INTERIORISMO

¿Puede una casa redefinir el concepto de hogar?

Una casa es un espacio, pero un hogar es un reflejo. No lo definen las paredes ni la decoración, sino la vida que se impregna en cada rincón. Más allá del diseño, un hogar es memoria, identidad y refugio

Cortesía Louise Roe

Hay lugares donde una entra y sabe que no se quedará. Todo está en su sitio, impecable, como si nadie hubiera vivido ahí realmente. La decoración es perfecta, la luz entra en ángulos calculados, pero hay algo frío, algo que no invita a soltar la bolsa, a respirar hondo y decir: estoy en casa. Porque un hogar no es un ejercicio de diseño impecable. Es otra cosa. Es la historia que cuentan los objetos, el eco de quienes lo habitan.

Según un estudio de la Universidad de Minnesota, el 75% de las personas establece una conexión emocional con su espacio de vida. Y no es solo un tema sentimental: el entorno afecta directamente el bienestar.

Abbaye des Vaux-de-Cernay

La neuroarquitectura —una disciplina que estudia cómo los espacios influyen en el cerebro— demuestra que el diseño del hogar puede reducir el estrés y mejorar el estado de ánimo. Pero hay algo más que no se mide con cálculos ni planos: la memoria que queda impregnada en los objetos, en las texturas, en los pequeños desórdenes cotidianos que nos hacen sentir en casa.

Un hogar, cuando lo es de verdad, tiene identidad. Como la casa de Frida Kahlo en Coyoacán, azul vibrante y llena de objetos personales, testimonio de una vida intensa. O la de Virginia Woolf en Monk’s House, donde su escritorio daba al jardín y cada habitación parecía un reflejo de su mente inquieta. O incluso la de alguien anónimo que ha dejado en las paredes huellas de vida: fotos familiares, un sillón gastado que ha sobrevivido generaciones, una estantería con libros que han sido subrayados y releídos.

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La moda dicta tendencias -minimalismo, Japandi, maximalismo, wabi-sabi-, pero al final, lo que realmente hace un hogar no es la corriente estética que se siga, sino la manera en que nos apropiamos del espacio.

Un informe de la consultora inmobiliaria Knight Frank revela que los compradores de vivienda priorizan cada vez más la “sensación de hogar” por encima de factores técnicos como la ubicación o el precio por metro cuadrado. La personalización del espacio se ha vuelto clave: el 62% de los propietarios encuestados en EE.UU. afirmó que la decoración y los objetos con valor sentimental son los elementos que más contribuyen a la sensación de hogar.

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Y es que, aunque el diseño importa, no es suficiente. No basta con elegir la paleta de colores correcta o los muebles de una marca reconocida. Un hogar se construye con detalles: la lámpara que ilumina noches de insomnio, la alfombra que ha amortiguado pasos y juegos, la taza desportillada que sigue siendo la favorita. Se trata de la calidez de lo vivido.

Porque al final, un hogar es eso: un espejo. No de las tendencias, ni de lo que otros esperan, sino de lo que somos. Y cuando una casa nos refleja con honestidad, entonces sí, podemos llamarla hogar.

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