxima semana, como máximo”.
Merz, favorito en las encuestas para suceder al socialdemócrata en unas elecciones generales, aludió a toda una serie de compromisos internacionales y decisiones en la UE que “requieren ahora de un Gobierno alemán capaz de actuar”.
Adelantar elecciones
“No podemos permitirnos ahora tener durante varios meses un Ejecutivo sin mayoría (de verdes y socialdemócratas) en Alemania y luego llevar a cabo una campaña electoral durante varios meses más y después tener posiblemente varias semanas de negociaciones de coalición. Esto ahora tiene que ir rápido”, añadió.
También la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), en auge tras sus éxitos electorales en tres regiones del este alemán, el partido populista de izquierda Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) y la izquierdista Die Linke exigieron a Scholz que se someta ya al voto de confianza, al igual que varias asociaciones empresariales e industriales.
Incertidumbre, también económica
El colapso del gobierno ocurre en un momento de incertidumbre económica. Alemania, que experimentó una contracción económica en el último año, enfrenta profundos desafíos, entre ellos el alto coste laboral, una población envejecida y problemas estructurales como infraestructuras obsoletas. Además, la industria automotriz, sin contar aún con los aranceles de Trump, se ve amenazada por la competencia de China, lo que ha llevado a Volkswagen a barajar cerrar fábricas en Alemania por primera vez en su historia.
Dificultades políticas
Cierto es que la coalición “semáforo”, como se denominó por los colores de los tres partidos, ha ido enfrentando dificultades desde su inicio en 2021. La combinación del FDP, un partido liberal enfocado en el libre mercado, con el SPD y los Verdes, de orientación social y ambiental, siempre iba a ser incendiaria, y ha estado marcada por tensiones sobre cómo reactivar la economía y equilibrar el presupuesto sin comprometer los programas de bienestar y sostenibilidad ambiental impulsados por el SPD y los Verdes.
La situación política también sufre el impacto del avance de la extrema derecha en Alemania. En las últimas elecciones estatales en Turingia, el partido Alternativa para Alemania (AfD) se convirtió en la primera formación de extrema derecha en ganar una elección regional desde la era nazi. En respuesta a esta tendencia, el gobierno de Scholz había implementado medidas para acelerar las deportaciones de solicitantes de asilo rechazados y fortalecer los controles fronterizos, intentando frenar el apoyo creciente a la AfD.
Por su parte, Alice Weidel, líder de la AfD, calificó el colapso de la coalición como una “liberación” para Alemania. En un mensaje en la plataforma X, Weidel afirmó que “el fin de la coalición semáforo es una liberación para nuestro país. El fin de la autoproclamada ‘coalición progresista’ que llevó a Alemania al borde de la ruina económica era más que necesario”.
Scholz en la encrucijada
Con el SPD y los Verdes en minoría, Scholz se ve obligado a recurrir al CDU para formar mayorías parlamentarias temporales y aprobar legislaciones hasta la votación de confianza en enero. Sin embargo, esta situación convierte al gobierno en una especie de “pato cojo”, con capacidad limitada para tomar decisiones de gran calado. Scholz podría, en el mejor de los casos, gobernar en minoría durante unos meses, pero los analistas consideran improbable que la situación se prolongue hasta septiembre.
Además, la salida de Lindner ha dejado vacantes los cargos de varios ministros del FDP en el gabinete. Scholz ha nombrado a su fiel Joerg Kukies, alto funcionario de la cancillería y viceministro de Finanzas, como sucesor temporal de Lindner. Pero el ministro de Transporte Volker Wissing, miembro del FDP, ha decidido romper con su partido y mantenerse en su cargo, empeorando las divisiones dentro de la coalición.
Lo que la situación política en Alemania refleja es una creciente desconfianza en los partidos tradicionales. La coalición gobernante había perdido apoyo en las encuestas, mientras que el CDU/CSU lideraba con una intención de voto de entre el 30 y el 34%, seguido por la AfD con entre el 16 y el 19%. En este contexto, el FDP se situaba en un rango bajo, de entre el 3 y el 5%, lo cual explicaría en parte su decisión de abandonar el gobierno y recalibrar la estrategia de cara a las próximas elecciones.
La posible entrada de la AfD al gobierno es un enorme motivo de preocupación en Alemania y en toda Europa. Aunque el resto de los partidos descarta formar coaliciones con la AfD, el avance de este partido en las encuestas plantea interrogantes sobre el futuro de la política alemana. La combinación de descontento económico y la percepción de un sistema político que no marcha bien está favoreciendo a los movimientos populistas y antiinmigración, generando una presión adicional sobre las instituciones democráticas en Alemania.