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Natalie Harp, la “hija putativa” de Donald Trump

En los corrillos mediáticos, esta joven que agradece al presidente electo la curación de su cáncer óseo es objeto de broma; en la cúpula del poder, su influencia empieza a ser inquietante

Natalie Harp y Donald Trump / Shutterstock

Comparar a Donald Trump, como hace Natalie Harp, con la ejemplaridad de George Bailey, el protagonista de ¡Qué bello es vivir!, quizá sea glorificarle en exceso o estar bajo el efecto de alguna anomalía sentimental. Esta expresentadora de televisión, de 33 años, está desatando estos y otros comentarios desde que se la ve corriendo detrás de Donald Trump, casi pisándole los talones, impresora portátil en mano. Su intención no es otra que es endulzarle la vida con noticias que le favorezcan. ¿Oportunismo ahora que las elecciones le han devuelto la presidencia de Estados Unidos? No, esta extraña exaltación viene de lejos.

La joven, de profundas creencias religiosas, llamó la atención del magnate cuando apareció en 2019 en Fox News agradeciéndole la llamada ley Right To Try, aprobada por Trump en mayo de 2018. Vestida de rojo, relató que en 2014 le detectaron un cáncer de huesos terminal y poco común. En 2015 su estado empeoró después de que, por error médico, se le administrase por vía intravenosa agua esterilizada, en lugar de solución salina. Tampoco habían surtido efecto los dos ciclos de quimioterapia, por lo que, a punto de ser desahuciada por el sistema de salud, la nueva ley le abrió la posibilidad de acceder a un tratamiento experimental.

Tal y como ha explicado en sus redes sociales y en varias entrevistas, frente a los cuidados paliativos como única opción, pudo probar un medicamento de inmunoterapia con el que su salud mejoró significativamente. Unos meses después, Trump le pidió su participación en la Convención Nacional Republicana de 2020, y repitió su historia. “Si no hubiese llegado a tiempo la aprobación de esta ley que permite el derecho a intentarlo, hoy no estaría viva. Sin usted, habría muerto esperando que mis solicitudes fueran aprobadas”, le dijo.

En 2022, Harp decidió poner fin a su carrera televisiva en el canal ultraderechista One America News Network para sumarse a su equipo. Sin un plan específico, pero desde esa devoción que resulta objeto de broma cuando aparece junto a él imprimiéndole al instante los artículos y comentarios positivos. Durante la última campaña presidencial, fue fotografiada en los campos de golf donde el presidente electo practica una de sus mayores aficiones, acompañándole en su propio carrito y sin separarse de su equipo portátil. Se ha ganado bien a pulso el mote con el que se la conoce: “impresora humana”.

Si desde fuera su comportamiento despierta comentarios jocosos, en el equipo de Trump empieza a preocupar muy seriamente que tome el control del flujo de información en torno al futuro presidente de Estados Unidos. Sobre todo, que actúe por su cuenta y riesgo, obviando que existe un equipo de comunicación que se encarga de gestionar de manera muy cautelosa todo lo que atañe al magnate, con un pie ya en la Casa Blanca.

Dada la dimensión de Donald Trump, se podría pensar que sufre síndrome de erotomanía, un trastorno obsesivo que lleva a interesarse en exceso por la vida de una celebridad comportándose de forma incontrolable. Si fuese así, se trataría de una versión optimista y extrovertida, muy distinta a esa otra forma que deriva en ansiedad y comportamientos problemáticos. Así al menos se desprende de una serie de cartas enviadas al magnate a las que ha tenido acceso The New York Times. En ellas, Harp se deshace en halagos y le describe como su “guardián y protector”, usando expresiones como “eres todo lo que me importa” o “no quiero decepcionarte nunca”.

Natalie Harp y Donald Trump / Shutterstock

Ni siquiera en la órbita de Trump aciertan a ponerle nombre a esta relación. ¿Ahijada? ¿Asistente? ¿Amiga? ¿Colaboradora? La respuesta la ha dado él mismo dirigiéndose a ella como si se tratase de una hija más, con apelativos como “cariño” o “dulce”. La mejor definición de esta curiosa relación sería, por tanto, la de “hija putativa”. Es decir, la toma como tal sin necesidad de serlo. Harp cumple, incluso supera, las expectativas de cualquier padre hacia su hijo: lealtad, gratitud, respeto, franqueza, devoción, admiración… Le colma de atenciones. Si a ella le gusta alegrarle el día con historias positivas, más le agrada a él que le regalen los oídos.

Así se explica la imagen, que tanta polvareda levantó, de ella corriendo tras el carrito para darle la última buena nueva cuando se encontraba en uno de los tres campos de golf que el magnate posee en Escocia, la tierra natal de su madre. Las malas lenguas dicen que Trump acostumbra a rodearse de un séquito de mujeres atractivas, muy jóvenes y leales, pero la compañía de Harp no tiene nada que ver con este tipo de fanfarronería. Es verdad que es joven y tiene un estilo muy glamouroso, pero su influencia sobre Trump es, además de pragmática, emocional. Según Steven Cheung, portavoz de campaña de Trump y nuevo director de comunicaciones, él no olvida que mantuvo su lealtad incluso en las horas más bajas como político, después del asalto al Capitolio de 2021, y valora muy positivamente “su ética y dedicación”. Son palabras que se repiten en su entorno, además de estar convencidos de que su actitud alegre y extrovertida le hace mucho bien a este líder a menudo malhumorado.

Por otra parte, es una profesional preparada para desempeñar un papel influyente en la Casa Blanca y, según apuntan los asesores políticos estadounidenses estos días, no sería descabellado que supervisase las redes sociales. Al mismo tiempo, advierten del riesgo de convertirse, desde su desmedida veneración, en altavoz sin filtro de sus teorías conspirativas o de los pensamientos que Trump pueda expresar de una manera impulsiva.

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