Dice John Gottman, el psicólogo de referencia si queremos saber cómo lo hacen las parejas estables para ser felices, que un buen puñado de hombres preferiría un despido laboral antes que saber que su pareja ya no le desea. Sin embargo, muy pocos abordan directamente ni este ni cualquier otro tema relativo al sexo. ¿Qué lleva a tener este sentimiento tan frustrante?
La evidencia más clara es la apetencia sexual. En general, la mujer se conforma con una o dos veces a la semana, mientras que a ellos les gustaría al menos cuatro o cinco veces por semana. Según los últimos datos de la academia erótica Diversual, la media en España ronda los ocho encuentros sexuales al mes. Este desfase entre querer y poder nos da la primera señal de insatisfacción por una razón que advierte Gottman: “el varón necesita sexo para sentir la cercanía de su pareja”. Tener que mendigarlo acaba resultando cansino.
El hombre, por otra parte, está sometido socialmente a una fuerte presión por la potencia sexual, aunque a estas alturas, ya derribado el mito de macho alfa proveedor, puede que empiece a ser una cuestión individual, pero no por eso menos importante. Cuando siente que su sexualidad no rinde como a los 20, empieza, según este psicólogo, a evitar el sexo. En sus investigaciones ha detectado que el 15 por ciento de las parejas de más de 45 años deja de tener relaciones íntimas y suelen ser ellos quienes, ante la frustración por su escaso desempeño sexual, toman una drástica decisión: “no quiero más sexo contigo”.
¿Qué opinan ellas? La sexóloga Nayara Malnero, autora de Las parejas felices, confirma que el 30% de las mujeres no están satisfechas, sin que signifique que haya que achacar la culpa al varón. Por tradición, tabúes demasiado arraigados y vergüenza, acostumbran a silenciar sus deseos y a ocultar su mapa erógeno particular. Como consecuencia, deciden salir airosas fingiendo sus orgasmos.
Con este panorama, difícilmente el hombre puede avanzar en sus prácticas afectivas y sexuales. De ahí que a menudo se estanquen en el modelo androcéntrico de la sexualidad, limitando el acto a la penetración y condenando a la mujer a una vida sexual insatisfactoria y fingida. Este lastre tiene un costo alto también para él, que no es ajeno a las encuestas que delatan el altísimo porcentaje de orgasmos fingidos. En su desarraigo, el hombre pide a gritos el amparo de los irresistibles David Beckham, Brad Pitt o George Clooney, los últimos en coronarse en esa nueva masculinidad que tan dichosas parece hacer a sus parejas.
Pero el problema que más disparate genera sigue siendo el tamaño. Ante la duda de si será o no suficiente, muchos hombres se autoconvencen de no estar suficientemente dotados para satisfacer en sus relaciones íntimas. Y volvemos al eterno dilema: ¿el tamaño es importa? Sabemos que a ellos sí, demasiado. Algunos se califican a sí mismos de inadecuados y patéticos y justifican con ello su inapetencia. La realidad es que solo importa cuando ese tamaño peca tanto por exceso como por defecto, cosa que raramente ocurre. La gran mayoría entra en el rango de lo normal. Los micropenes o maxipenes son excepciones en la naturaleza humana. Otra cosa es que se comparen con la realidad aumentada de las estrellas del porno.
En el adulto, micropene se refiere a que el tamaño es menor de 7cm en erección, un problema generalmente hormonal. Su incidencia no llega a 1,5 casos por cada 10.000 varones, de acuerdo con la publicación especializada BJU International. La cuestión es que, obviamente, es algo que se descubre demasiado tarde, cuando Cupido ha hecho de las suyas.
Incluso por debajo de la normalidad, con un grosor adecuado, estos penes pequeños pueden cumplir su función con normalidad. Aun así, las consecuencias para el que lo padece son imprevisibles, desde el punto de vista anímico y en su calidad de vida. Pero, en lugar de lamentarse, lo aconsejable es acudir a un especialista andrólogo y endocrinólogo para que evalúe la situación y una posible solución.
Independientemente de las razones que lleven a sentir frustración, la satisfacción sexual es el mejor predictor de felicidad en una pareja e incluso del bienestar masculino. Un hombre decepcionado sexualmente consigo mismo se altera con frecuencia, da señales de estrés y nerviosismo, tiene dificultad para conciliar el sueño y corre el riesgo de caer en hábitos poco sanos. La ciencia no ha inventado aún un síndrome con el que se identifique, pero, de seguir así, todo se andará. El malestar, como vemos, empieza a ser un problema crónico.
Lo habitual es abordar qué está ocurriendo, qué inhibe el deseo erótico y qué se interpone a hora de alcanzar el orgasmo y, por tanto, la gratificación sexual. A veces hay dolores, problemas en la relación, trastornos ginecológicos y disfunciones eréctiles, abuso de sustancias, un problema cardiovascular u hormonal que aún no ha dado la cara o situaciones de estrés por el ritmo acelerado de la vida que inhiben la función sexual y generan decepción, el peor de los descontentos de una pareja. Volvemos a Gottman, que plantea el remedio con un consejo muy gráfico: compartir ese estado de ánimo equivale a cargar con un cubo lleno de agua entre los dos. De lo contario, ambos acabarán empapados.