“Las mujeres no tenemos permiso. Y no hablo solo de la parte sexual. Me refiero al placer de comer, de descansar, de ocio, de sacar la ira cuando nos rompen el corazón. En su lugar, hay que mantener la cordura y la madurez. Es el mantra que persigue a las mujeres”. Así arranca conversación con la escritora Noemí Casquet (Sabadell, 1992), tan directa que deja claro que se ha empleado a fondo en quemar esta y otras ideas en su nuevo libro Pirómanas. Después de su exitosa trilogía Zorras, Malas y Libres, nos sorprende con esta entrega, literalmente incendiaria, escrita, como ella misma nos cuenta, casi con una caja de cerillas en la mano.
“Nos pueden desgraciar la vida, pero nosotras debemos ser las maduras de la relación cuando se rompe. Y si llega, comportarnos como las salvadoras, las compasivas, las benevolentes. Es decir, ser unas buenas ex. ¿Por qué no hacer uso de una rabia bien controlada que nos permita marcar nuestros límites y denunciar a través de las vías que escojamos lo que hemos vivido? De nada sirve proteger a alguien que no nos quiso proteger a nosotras”, avanza Casquet.

Sin prisa, pero sin tregua, la escritora habla claro y nos anima a romper con el rol de la buena ex y empezar a priorizarnos a nosotras mismas. ¿Y qué hacemos con el corazón roto? “No es fácil, pero no debemos empeñarnos en entregar una vida como si fuese una empresa en la que hemos invertido nuestro tiempo y energía y no dejamos quebrar”. Ella misma pasó este proceso y aprendió que no debía romper consigo misma, que esa otra persona no iba a cambiar y que no debía esperar un “glow up”.
Esta expresión anglosajona, tan de moda en las redes, lleva a muchas a mujeres a alimentar su ego con frases que le obligan a dar una versión maravillosa de sí mismas. “La ira, la tristeza, el desconcierto, la soledad, el dolor… son emociones lógicas en pleno duelo. No sirve de nada bloquearlas. Sentirlas es un recordatorio de que estamos vivas, pero es imprescindible el autocuidado y el no autocastigarse. No hay un tiempo perfecto para superarlo, cada uno debe buscar su ritmo. Llegará un día en que dejará de doler tanto y, al final, todo pasa”, dice.
Casquet nos confiesa que este ha sido su libro más personal. Lo ha escrito desde lo vivido y sentido, pero sin pretender ocupar el espacio de lo que hayan experimentado otras personas. Empezó a escribirlo desde un pueblo en República Dominicana, con el pelo mojado y el corazón roto. A sus pies, dos gatos callejeros y una crisis de identidad agravada por el diagnóstico de celiaquía. En medio de todo, se encontró, metafóricamente hablando, una caja de cerillas medio llena y ardió en deseos de quemar: “estereotipos, patrones, aprendizajes que nos llevan a ser querer ser deseadas, calladas, aprobadas y elegidas por otros sin que nos importe el precio”.

Con las cerillas en su poder encontró cuatro grandes focos de incendio. “El primero, la identidad. Quemé la máscara y la falsa performance que ocultaban mi esencia. El segundo, el miedo que me impedía descubrir de lo que era capaz y de qué estaba hecha. El tercero, todo aquello que frenaba mi placer, mi energía sexual y la capacidad infinita de gozar. Por último, carbonicé las dinámicas tóxicas y los patrones que nos llevan a una espiral de relaciones que nos dañan”.
Después de estos cuatro incendios transformadores, empezó a amarse desde el lugar que merece. “Ahora -advierte- tengo claro quién soy y qué quiero. Ya no me adapto a los que otros esperan y he redescubierto sensaciones y placeres que tenía olvidados”. Reconoce que el proceso es duro y que, siguiendo con la metáfora del fuego, a veces le ha temblado la mano mientras sostenía la cerilla prendida, pero ha respirado profundo sabiendo que “todo lo que arde, en realidad, te está iluminando”.

La sexualidad ocupa parte del contenido de Pirómanas y, en general, de la vida de esta escritora. Ha impulsado su propia escuela de “educación sexual explícita”, Santa Mandanga, nacida “para hacer ruido, romper moldes, derribar tabúes para hacer el trabajo sucio por ti (y nunca mejor dicho)”.
Aunque se considera una persona no monógama, admite que experimentó el poliamor y no le sirvió. “Lo que defiendo es darnos permiso de elección para explorar y gozar nuestros placeres como una forma más de resignificar el poder femenino. El sexo es el arma de revolución masiva más poderosa que existe. Tú y yo estamos aquí gracias al sexo. Por eso, la energía más poderosa es la energía de nuestro origen, y se llama sexualidad. Merecemos el infinito placer que nos ofrece la vida, permitirnos el disfrute. Es hora de conquistar este terreno que forma parte de nuestro amor propio y del respeto mutuo”, concluye decidida a que otras mujeres emprendan su particular camino del fuego.