Ha sido durante años el rey indiscutible de las citas online. Sus famosos swipes–donde un simple gesto hacia la derecha o la izquierda decide el destino de posibles conexiones románticas o no tan románticas– revolucionó el mundo del ligoteo, facilitando que millones de personas alrededor del mundo se encontrasen (o no) con tan sólo deslizar el dedo. Desde su lanzamiento en 2012, ha generado más de 75 millones de usuarios activos mensuales y ha acumulado más de 500 millones de descargas en todo el mundo. Hablamos de Tinder, la corona que, sin embargo, parece estar perdiendo brillo.
A medida que nuevas tendencias y plataformas emergen, Tinder enfrenta el desafío más grande desde su creación: mantenerse al alza en un mundo que ya no cambia a golpe de swipe. La tendencia de este año refleja que los solteros empiezan a sentir curiosidad por aplicaciones basadas en hobbies o intereses comunes, como Strava (para corredores y ciclistas), en la que, por ejemplo, el enfoque ya no es sólo encontrar pareja, sino compartir actividades y experiencias en un entorno que no gira exclusivamente alrededor del romance. En definitiva, espacios que fomentan la interacción, eliminando la presión de las citas rápidas, el ghosting y las expectativas irreales.
Las relaciones enfocadas en actividades o pasiones compartidas permiten construir conexiones que van más allá de la atracción física. Para algunos, el vínculo creado alrededor de una actividad tiene más significado que un match pasajero en Tinder. La gente quiere encontrar un sentido de pertenencia en un mundo digital sobrecargado de opciones. En cualquier caso, la pregunta es: ¿estamos ante una moda pasajera o existe realmente una corrientes de cambio profundo en la cultura de las citas?
Otro de los factores que podría estar marcando el declive de Tinder es el regreso a formas tradicionales de interacción social. Después de años de encierro por la pandemia de Covid-19 y la dependencia total de las apps para cualquier tipo de socialización, la gente sigue redescubriendo el encanto de salir, ya sea a restaurantes, discotecas, bares o fiestas donde las conexiones surgen de manera espontánea y sin pantallas de por medio.
El anonimato y la falta de compromiso emocional en Tinder, que en su día se vieron como grandes ventajas, ahora se han convertido en sus principales debilidades. Las conversaciones vacías, los matches que no llevan a ninguna parte y las expectativas frustradas generan que echemos de menos, y mucho, la interacción humana… Porque por suerte, la música, el ambiente, las miradas y los gestos no se pueden reaplicar en una app.
¿Es realmente el fin de Tinder? No del todo. A pesar de la evidente desaceleración en su popularidad y del surgimiento de alternativas, Tinder sigue siendo una de las aplicaciones de citas más usadas en el mundo. Sin embargo, el hecho de que ahora compita no sólo con otras aplicaciones de citas, sino también con plataformas de hobbies, actividades, redes sociales tradicionales o incluso Mercadona, indica que el terreno está cambiando.
Tinder ha intentado adaptarse a los tiempos. La empresa ha lanzado funciones como el modo “Explorar”, que permite a los usuarios conectarse con personas basadas en intereses comunes, un intento claro de aprovechar la tendencia hacia las actividades compartidas. Sin embargo, todo esto no parece ser suficiente para frenar el desgaste…, porque mientras Tinder se ha centrado en la velocidad y la cantidad, la gente parece estar volviendo a valorar la calidad. Y aunque Tinder no desaparecerá de un día para otro, la pregunta no es si será enterrado, sino quién lo reemplazará.