Dentro de la cultura pop americana, son tres las señales que indican que alguien ya es un icono o está camino de serlo. Aparecer en una campaña de Skims, marca experta en examinar con esmero a las celebridades que están siendo los referentes para convertirlas en protagonistas de sus anuncios (algo que exige una capacidad de decisión, producción y actuación ágiles e inteligentes), actuar en Saturday Night Live y ser entrevistada por Amelia Dimoldenberg en Chicken Shop Date, el programa de entrevistas en YouTube que la propia Dimoldenberg puso en marcha y por el que han pasado ya nombres como Rosalía y Paul Mescal. Sabrina Carpenter ha hecho las tres cosas… Y muchas más.
Su recién lanzado disco, Short N’ Sweet; es ya número uno, superando a Travis Scott, y su single Espresso fue señalado por muchos como la canción del verano en un verano en el que precisamente este título no ha tenido un claro vencedor. Por eso, el hecho de que una canción tan ajena a las fórmulas tradicionales de los éxitos estivales (para que un tema sea el hit del verano ha de haber logrado el número 1, y cuando la gente señalada que Espresso lo era no sólo ni siquiera era verano, sino que el tema estaba en el número 3 del ranking) haya sido aclamado demuestra que Carpenter sabe bien lo que hace.
Pero, ¿qué hace exactamente? Su estética es una curiosa mezcla entre Brigitte Bardot y Dolly Parton gracias a ese abuso kitsch de la laca que puede ser terrible para el ozono, pero maravilloso para las fotos, y su capacidad de reírse de sí misma ha hecho de ella un referente en un mundo en el que parece que la perfección se impone y en el que la gente se toma a sí misma demasiado en serio. Bromea constantemente acerca de su altura (mide 1,51 cm), lanza todo tipo de pullas en sus canciones y no duda en incluir en ellas divertidos chascarrillos que terminan por convertirse en los preferidos de las redes. También se atreve a incluir en sus temas palabrotas, algo que hasta ahora parecía exclusivo de los raperos.
Esta mini Bardot se niega además a ser carne de esas catfights que la industria todavía se empeña en fomentar. Se se rumoreó que Olivia Rodrigo le había lanzado un dardo envenenado en la balada Drivers License, en la que habla de una blond girl que las malas lenguas aseguran no es otra que Sabrina, pues se rumoreó que Joshua Bassett, ex de Rodrigo, tuvo algo con Carpenter. Pero ella no sólo pasó completamente de los rumores, sino que se rió de ellos al soltar en pleno concierto, antes de cantar un tema, “esta canción no es para Joshua Bassett”. Su canción Please Please Please bien podría ser la versión 2024 del tema de Dolly Parton Jolene, porque Beyoncé no supo hacerlo sin caer una vez más en la narrativa de las peleas de mujeres, como escribió Spencer Kornhaber en The Atlantic. “La cultura pop no necesita más canciones en las que las mujeres pelean por un hombre”, dijo.
Por su parte Carpenter advierte a quien sea que se dirige en sus temas que no le avergüence e incluso hace de las peleas de gatas un insospechado ritual de sororidad sangriento que queda inmortalizado en el vídeo de Taste, en el que Jenna Ortega y ella se enzarzan en una pelea digna de Tarantino en la que el hombre por el que se pelean es lo de menos. Ellos funcionan a veces como figuras secundarias en sus vídeos, y en otras ocasiones, son elementos de la metanarrativa que tanto le funciona a Taylor Swift, de la que es su protegida y de cuya gira, The Eras Tour, ha sido telonera en gran parte. En el vídeo Please please please aparece junto a su pareja, el actor Barry Keoghan, que no duda en dejarle comentarios entre románticos y sexys en sus redes (que cada cual determine qué le parece que son) y que en un vídeo en el que la cantante se preparaba para la gala MET, vio cómo su chica le hacía la cobra, no sabemos bien si para que no le estropeara en maquillaje, para salvaguardar de alguna forma su privacidad (lo que quede de ella en el mundo pop, DEP) o para generar nuevos titulares. Porque aunque parece pasar de todo lo que se dice de ella, sabe exprimir con guasa cada rumor y sacar partido de cada noticia con inteligencia y sarcasmo, algo que es precisamente lo que a muchos molesta: que una mujer se apropie de su sensualidad y de su narrativa y se niegue a vivir esclava de terceras personas.
Sabrina Carpenter es el mejor ejemplo de cómo una ex chica Disney puede huir de los clichés y de las convenciones, abrazar el sarcasmo y el humor y presumir de una sensualidad ajena a la mirada masculina. Ha sabido analizar las complicaciones del dating en la era actual y bromea sobre ello en sus canciones, algo que ayuda a sus fans a empatizar con sus letras y que hace de sus temas unas mini reflexiones frescas de la actualidad romántica sin demonizar a nadie y sin llevar nada a la sobre intelectualización. Lleva desde pequeña en la industria, pero ha sido en 2024 cuando por fin ha logrado capturar la atención de todos, demostrando así no que “quien la sigue la consigue”, sino que quien tiene talento, paciencia y sabe de quién rodearse y con quién trabajar, puede lograrlo. Pero no olvidemos que aquí siempre entra en juego un elemento que a veces no mencionamos: la suerte. Porque se puede tener todo el talento del mundo, pero sin ella, por mucha laca que haya de por medio, no hay nada que hacer… Y el problema es que la suerte ni se busca, ni se compra, y aunque el apellido Carpenter quiera decir carpintera, tampoco se construye.