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Melania Trump irradia poder: El valor de la imagen en las primeras damas de EEUU

El conjunto de Adam Lippes escogido para la inauguración presidencial de 2025 subraya el propósito político de Donald Trump sin perder su personalidad. El power dressing caracteriza a las primeras damas a lo largo de la historia

A Jacky Kennedy, la más icónica de todas las primeras damas que han pasado por la Casa Blanca, no le gustaba nada la expresión First Lady. Le sonaba a caballo de carreras. La comparación no estaba mal, teniendo en cuenta la belleza de estos ejemplares y la amplitud de cualidades que se les exige. Es un rol que no está definido en la Constitución americana, pero su poder es increíble. Tanto por lo que puedan susurrar al oído de sus maridos como por sus propias ocupaciones.

Cada una redefine su papel como anfitriona de la nación, defensora de causas sociales, embajadoras de moda o imagen pública del gobierno. Es importante que proyecten autoridad y su propio poder, sin dejar de ser auténticas. Su mejor baza acaba siendo su estilo, un elemento que queda bajo escrutinio desde incluso la campaña presidencial.

La primera dama, cuando ni siquiera se había acuñado este término, fue Martha Washington (1789-1797), una mujer que se ganó el aprecio del país por su ayuda a los soldados de la guerra de la Independencia. Y el único mandato sin primera dama fue el soltero James Buchanan (1857-1861), aunque su sobrina Harriet Lane ejercía como tal en las recepciones de Estado.

Melania Trump es la única que ocupará dos veces no consecutivas el cargo. Durante el primer mandato de Donald Trump, se mostró reservada e incluso enigmática. La publicación de sus memorias sirvió para escuchar su propia voz, pero no esto no la alejó del proyecto político de su marido. Y este es el mensaje que ha proyectado en la inauguración presidencial de 2025. Con su elegante conjunto de Adam Lippes, un diseñador nacido y afincado en Nueva York, Melania demuestra que camina de su mano tanto en el corazón como en su proyecto político. Recordemos que gran parte de su última campaña se centró en reforzar la economía del país.

Una misma voz también en sus estilismos, marcados por la sobriedad de los colores y del patronaje. El vestido abrigo abotonado de Melania en azul oscuro que combinó con una camisa blanca y un sombrero de ala ancha del mismo tono transmitía seriedad y al mismo tiempo esa frialdad de la que no se desprende la primera dama, a pesar de que su presencia atempera y humaniza la del presidente.

La ceremonia de investidura es el momento clave para cualquier first lady. Lo que el resto del mundo puede ver como un cuento de hadas, ellas lo aprovechan como una declaración de intenciones. Es el llamado power dressing, que sobresale entre la pompa, la música, los votos y juramentos. Rosalynn Carter recicló un vestido usado cuando su esposo, Jimmy Carter, asumió la presidencia en 1977. Trató con ello conectar con las penurias de la gente corriente, tal y como había prometido su marido en campaña, pero la reacción no fue la esperada. El pueblo estadounidense quería ver una primera dama, no una mujer corriente.

Los tiempos han ido cambiando y los asesores de imagen cuidan al detalle esa primera presentación estudiando meticulosamente que el vestuario encaje como un guante en la personalidad de la primera dama y a la vez en el discurso de su marido.

En 2021, Jill Biden vistió un abrigo de cachemira con las flores bordadas de los 50 estados. El mensaje era poderoso: unidad. “La unidad hace fuerza y es necesaria para el camino por delante. El símbolo floreciente para representar este mensaje son las flores federales de todos los estados y territorios de los Estados Unidos de América”, comentó en su perfil su diseñadora, la uruguaya Gabriela Hearst.

El presidente estadounidense, Barack Obama, y su esposa, Michelle, saludan a su llegada al Baile de los Estados del Centro-Oeste, organizado con motivo de su investidura en Washington (Estados Unidos), el 20 de enero de 2009. Obama juró su cargo como 44º presidente de Estados Unidos en la capital del país. EFE/Peter Foley.

Michelle Obama guarda en la memoria la imagen poderosa que le devolvió el espejo con aquel modelo blanco y con flores de gasa y pedrería con el que danzó junto a su recién investido esposo, Barack Obama, el 20 de enero de 2009. El vestido de Jason Wu, diseñador fetiche de las políticas demócratas, incluía una discreta cola que recogió durante su sensual baile.

Cabe preguntarse quién eleva a quién. En 2001, por ejemplo, fue Laura Bush quien hizo crecer al texano Michael Faircloth con el vestido rojo que lució en la gala celebrada en el Ronald Reagan Inaugural Ball. Muchos expertos opinan que es uno de los mejores diseños que se han visto en los actos de investidura del país. Discreto y modesto, igual que fue esta reservada dama, firme defensora de los derechos de la mujer.

Su antecesora, Hillary, acompañó a su marido Bill Clinton en la jura del cargo, en 1993, con un abrigo azul de Sarah Phillips, bajo el que llevaba un traje de cuadros rojos y un sombrero de Darcy Creech. Más adelante, tuvo que reajustar su imagen a sus ambiciones presidenciales, con diseños que, sin romper una imagen de confianza, rebajaban su aspecto frío y masculinizado.

Nancy Reagan brilló en 1981 con un sofisticado vestido de James Galanos.

Anterior a ella, Barbara Bush, madre y esposa de presidentes y acérrima defensora de su clan, es recordada por su cabello blanco y su gusto por los collares. Acorde con ese carácter formal, escogió el colorazul para su primera noche como primera dama, en 1991, en una pieza diseñada por Arnold Scaasi.

Todas ellas venían marcadas por Nancy Reagan, que, en 1981, brilló con un sofisticado vestido de James Galanos que dejaba un hombro al descubierto. Durante su tiempo en la Casa Blanca, apostó por los creadores americanos, manteniendo un gusto clásico y recatado, eco de las políticas conservadoras de su marido, Ronald Reagan. Es la línea con la que Melania Trump ha inaugurado esta nueva etapa.

En 1974, el malogrado Richard Nixon explicó el significado del abrigo cruzado que vistió su mujer, Pat, en 1969: “No tiene un abrigo de visón, pero sí un respetable abrigo de tela republicano”. Lo cierto es que para el baile eligió un majestuoso conjunto de Harvey Berin de satén de seda y profusamente bordado.

Fotografía facilitada por la Galeria Joseph de París. (EFE)

Quien realmente marcó una nueva era en la Casa Blanca fue Jackie Kennedy. Hizo de su estilo su seña de identidad y su imagen eterna sigue inspirando a mujeres de todo el mundo. En la toma de posesión de John F. Kennedy llevó un abrigo de Oleg Cassini, un sombrero pillbox de Halston y un manguito de marta cibelina.

Para quien se pregunte por qué este interés en el atuendo de las primeras damas en sus tomas de posesión, la socióloga Leslie Irvine tiene una respuesta: “Como celebridades, su moda debe demostrar que no son mujeres comunes y corrientes. En su papel relacionado como símbolos, deben transmitir la grandeza del cargo y de la nación misma a través de la elegancia y el estilo”.

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