De tipos que se aman a sí mismos está el mundo lleno. Hombres que el mejor beso lo reservan para la imagen que refleja su espejo, que usan (y abusan) a sus parejas sin más fin que satisfacer sus deseos y que se creen dignos de admiración. Por ser el último que más juego mediático ha dado, podemos citar a Íñigo Errejón. Sus víctimas coinciden en las dinámicas propias de un narcisista. Su denunciante, Elisa Mouliaá, declaró: “Errejón seguía un patrón y es un psicópata narcisista”. También los psicólogos que analizaron su carta de despedida apreciaron claramente estos rasgos.
De aspecto aniñado, sensible en su discurso y brillante. Nadie intuiría en él una personalidad manipuladora y narcisista. Rita Maestra, su ex, reconoció que es más fácil construir el mito de un agresor sexual en un portal que en nuestra propia cama. “El que cree que los diablos nunca andan sin cuernos y los locos sin cascabeles será siempre juguete de ellos”, decía Schopenhauer. Es la frase que emplea Maribel Rodríguez, médico psiquiatra y autora de Liberémonos del narcisismo, para hablar de este fenómeno, cada vez más prevalente en la sociedad, y desvelar las múltiples caras con las que se nos presenta.
Nos deja claro que cuando damos con un amante así, lo mejor es decirle adiós para siempre, escapar de forma urgente de esta relación y empezar a reparar los estragos que deja en nuestra autoestima. La cuestión es cómo identificar a un narcisista y cómo lidiar con él. Es fundamental reconocer los patrones que sigue un narcisista, tanto en el cortejo como una vez iniciada la relación. Su ciclo de abuso suele ser el mismo con todas las mujeres que va conociendo. Volviendo al caso de Errejón, que en este momento tenemos más a mano, Mouliaá observó que había seguido un único guion con todas las víctimas y, por eso, vio tan necesario visibilizarlo.
Puede que, al inicio de la relación, el narcisista te abrume con sus muestras de amor. Puede incluso que te haga caer en eso que el psicólogo Iñaki Piñuel llama almagemelización. Se mimetizará contigo y tus gustos hasta hacerte creer que eres ese ser con el que siempre soñó. ¡Cuidado! No es más que la antesala del infierno y enseguida conocerás su verdadera cara. Cuando él considere, dejarás de resultarle interesante porque su principal motivación es la conquista como forma de demostrarse a sí mismo su atractivo y de alimentar su vanidad.
Un narcisista anhela amar. El problema es que entiende el amor como una forma de llenar sus propios vacíos o de calmar sus heridas emocionales. “Busca pareja como un adicto busca la droga para calmarse y estimularse. Con frecuencia emplea dinámicas de manipulación para atraerla”, indica Maribel Rodríguez. La usan como trofeo para satisfacer su vanidad y, cuando no responde ya a sus expectativas, busca una nueva víctima. “Va dejando cadáveres afectivos por el camino, aunque el verdadero cadáver es él, que vive como un zombi frustrado por no conseguir lo que quiere”. Cuando una mujer se queda a su lado es porque ha adoptado un papel maternal y protector o porque asume una posición de anulación y sumisión absoluta. Aun así, él seguirá de flor en flor.
En los casos más patológicos, la pareja es solo el medio para expresar su poder y poderla someter, denigrar o humillar. Y disfruta enormemente con ello. Lo peor es que el narcisista suele ser buen maestro del camuflaje. Los más sofisticados e inteligentes nos parecen personas encantadoras y amables. Son astutos desplegando sus encantos y mostrando aquello que queremos ver.
¿A qué señales deberíamos prestar atención? Desde su perplejidad ante las actitudes de ciertos narcisistas y después de años de práctica clínica, Rodríguez enumera algunos de los avisos que va dando una persona así y advierte que “son altamente nocivos, pues no les importa más mundo que el suyo propio”.
- Se presenta con amabilidad extrema y modales exquisitos, con una falta de naturalidad sospechosa.
- Su actitud es inflexible y poco espontánea. Actúa siguiendo un guion rígido y unas pautas repetitivas
- Si sonríe, fíjate si sus ojos lo hacen también. A menudo expresan frialdad, miedo o inseguridad.
- Cuando halaga, realmente busca ser correspondido con una adulación mayor.
- Aunque aparentemente nos haga sentir bien, siempre hay un sentimiento confuso o contradictorio. No acaba de transmitir confianza.
- La sensación más repetida de quien convive con un narcisista es que te consume demasiada energía.
- Sus reacciones son poco empáticas ante una situación de dolor. Sorprenden sus faltas de respeto.
- No son personas comprometidas a nivel afectivo. Las emociones vinculadas con el amor y el vínculo les generan incomodidad e incluso vulnerabilidad.
- Su actitud es de prepotencia. Responden con ira y resentimiento cuando se sienten ninguneados o criticados.
- A pesar de sus técnicas de seducción, impone un límite en su intimidad.
- Desaparece igual que vuelve a aparecer. Un día ama exageradamente y otro te castiga con la indiferencia. Amar implica complicidad, relación de iguales y mostrar vulnerabilidad, algo que detesta.
- Exagera sus logros, y si es necesario, los inventa.
- Te tratará según el beneficio que quiera obtener.
- Cosifica a la persona que tiene a su lado y considera un privilegio salir con un tipo como él.
- Nunca reconocerá sus errores. Si es descubierto, tratará de hacerte luz de gas llevándote creer que has perdido el juicio. Este fenómeno está muy bien descrito en la película Gaslight, de 1940.
Al final, quien ha vivido una relación de amor con un narcisista acaba con la sensación de desconcierto y de haber sufrido humillaciones, culpabilizaciones y destrozos emocionales de diferente grado según la fortaleza y capacidad de defensa. Al echar la vista atrás, la víctima se pregunta cómo pudo pasar, cómo pudo ser manipulada de ese modo. Es normal que quien no funciona del mismo modo que un narcisista no sea capaz de detectar las señales. Son personajes que se venden bien, viven tan enamorados de sí mismos que transmiten mucha seguridad. Son tan convincentes, que hasta acaban creyéndose sus propias mentiras.
El maltrato a veces ocurre de manera velada, casi imperceptible, pero es tan pernicioso como el maltrato explícito. Un narcisista lleva ventaja a quien no es como él. La mejor arma para defenderse de él, según Rodríguez, es el amor sano por uno mismo, marcando límites con seguridad y confianza. Sobre todo, entender que, cuando se lanza a la conquista, un narcisista solo busca carburante para su ego y cualquier seducción será, por tanto, una invitación al infierno.