La adolescencia es un momento de cambio para cualquier joven. Unos años complejos en los que se empieza a observar lejos del núcleo familiar, a aventurarse en nuevos círculos, a valorar la amistad y, por desgracia, la opinión de los demás por encima de todo. A cientos de miles de ucranianas, a esta complicada fase vital se le ha sumado el estallido de la guerra. La noche del 24 de febrero de 2022, cuando Rusia comenzó la invasión a gran escala de Ucrania, asimilaron nuevas emociones como el terror y la inseguridad. Después de dos años y casi cuatro meses, Sabina Mansurova ha aprendido una nueva: la nostalgia.
Mansurova dejó su pueblo, Velyka Bagachka, en la región de Poltava, en marzo de 2022. Salió rumbo a Polonia junto a su madre y su hermano pequeño. “Había muchos voluntarios que nos asistían, pero parecía que todo el mundo quería irse de Ucrania y tuvimos que esperar mucho hasta que por fin logramos coger un tren”, recuerda la joven, que hoy tiene 17 años. Se llevaron pocas cosas, pues su madre creía que en tres meses estarían de vuelta. “Al llegar a Polonia, vimos que había ya muchos ucranianos, y pensamos que igual no era el país más idóneo. Conocimos a unos voluntarios que nos hablaron de España y nos pareció buena idea”. Si en Polonia hay unos 165.000 adolescentes registrados (de 13 a 18 años), en nuestro país, el Gobierno ha dado protección a 62.447 menores de 18 años.
‘Bullying’ en tres colegios distintos
Eso sí, la adolescente recalca que ninguno de los tres sabía una palabra de español. Tampoco conocían a nadie. En el hotel en el que se alojaron los primeros días en Madrid hizo buenas amigas. “Dos gemelas, de mi edad, nos hicimos inseparables”. Los tiempos verbales le ponen un poco triste. Las adolescentes ucranianas han sufrido “bullying” en todos los institutos a los que han ido en Madrid (se cambiaron hasta tres veces). “Además, les decían cosas como que iban a bombardear su casa, que se volvieran a su país, mensajes a favor de Putin…”, lamenta con asombro. Las jóvenes se han vuelto a Dnipro, un punto clave de la línea del frente donde las tropas rusas y ucranianas vuelven a combatir tras meses de estancamiento, y donde los misiles rusos generan caos y destrucción.
“Ellas han sufrido mucho en España. Creo que la gente de mi edad aquí no entiende profundamente por lo que estamos pasando y de dónde salimos”. A ella también le han comentado cosas de este tipo, “pero me aceptaron muy bien en la escuela española. También hay gente muy buena que siempre intenta ayudarte”.
Sueños de traductoras
Ha acabado el instituto, pero no ha hecho la EBAU (“es demasiado difícil, sobre todo estoy peor en Historia de España”). Ha intentado empezar una FP sin suerte, por lo que se va a postular a una Universidad en Ucrania. “Mi sueño es ser traductora. Quiero aprender árabe también, y aquí no tengo opción”. Mansurova tiene todo listo para estudiar en la universidad de Leópolis a distancia. “Cuando salimos y llegamos aquí me di cuenta de que había que traducir todo. Los papeles de Cruz Roja, los documentos… Mi hermano y yo aprendimos español más rápido y ayudábamos a mi madre. Luego entendí que es un buen trabajo para ayudar a la gente que lo necesita. Además, puedes conocer otras culturas, otras mentalidades”, destaca.
En Leópolis, “está más tranquilo, hay menos bombardeos. Aunque hay algunos exámenes oficiales que tendré que ir presencialmente. A mi madre le da mucho miedo. A mí también. Pero yo necesito volver a Ucrania, quiero ver a mis amigas, a mis abuelos, estar con mi padre”, confiesa.
Sus abuelos se quedaron en Sumy, en el norte, cerca de la frontera con Rusia. “Ni siquiera quisieron moverse a nuestra casa, que está más alejada de la línea de frente. Son mayores y tienen ese pensamiento de que es su hogar y quieren morir ahí. Se siente mejor en su casa”.
Mansurova se abre al contar que su madre salió de Ucrania con 42 años, su hermano con 8. “Mi hermano se ha adaptado súper bien, por ser pequeño. Mi madre también por lo contrario, ya hasta ha encontrado trabajo. Pero yo salí de Ucrania con una edad muy difícil, que no sabes mucho de tu futuro. Ellos lo llevan mejor que yo”. Y es que la joven piensa “todos los días en mi casa de Ucrania, yo estaba acostumbrada a vivir allí, a mis amigos, y de repente tienes que irte lejos, sin tu familia, en otro idioma”. Es más nostalgia que la barrera del lenguaje, reconoce, pues hoy Mansurova acaba de aprobar el B2 y ya da clases de español, “nivel básico”, a otros ucranianos, “incluida a mi madre”, se ríe.
La joven quiere dejar claro que todos estos problemas los ha ocasionado una persona, que el inicio del conflicto sólo tiene un nombre y que se trata de una invasión. Putin “nos ha atacado. Ha provocado esta situación, es nuestro enemigo y el de Europa. Agradezco a los países que no dejan entrar a los rusos para que ellos también sean conscientes del daño que nos están causando”.