Gucci, esa máquina de deslumbrar con su historia y sus contradicciones, acaba de perder a uno de sus grandes artífices, Sabato De Sarno, quien acaba de anunciar su salida de la firma italiana, desmarcándose con la misma elegancia con la que empezó a vestir a generaciones de mujeres y hombres en el mundo entero.
De Sarno, quien fue el arquitecto detrás de la nueva visión de Gucci, se va, dejando atrás un legado de contrastes y propuestas disruptivas. Hacía ya tiempo que su nombre sonaba fuerte en los pasillos de la moda, desde que Alessandro Michele se apartó del trono de la casa florentina. Gucci, como la marca que nunca olvida su pasado, necesitaba un cambio de aire, pero este se ha manifestado como una transición difícil, tanto para la marca como para el propio De Sarno.

Cortesía Gucci
Con su salida, el futuro de Gucci parece estar en una encrucijada. La firma se encuentra atrapada entre la necesidad de reconfigurar su alma y la urgencia de encontrar un sucesor capaz de mantener viva la llama del deseo global. Porque, al final, de eso trata la moda: de crear algo que nos haga desearlo antes de que siquiera lo hayamos tocado. Pero, ¿quién podría ocupar ese espacio dejado por un hombre que entendía las costuras de la historia y el futuro al mismo tiempo?
La historia de De Sarno con Gucci no es la de un simple diseñador de pasarela. Más bien, es la historia de alguien que recogió los pedazos de un gigante que había visto días mejores, y le dio, si no un renacer, sí una necesidad renovada de estar en boca de todos. Su habilidad para interpretar los códigos del lujo y el deseo se reflejaba en cada colección, entre el brillo dorado de los clásicos de la firma y la neblina contemporánea que empañaba la gloria de los años anteriores. No era solo ropa, era una conversación. Y ahora, esa conversación parece haberse detenido, por lo menos en Gucci.
Las colecciones de De Sarno, plagadas de referencias culturales y una atención obsesiva al detalle, trajeron consigo una mezcla fascinante de lo clásico con lo moderno. Sin embargo, en algún punto, esa mezcla, que antes era fresca, comenzó a verse como un cóctel inquietante, tan lleno de referencias que dejaba de ser referencia para convertirse en nostalgia. Gucci, como la marca con el alma más desordenada de todas, parece estar buscando, ahora más que nunca, un cambio radical.
Ahora que el creativo se marcha, queda una pregunta flotando en el aire, como esas prendas que caen al suelo sin que nadie las toque: ¿hacia dónde va Gucci? ¿Qué será de ese universo construido con capas de terciopelo y audacia? Solo el tiempo dirá si la marca seguirá siendo lo que fue en los días dorados de Michele, o si, por fin, se arriesgará a entrar en una nueva era. Pero hasta que ese futuro llegue, lo único que sabemos es que Sabato De Sarno ha cerrado una puerta y, al hacerlo, deja tras de sí un rastro de piezas que, por un momento, parecieron convertirse en el futuro.