La Generación Z parece estar redefiniendo el significado de la belleza. Nacidos entre finales de los 90 y principios de los 2010, estos jóvenes, considerados los primeros nativos digitales, también son la generación que más gasta en productos de belleza y cuidado personal. Pero, ¿qué les motiva a invertir tanto en su apariencia? Uno de los factores más influyentes en los hábitos de consumo de la Generación Z es el poder de las redes sociales.
Plataformas como Instagram, TikTok y YouTube -además de democratizar el acceso a la información-, han convertido a los influencers en las nuevas figuras de autoridad en el mundo de la belleza. “Las redes sociales han creado una cultura de la imagen donde la perfección y la estética se valoran enormemente”, explica Elena Vega, psicóloga. “Los jóvenes de la Generación Z están constantemente expuestos a estándares de belleza idealizados, lo que los impulsa a invertir en productos que les permitan alcanzar esos ideales”.
Según un estudio de la firma de investigación Piper Sandler, el 60% de los adolescentes encuestados admiten haber comprado productos de belleza influenciados por las recomendaciones de influencers. Esto subraya la importancia de las redes sociales como motor de compra, donde las tendencias se propagan con rapidez y los productos “virales” pueden convertirse en imprescindibles en cuestión de horas. A diferencia de generaciones anteriores, la Generación Z valora la autenticidad y la diversidad. Esto se refleja en sus elecciones de productos de belleza, donde buscan marcas que representen una amplia gama de tonos de piel, tipos de cuerpo y estilos. “Para la Generación Z, la belleza no es solo una cuestión superficial; es una forma de expresión personal y de identidad”, comenta Lorena Martínez, psicóloga especializada en comportamiento juvenil. “Buscan productos que no solo los hagan lucir bien, sino que también respeten sus valores y reflejen su individualidad”.
Esta búsqueda de autenticidad ha llevado al auge de marcas independientes y de nicho que promueven la inclusión y la sostenibilidad. Firmas como Fenty Beauty, creada por Rihanna, se han convertido en referentes gracias a su enfoque inclusivo y a su capacidad para conectar con un público diverso. Además, el 79% de los consumidores de la Generación Z prefiere comprar marcas que celebren la diversidad y la inclusión.
Otro aspecto clave que impulsa el gasto en belleza de esta generación es su creciente interés por el bienestar y la salud mental. Para muchos jóvenes, el autocuidado a través de la belleza es una forma de lidiar con el estrés y la ansiedad. El ritual de aplicar una mascarilla facial, por ejemplo, no solo es un acto de cuidado personal, sino también una pausa en medio del ajetreo diario. “El autocuidado se ha convertido en una forma de terapia para la Generación Z”, señala Carolina Alvarado, dermatóloga y experta en cuidado de la piel.
“Los productos de belleza ya no son solo para verse bien, sino para sentirse bien. Hay una conciencia cada vez mayor de la conexión entre el bienestar físico y emocional”. Este enfoque en el bienestar ha impulsado la popularidad de productos como los aceites esenciales, los cosméticos orgánicos y las rutinas de skincare, que prometen, además de mejorar la apariencia, beneficios para la salud emocional.
Tampoco se puede hablar de la Generación Z sin mencionar su fuerte compromiso con la sostenibilidad. Estos consumidores son conscientes del impacto ambiental de sus compras y prefieren marcas que adopten prácticas sostenibles y éticas. “Los jóvenes de hoy son más conscientes que nunca del impacto que sus decisiones de consumo tienen en el medio ambiente”, comenta Andrea López, experta en en la industria de la belleza. “Buscan productos efectivos y respetuosos con el planeta”, añade. Este enfoque ha llevado a un aumento en la demanda de productos ecológicos, veganos y libres de crueldad animal. Además, las marcas están respondiendo con envases reciclables y fórmulas más limpias, lo que se ha convertido en un requisito casi indispensable para captar la atención de esta generación.