Están a la sombra y viven en ella para que sean otros los que brillen, pero la mayor parte del peso recae sobre ellos. Es la antítesis, al menos en la mayor parte de los casos, del trabajo perfecto; y de hecho puede parecer un sueño con el que mucha, muchísima gente, soñaría. Que se lo digan a todas las envidiosas del personaje de Anne Hathaway en El diablo viste de Prada. La carta de presentación es de lo más apetecible: una vida llena de lujos -en la que no faltan las fiestas, acceso a eventos exclusivos, la cercanía con personalidades de renombre o la posibilidad de crecer en una industria tan competitiva como puede ser la moda o el entretenimiento en general- que, sin embargo, tiene poco que ver con la realidad. Sí, hablamos de los asistentes de las celebrities y el peso de la fama.
Esta percepción de glamour y éxito está muy lejos de la realidad diaria de quienes ocupan estos puestos. Si bien hay historias de asistentes que logran abrirse camino y triunfar, la mayoría de ellos viven inmersos en un ambiente cargado de abusos, demandas interminables y expectativas desproporcionadas. Los asistentes personales de Hollywood no sólo carecen de un horario establecido, también viven constantemente a merced de los caprichos de sus jefes (a menudo narcisistas o sometidos a tal presión que terminan con comportamientos kafkianos que habitan en un mundo descontrolado).
Sus tareas van desde las más simples, como organizar la agenda diaria de la estrella, hasta desafíos imposibles, como conseguir una comida de un restaurante al otro lado del mundo o resolver complicaciones logísticas de última hora (volvemos a la peli: ¿recuerdas el famoso manuscrito de Harry Potter? Pues así es). En muchos casos, incluso se les pide que participen en actividades ilegales, como la adquisición de drogas. La presión es tal que estos tipos, que normalmente suelen ser jóvenes, y a menudo sin poder real dentro de la industria, se sienten incapaces de negarse, temiendo su despido.
Un claro ejemplo es el de Kenneth Iwamasa, ex asistente de Matthew Perry, el icónico actor que dio vida a Chandler en Friends. Iwamasa fue acusado de distribuir ketamina a Perry, que terminó causando la muerte del intérprete en octubre de 2023. Aunque admitió su responsabilidad, el caso ha despertado una pregunta inquietante: ¿realmente tenía opción de decir que no? El vínculo de poder desigual entre empleador y empleado genera una dependencia donde estos últimos, a pesar de estar al límite de la legalidad o la moralidad, se ven forzados a cumplir con las órdenes establecidas.
El caso ha generado un amplio debate en Hollywood sobre las condiciones laborales de este tipo de perfiles. Figuras de la industria han salido en defensa de Iwamasa, afirmando que muchos de ellos comprenden la presión y la falta de control que caracteriza el trabajo. Como explicó una veterana de la industria musical que ha tratado a asistentes en situaciones abusivas: “Emocionalmente, físicamente, mentalmente, estás inmerso en su narcisismo. Eres un personaje en su mundo, ellos no lo son en el tuyo”.
Porque ser asistente personal en Hollywood no solo implica largas horas de trabajo, también conlleva sacrificar la propia identidad y bienestar físico y mental. Rowena Chiu, ex asistente de Harvey Weinstein, escribió sobre esta dinámica de poder en un artículo para The New York Times, destacando cómo los asistentes asumen una responsabilidad desmedida sin tener poder real. En muchos casos, se les exige que sean invisibles, pero al mismo tiempo omnipresentes, respondiendo a cada demanda con rapidez, sin importar lo irracional que esta sea.
Hollywood ha sido escenario de varias tragedias y escándalos donde los representantes han jugado un papel clave, muchas veces a su pesar. Por ejemplo, Michael Amir Williams, asistente personal de Michael Jackson, se vio envuelto en el juicio por la muerte del cantante en 2009, cuando el médico contratado por Jackson, Conrad Murray, le administró una dosis fatal de propofol. Aunque Williams no estuvo presente durante el incidente, fue testigo en el juicio, destacando cómo incluso las personas en los márgenes del mundo de las celebridades pueden verse arrastradas a sus dramas más oscuros.
Otro ejemplo es el de Michelle Blaine, asistente de Phil Spector, quien evitó estar en su mansión la noche en que el productor mató a la actriz Lana Clarkson. A pesar de no estar presente, Blaine relató cómo tuvo que “cuidar” de Spector la semana siguiente y rechazó varias propuestas de matrimonio que él le hizo, convencida de que eran intentos para evitar que testificara en su contra… Casos como estos revelan la complejidad y los peligros que enfrentan, poniendo de manifiesto la urgente necesidad de reexaminar y mejorar las condiciones laborales de estas figuras clave en la industria del entretenimiento.