SEX O NO SEX

Sexo por despecho: “¿Me fuiste infiel? No te preocupes… ya lo estoy celebrando”

¿Es prudente pagar con la misma moneda después de una traición? Cuando el dolor es tan intenso, a menudo buscamos infligir en el otro el mismo castigo

El personaje Samantha Jones en 'Sexo en Nueva York'

La nueva temporada de And Just Like That está al caer y la duda insistente es si volverá nuestra libertina Samantha (Kim Catrall), al menos durante unos segundos de cameo, como hizo en la segunda entrega. Es posible que no, que esté despidiendo con champán y nueva lencería su penúltimo fracaso amoroso. En lugar de kleenex, picardías con encajes. Y si hay que derramar fluidos, que no sean lágrimas.

Suena tentador. Sexo por despecho. Es decir, te pagaré con la misma moneda. Me fuiste infiel, ahora verás de qué soy capaz. ¿En serio? ¿No será que estamos armando el guion de una telenovela dejándonos llevar por la genial Samantha? ¿O acaso nos ronda la idea de apuntarnos al casting de alguno de esos realities de televisión tan incitadores?

Las cuatro amigas en una escena de la película ‘Sexo en Nueva York 2’

Seamos realistas. El sexo por venganza nace del dolor, no de un deseo auténtico. Y lo más común, cuando la traición viene de una persona a la que amamos, es que exista confusión, tristeza, enfado, aturdimiento, caos mental y mil emociones más. Tratar de cubrir ese dolor con una aventura sexual no parece lo más saludable. Puede incluso que ni siquiera eróticamente el acto resulte satisfactorio. Y si eso es así, al final, ¿quién hirió más? ¿De verdad encontraste que la balanza se igualó? No es necesario que respondas. O arrojaste a la basura el picardías o acabaste en el sofá como Bridget Jones cantando All by Myself y tropezando una vez más con tu dignidad.

Por fin te desengañas y sabes que esto no se trataba de “Yo me empodero”, como alguien te hizo creer. Ni siquiera de una distracción más o menos divertida. Eso ya da igual y lo que toca ahora es reparar de verdad tu autoestima y dejar que por fin mande el sentido común. Existen formas más efectivas de canalizar el dolor o la ira de una infidelidad.

Escena de la película ‘El diario de Bridget Jones’

Siguiendo con nuestro plan peliculero, podemos inspirar nuestra revancha en No hay dos sin tres, protagonizada por Cameron Diaz. Varias mujeres se alían para vengarse del mismo hombre que las engañó, aunque no haremos spoiler. Vamos a pensar también qué pasó y la vendetta te gustó. Hubo deseo y lo tomaste como una distracción. Genial. Estupendo si sirvió para reencontrarte con las mariposas en el estómago y descubrir nuevas sensaciones. Solo por el puro placer de haberte sentido de nuevo deseada, habrá merecido la pena. Pero no busques en ello superar la pena o escapar del miedo a la tristeza.

Lo peor es hacerlo con el objetivo de causar más dolor. A veces bastará con tomarse un tiempo y una distancia emocional para ver que la vida sigue ahí afuera y querrás devorarla sin pensar en dañar ni en dañarte. Me viene a la memoria Jackie Kennedy. No es ningún secreto la afición de su marido, John F. Kennedy, por las canitas al aire. Algunos biógrafos, como Christopher Andersen, han insinuado que ella se desquitó con más de un hombre, preferentemente actor. Como no viene al caso, no alimentaremos el rumor, pero sí nos despierta la curiosidad de si eso le restó dolor o recuperó su amor propio con sus deslices.

Los Kennedy. Fotografía: EFE

Varias investigaciones psicológicas han concluido que la necesidad de responder a una traición con otra igual es un impulso muy común, incluso en personas que, por naturaleza, no eran infieles, sobre todo cuando sienten herida su autoestima. Añaden también nuestra sospecha: que en raras ocasiones funciona. Un estudio de la Universidad de Nevada observó que la sensación inmediatamente posterior al sexo por despecho puede ser de “empoderamiento”, pero la siguiente, sin más tardar, es de culpabilidad. En terapias de pareja se ha visto también que este tipo de respuesta suele empeorar la posibilidad de reconstruir la relación, si es que aún existe un hilo del que tirar.

Carl Jung decía que el impulso de venganza no hace más que alimentar lo peor de nosotros mismos, esa sombra que siempre trae malestar e infelicidad. Es evidente que una traición duele y que el cerebro siente a menudo el deseo de hacerle al otro lo mismo que nos ha hecho a nosotros. Sin embargo, esa reacción no resuelve nada.

Fotograma de la película ‘No hay dos sin tres’

¿Por qué ocurre entonces, si sabemos que no es ni positivo ni beneficioso? También la ciencia ha encontrado la explicación en nuestro sistema límbico y emocional, que toma cuerpo en situaciones de traición o rechazo, disparando la propensión a este tipo de conductas arriesgadas como es el sexo impulsivo, al menos para nuestra salud mental. Por otra parte, aparece el juego traidor de la dopamina y el cortisol. Vengarse libera dopamina, muy placentera, pero también se hace fuerte el cortisol, la hormona del estrés.

Las psicólogas Lindsay Barber y Lynne Cooper llevaron a cabo un estudio en la Universidad de Missouri con 170 estudiantes universitarios (dos tercios mujeres) y lo que detectaron fue que practicar sexo después de una relación formal es menos habitual que al finalizar una aventura pasajera. Sin embargo, cuando sucede, se hace como válvula de escape para cubrir la sensación de pérdida. Observaron también que era más común en aquellas mujeres con una personalidad más insegura o con tendencia a sentir ira. Quienes mostraban mayor autoestima, aunque el dolor fuese igual de intenso y el grado de compromiso con su pareja fuese el mismo, eran capaces de recuperarse sin necesidad de recurrir al sexo por despecho o por venganza.

En fin, solo podemos concluir que la venganza no es buena consejera. Florentino Ariza, protagonista de la magistral obra de Gabriel García Márquez El amor en los tiempos del cólera, acumuló 622 amantes a lo largo de su vida y ni siquiera con ellas pudo borrar el recuerdo de su gran amor.

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