SUS RELACIONES

Mario Vargas Llosa, los amores del Nobel que se casó con su tía, cautivó a Isabel Preysler y volvió a casa

Su vida sentimental estuvo marcada por romances apasionados, matrimonios polémicos y una exposición mediática que rivaliza con la trama de sus novelas

Fotografía: Kiloycuarto

Si la vida de Mario Vargas Llosa hubiese sido una novela, habría que clasificarla como realismo pasional. Lo suyo fue más que una carrera literaria o una biografía de premios y polémicas. Fue una historia de amor -o mejor dicho, de amores- digna de una telenovela escrita por él mismo. Desde su atrevido primer matrimonio con su tía política hasta su regreso final al hogar de toda la vida tras su mediática ruptura con Isabel Preysler, el autor peruano vivió entre páginas, premios y pasiones.

Julia, la tía que se convirtió en su primer gran amor

Corría la Lima de los años 50 cuando un joven Vargas Llosa, de apenas 19 años, se enamoró de Julia Urquidi, la hermana de su tía política y 13 años mayor que él. Ella, elegante, divorciada y cosmopolita. Él, un muchacho con vocación literaria y la rebeldía de quien ya escribía contra el orden establecido. Se casaron en 1955, generando un escándalo en la familia, que no veía con buenos ojos aquella unión a contracorriente.

El matrimonio duró casi una década. Julia lo acompañó en sus inicios literarios, cuando él aún no era el Nobel ni el político, sino un joven bohemio y apasionado. Pero la historia no terminó bien. Ella publicó años después Lo que Varguitas no dijo, un libro donde contaba su versión de los hechos, y que molestó profundamente al escritor. Años más tarde, él la inmortalizaría en La tía Julia y el escribidor, mezclando ficción y memoria en una comedia que no hizo mucha gracia a su protagonista real.

Mario Vargas Llosa / EFE

Patricia Llosa: la prima, la compañera, su mujer de toda una vida

Después del divorcio con Julia, Mario Vargas Llosa encontró el equilibrio -al menos durante muchos años- junto a su prima Patricia Llosa. Se casaron en 1965, desafiando de nuevo las convenciones familiares, y construyeron una vida juntos que duró más de cinco décadas. Tuvieron tres hijos, compartieron países, embajadas, mudanzas, recepciones, crisis políticas y literarias, y un Nobel en 2010 que ella vivió discretamente desde la segunda fila, como siempre había hecho.

Patricia fue su sombra discreta y su mayor apoyo. Nunca quiso ser protagonista, pero era ella quien organizaba los viajes, leía sus manuscritos y gestionaba los silencios. Durante medio siglo, fue su hogar, su cómplice y su refugio. Pero todo cambió en 2015, cuando el nombre de Isabel Preysler entró en escena.

El escritor peruano Mario Vargas Llosa y su mujer, Patricia Llosa / EFE

Isabel Preysler, la musa inesperada que lo colocó en las revistas del corazón

La historia fue de película (o de portada en ¡HOLA!). En 2015, el escritor peruano aparecía del brazo de Isabel Preysler, la reina indiscutible del mundo del corazón. El romance sorprendió al mundo entero: él, escritor de élite, Premio Nobel y ex candidato presidencial; ella, glamourosa, magnética, experta en titulares, y viuda reciente de Miguel Boyer.

Durante siete años, protagonizaron una relación de cara a la galería. Vacaciones en las costas europeas, cenas con realeza, entrevistas exclusivas, miradas cómplices en photocalls. Él parecía haber encontrado un nuevo escenario, el de la jet-set. Se instaló en Madrid y cambió su entorno habitual por alfombras rojas.

Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler / EFE

Pero no todo era tan perfecto como parecía. Las diferencias comenzaron a notarse. Ella vivía de la exposición pública; él, pese a sus columnas, aún creía en cierto recogimiento. Y, como en tantas novelas, llegó el desenlace. En diciembre de 2022, Isabel Preysler anunciaba la ruptura con un comunicado escueto pero elegante. Se acababa el romance más inesperado de las letras hispanas.

Y como si el tiempo diera una segunda oportunidad, Vargas Llosa volvió. Volvió a su casa, a su familia, a Patricia. Nunca hubo una confirmación oficial de reconciliación, pero tampoco hizo falta. Ella estuvo a su lado en sus últimos meses, cuando la salud ya flaqueaba y la tinta también.

Vargas Llosa con Isabel Preysler y la actriz Aitana Sánchez Gijón / EFE

Así, el Nobel cerró su historia como cierran las mejores novelas: regresando al punto de partida, con la misma mujer que lo había acompañado cuando aún no era Mario Vargas Llosa, sino simplemente Mario. Quizás ahí, en ese círculo íntimo y casi secreto, estuvo su verdadero final feliz.

Quiso con la osadía de un personaje de sus novelas, se equivocó como cualquiera, y vivió cada historia con intensidad. Vargas Llosa fue muchas cosas -escritor, político, un tipo polémico- pero también fue, y no menos, un hombre que creyó en el amor incluso cuando se rompía.

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