Cuando nació su primer hijo, Elon, Maye Musk vivía en un pequeño apartamento de dos habitaciones con vistas a un garaje. Con el segundo, Kimbal, el tamaño seguía siendo reducido, pero mejoraron las vistas. Cuando llegó Tosca, la pequeña, pudieron mudarse a una casa de dos habitaciones. Al cumplir los 50, recibió como regalo de sus hijos una casita de juguete, un coche en miniatura y una firme promesa: “algún día serán de verdad”. Son anécdotas que marcan la biografía de la madre del multimillonario tecnológico que hoy desafía al mismísimo Donald Trump posando en el emblemático escritorio Resolute del Despacho Oval, un privilegio reservado a los presidentes estadounidenses.
Maye tiene ahora 76 años, conduce un Tesla y disfruta de una fortuna de 45 millones de dólares, según la plataforma CA Knowledge. También su hijo Elon Musk es rico, muy rico. De hecho, el más rico del mundo. Tras la victoria en las urnas de Donald Trump, su fortuna marcó el doble récord de superar el umbral de los 400.000 millones de dólares y casi duplicarla en solo un par de meses.

Elon Musk y su madre, Maye, a su llegada a la Met Gala de Nueva York. / EFE / EPA / JUSTIN LANE
¿Quién es la mujer que cantó a Elon Musk en la cuna? ¿Quién plantó la semilla de este hombre cuya ambición sobrepasa todo límite terrenal? ¿De qué estaban hechos los brazos que le mecieron, las manos que modelaron su carácter o el biberón que le alimentó? ¿Qué ley divina creó para elevarle a los altares? Hay que exhalar, casi con una reverencia, su nombre. Mientras su hijo planea cómo reinventar el mundo y habitar el espacio, esta mujer triunfa en las pasarelas de todo el mundo.
En la Semana de la Moda de Nueva York cerró el desfile de alta costura de la firma china Juzui. Con pelo gris casi blanco, su presencia, imprescindible en estos eventos, es la declaración estética más auténtica de que algo está cambiando en el mundo de la belleza. Como gurú de la salud y del bienestar y desde el pedestal que le dan los años, se permite hablar de la importancia de la crianza restando importancia a los sacrificios materiales. “Tener hijos es el mejor regalo de la vida”. A sus palabras, muchos ciudadanos reaccionan con duros ataques, recordándole su patrimonio. Sin embargo, merece la pena echar la vista atrás, como ella hace, para recordar que no lo tuvo fácil.

Maye Mask, desfilando en la Semana de la Moda de Nueva York. / EFE / EPA /SARAH YENESEL
Divorciada, víctima de maltrato por parte de su marido y sin recursos, trabajó incansable y desarrollo fortalezas que inspiraron a sus tres hijos. En 1979, cuando Elon tenía diez años, Maye se mudó con sus tres hijos a Canadá. A veces se vio con dificultades para poner un plato de comida en la mesa. No se podía permitir salir a cenar, hacerse la manicura o teñirse el pelo. Tampoco tomarse un descanso, pero nunca se doblegó. Según declaró a la revista Vogue, se despertaba cada mañana feliz y optimista por lo que el día le pudiese deparar. Lo normal era que no ocurriese nada, pero no le impedía levantarse al día siguiente con la misma emoción. Todavía hoy mantiene este hábito.
Tuvo que lidiar con las facturas, pero también con el acoso escolar que padeció Elon Musk a causa de su pequeña estatura y del síndrome de Asperger, aún sin diagnóstico, que ya daba señales inequívocas. Frente a la adversidad, Maye fomentó en el niño una ética de trabajo incansable, un deseo insaciable de triunfar y una férrea determinación para desafiar cualquier obstáculo.
Entendió que, a pesar de sus dificultades para la interacción social y patrones de comportamiento y pensamiento inusuales, su inteligencia, que claramente superaba con creces a la media humana, sería la fuerza impulsora que le definiría de por vida. Fue su primer apoyo cuando, ya de niño, soñaba con planetas lejanos y tecnologías futuristas.
