Robin Wright regresa al cine. La actriz de 58 años, que durante los 90′ fue uno de los rostros más querido de una generación, vuelve a trabajar con Tom Hanks en Here, un proyecto dirigido por Robert Zemeckis (Forrest Gump, Regreso al Futuro) que promete ser una de esas películas -perfectas para Navidad- que capturan la esencia de dos actores que, aunque menos mediáticos que en otras épocas, siguen siendo dos de los nombres más sólidos de la industria. El regreso a la gran pantalla junto a Hanks, con quien trabajó en Forrest Gump en 1994, tiene algo de cierre de círculo. Hanks, siempre cálido y cercano; Wright, más contenida, más compleja. La química que había entre ellos en la icónica película sobre un hombre simple pero con una vida extraordinaria sigue presente. Y la película Here se perfila como una historia sobre el paso del tiempo, sobre la reflexión que viene con la edad y, por qué no, sobre la posibilidad de encontrar algo nuevo cuando ya no se busca tanto.
La noticia de este regreso es, más que una sorpresa, una reafirmación: Robin Wright nunca se fue. Es la misma actriz que conquistó al público con su papel de Jenny en Forrest Gump y que más tarde, en el papel de Claire Underwood en House of Cards, consolidó una carrera que parecía destinada a ser de cortes y giros, sin llegar a agotarse nunca. Es cierto que se alejó del cine en ciertas temporadas, pero su presencia ha sido constante, sabiendo cuándo aparecer y cuándo dar un paso atrás.
Se toma su tiempo para elegir proyectos. Y si algo define su trayectoria en estos últimos años es el silencio construido desde la serenidad de los años, de la madurez, de quien sabe que su relevancia no depende del número de películas que haga al año. El cine no le debe nada a Robin Wright, pero ella le ha dado algunas de las interpretaciones más recordadas de las últimas tres décadas.
Desde la joven princesa Buttercup -para muchos la más guapa de la historia- en La Princesa Prometida (Rob Reiner, 1987) hasta la dura y calculadora Claire Underwood de House of Cards, Wright ha recorrido un camino que no siempre fue fácil, pero que la ha llevado a esa zona rara del cine en donde no es necesario el ruido de los premios o las alfombras rojas para marcar la diferencia.
Su matrimonio con Sean Penn, que duró más de 14 años, fue una de las historias más mediáticas de Hollywood en su momento. Se conocieron en 1990, cuando rodaron juntos El clan de los irlandeses; se casaron en 1996 y tuvieron dos hijos juntos antes de divorciarse en 2010.
Sin embargo, a pesar de su separación y los altibajos emocionales que acompañaron la relación, la actriz ha salido indemne, encontrando en su trabajo la terapia perfecta para seguir adelante. En los últimos años, su vida personal se ha mantenido fuera de los focos, tal vez por una voluntad de control, tal vez porque sabe que su vida no es un espectáculo.
Su reciente divorcio -el tercero- con Clément Giraudet, un ejecutivo de moda francés con el que estuvo casada, también habla de una mujer que no tiene miedo a poner fin a algo que ya no funciona. En la misma línea, sus hijos Dylan y Hopper —fruto de su relación con Sean Penn— también han crecido con la influencia de una madre que ha preferido ser su amiga y consejera, sin interferir en sus decisiones. Dylan, la mayor, está dando sus primeros pasos en la actuación, mientras que Hopper ha trabajado como modelo.
A nivel físico, Robin Wright ha sido una de las pocas celebrities de Hollywood que ha conseguido envejecer sin perder su identidad. Ella ha preferido caminar con la cabeza alta: no busca ocultar las arrugas ni los signos del paso del tiempo; los lleva con la misma dignidad con la que lleva su carrera.
Pero no todo se reduce al paso del tiempo, claro está. Su regreso al cine con Here es una nueva oportunidad para que la industria vuelva a reconocer lo que ha sido uno de los talentos más subestimados de Hollywood. Esta película es una vuelta de tuerca a una actriz que nunca se olvidó de su oficio. Robin Wright siempre ha sabido cuál es su sitio: ese espacio donde la actriz elige, más que ser elegida, y donde el cine le debe, en realidad, mucho más de lo que a veces le ha dado.