Hay imágenes que no necesitan explicaciones. Una de ellas, la que ha dado la vuelta a Suecia en las últimas horas, habla por sí sola: tres niños sujetan a su hermana recién nacida con una mezcla de orgullo y fascinación. Inés Marie Lilian Silvia de Suecia, duquesa de Västerbotten, nació el pasado 7 de febrero llegó con el peso de un linaje en su nombre.
Su abuelo, el rey Carlos XVI Gustavo, la presentó en sociedad siguiendo el protocolo, en ese Consejo de Estado solemne donde cada sílaba de su nombre tiene un porqué y una historia detrás. Marie, como su madre; Lilian, como aquella tía abuela que desafió a la corte sueca por amor; y Silvia, como la reina que ha sido testigo de la transformación de la monarquía escandinava. Todo en orden, todo en su sitio.
Pero en la imagen que han compartido sus padres en redes sociales no hay tronos ni solemnidad. Tampoco discursos. Hay una niña de apenas unos días dormida en los brazos de sus hermanos, tres rubios de ojos claros que la miran como si acabaran de recibir el regalo más importante de su vida. Son Alexander, Gabriel y Julian, de 8, 7 y 3 años; su primer hogar, mucho más que el palacio donde ha nacido.
No ha habido necesidad de una presentación formal. Su padre, el príncipe Carlos Felipe, y su madre, Sofía, han publicado la foto con una frase sencilla: “Nuestro cuarteto está completo”. La princesa Magdalena, la tía de la recién nacida, ha querido sumarse con un mensaje que resume lo esencial: “Bienvenida, Inés. Ya eres muy querida”.
La duquesa de Västerbotten, pese a su título, no tendrá tratamiento de Alteza Real, como sus hermanos. Es una decisión que su abuelo tomó en 2019 para reducir el núcleo duro de la familia real y permitir a los más pequeños crecer sin las exigencias de una agenda institucional. Pero los niños no entienden de cambios en la casa real ni de títulos nobiliarios. Para ellos, su hermana no es una princesa ni una duquesa, es Inés. Es la niña que dormirá en la habitación de al lado, la que se meterá en líos cuando aprenda a caminar y la que llorará cuando le escondan los juguetes.
Mientras en el Palacio Real de Estocolmo se siguen los protocolos, en su casa, la nueva integrante de la familia duerme ajena a todo. No sabe aún que su vida está escrita en los periódicos ni que su nombre ha sido anunciado en un consejo de ministros.
No sabe que en unos años su foto de recién nacida seguirá en los archivos de la monarquía sueca, pero lo que sí sabrá, tarde o temprano, es que su historia empezó en el abrazo de sus hermanos, en esa foto donde tres niños se inclinan sobre ella como si protegiesen algo sagrado.