Maye Musk desciende de una saga de aventureros que recalaron en Sudáfrica durante la era colonial. Su madre, la canadiense Wyn Haldeman, ya rompía cualquier límite como piloto de aviones. La consulta quiropráctica de sus padres les permitió realizar viajes de aventura. Como ejemplo, en 1952, volaron 35 000 kilómetros alrededor del mundo en un avión que su padre había llevado desmontado en piezas desde Canadá. Ella escogió la carrera de actriz, modelo y nutricionista. Con 20 años, solo unos meses antes de contraer matrimonio con Errol Musk, quedó finalista en el concurso de belleza 1969 Miss Sudáfrica. Por cierto, cuando Elon habla de su padre, se refiere a él como “un ser humano malvado”, capaz de cometer todos los delitos y maldades imaginables.
Septuagenaria, Mayer sigue siendo reclamo para las revistas de moda más importantes, marcas de cosmética y pasarelas de todo el mundo. Su longevidad profesional en un ámbito en el que los veinte son el límite rompe todas las reglas. Es la madre de Elon -sí, es inevitable que se lo recuerden-, pero tiene un nombre propio en la industria de la moda y en la redefinición del envejecimiento con gracia. Al cumplir los 70 dijo se encontraba en su plenitud, pero advertía que aún se veía con ganas de alcanzar un nuevo pico. Viendo cómo camina sobre la pasarela, confirma que, tal y como ha declarado, su único techo es el cielo.
Achaca su espíritu vitalista a sus padres, que le inculcaron el sentido de la aventura y del emprendimiento, además de darle como guía una ética laboral basada en la perseverancia, la puntualidad y la dedicación a los demás. En este ambiente crecieron Elon Musk y sus dos hermanos, quienes, a falta de niñera, la acompañaban con frecuencia a sus desfiles. Sentados en primera fila, se entretenían leyendo o pergeñando en sus mentes sueños que ella misma ayudó a florecer.
En Toronto, con sus primeros ingresos compró una alfombra gruesa donde dormir y un ordenador para Elon. En 1996, reunió sus ahorros, que ya sumaban 10.000 dólares y se los entregó a sus hijos para sufragar los gastos de la empresa de software recién creada. Cuando vendieron esa primera empresa, ya estaba valorada en 300 millones. Su ejemplo había calado fuerte en su prole. Además de Elon, indiscutiblemente genial, del matrimonio nacieron Tosca, reconocida cineasta, y Kimbal, que lidera un movimiento de alimentación sostenible. Sigue ejerciendo de madre protectora y, cada vez que se incendian las redes sociales por uno de ellos, tanto su equipo como sus hijos tienen que contener su furia.
La fama imparable de Musk le obligó a guardar con celo su vida privada y, durante un tiempo, se resistió a las redes sociales. Pero enseguida vio en ellas una oportunidad laboral para labrarse la marca con la que hoy representa un nuevo rostro femenino. Solo en Instagram, acumula ya 1,5 millones de seguidores, principalmente mujeres que se sienten identificadas con su mensaje: “La belleza es para todas las edades”. A su lado, las modelos más jóvenes que ven el paso de los años como una amenaza, observan que hay clichés que empiezan a quedar trasnochados.
En 2016, cuando apareció en la Gala Met de la mano de su hijo Elon, todos los focos apuntaron hacia ella. Especialmente impactante fue su imagen, ese mismo año, en los premios de la diseñadora Diane von Fürstenberg: cabello corto plateado, sin bótox, con tacones de aguja y un vestido de encaje blanco ceñido al cuerpo. La pianista serbia Marina Arsenijevic comentó: “¿No es maravilloso ver a una mujer de verdad?”. Fue solo el primero de un largo repertorio de elogios que recibió esa noche.
Desde la cima, cuando echa mano de la memoria, lamenta que los miedos le hicieron permanecer demasiado tiempo encerrada en su propio sótano emocional. Mientras inspira a otras mujeres para que superen sus temores cuando todo va mal, siente que está empezando una nueva etapa profesional y sonríe cuando recuerda que a los 15 le dijeron que en tres años su carrera habría acabado.