La reputación se puede ir al carajo en cinco minutos, como dice Warren Buffett. En un pestañeo, si el soporte sobre el que gravita es demasiado delicado, un millón de seguidores en Instagram pueden convertirse en anillos de humo que se van elevando hacia el techo. Primero en una neblina y luego en columnas cada vez más oscuras hasta quedarse en negro hollín. Ya ha ocurrido con alguna de las grandes influencers.
La amenaza la estamos viendo esta semana con Ángela Rozas Sáiz, una diseñadora de moda y creadora de contenidos que se hace llamar Madame de Rosa y cuenta con 704.000 seguidores en Instagram. En pocos años se posicionó como una de las influencers imprescindibles en cualquier sarao. Asiste a las Semanas de la Moda de Madrid, Londres, París, Milán o Nueva York, las grandes firmas le prestan sus mejores galas y diseña colecciones cápsula para grandes creadores.
Hasta aquí, anodino, pero intachable. A fin de cuentas, son las dos características que permiten en su esplendoroso mundo que la normalidad parezca algo extraordinario, siempre con la inestimable ayuda de los filtros. De cuerpos cotidianos nacen siluetas imposibles y una simple tostada con aguacate se nos vuelve el manjar más apetecible. Pero en este olimpo de diosas paganas la soberanía la tiene el pueblo y esta semana en torno a Madame Rosa se ha desatado una pequeña rebelión al saberse que su ex marido, Miguel Ángel H.A., se encuentra en prisión preventiva en la cárcel de Navalcarnero. Fue detenido el 12 de marzo de 2024 en su domicilio madrileño, en el distrito de Hortaleza, y ahora está a la espera de juicio.
El motivo no ha sido un delito de los llamados de guante o cuello, que parecen despertar cierta clemencia, sino robos con fuerza, como atracos, butrones, alunizajes y uso de coches de alta potencia para irrumpir en locales de lujo. En su historial policial, el ex marido de Madame Rosa suma 26 antecedentes y 25 años de acción delictiva. Esto significa que, cuando contrajeron matrimonio, en 2009, el arrestado, de 47 años, se encontraba en plena actividad. Dos años después, fue detenido durante un atraco a una exclusiva joyería de la calle del Pilar de Zaragoza, en Madrid. En 2012, consiguió huir cuando la Audiencia Nacional ordenó su ingreso prisión por un delito contra la salud pública en una investigación sobre tráfico de drogas.
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Su currículum es, como se está publicando estos días, interminable y, lo que es peor, coetáneo a su relación con Madame de Rosa. Su boda se celebró en la más estricta intimidad en Ibiza y, desde entonces, la influencer, de 42 años y madre de un hijo, ha vivido con absoluta discreción cumpliendo su sueño de crear su propia marca con piezas a las que transmite su propia personalidad, a menudo inspiradas en el exotismo de la India, después de un viaje a este país que resultó muy inspirador.
Su silencio estos días es elocuente, la manera más efectiva de deslindarse de su exmarido preso y de no quebrar ese secretismo en torno a su vida íntima. Hablamos de una de las creadoras de contenido con mayor proyección internacional, algo que revalidan hechos como el premio a la mejor influencer de moda en los Premios Ídolo 2023, organizados por Dulceida. Ese mismo año la lista Forbes la incluyó entre los 100 creadores de contenido más relevantes del país.
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No es un trono fácil de mantener. Cualquier salida de tono, cualquier distracción, cualquier signo de apatía se puede volver en contra de estos hombres y mujeres que viven sujetos a una cuerda tan caprichosa como es el like. Hace apenas dos meses, publicó un vídeo en el que aparecía vestida con transparencias por el que recibió una dura crítica: “Es increíble como hoy en día muchas mujeres sienten la necesidad de mostrarse, de exhibir su cuerpo para llamar la atención. Entiendo perfectamente que cada una es libre de hacer lo que quiera con su cuerpo, porque eso también es una forma de libertad. Sin embargo, a veces olvidamos que el cuerpo es nuestro templo, nuestro mayor tesoro. Cuidarlo y valorarlo de una manera más íntegra también es un acto de empoderamiento”.
Su seguidora remató con estas palabras: “No busco criticar, sino invitar a la reflexión sobre cómo podemos encontrar formas más profundas y significativas de expresarnos y valorarnos a nosotras mismas”. Aunque Madame de Rosa respondió de forma contundente, posteriormente reconoció que pierde seguidores cada vez que enseña su cuerpo. “Es automático”, dijo. Sin embargo, se reivindicó como referente de poder femenino. “Chicas que jamás en su vida hubieran vestido una transparencia lo hacen gracias a que personas como yo nos atrevemos a hacerlo primero”.
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¿Por qué Madame de Rosa? La influencer nació en Madrid el 6 de enero de 1982. Es nieta de españoles que migraron a Francia durante la posguerra e hija, por tanto, de francesa. Su gusto por la cultura francesa viene de ahí y también del tiempo que vivió en Lyon ejerciendo su primera vocación, la de enfermera. Al tiempo que trabajaba en el área de geriatría, cultivó su pasión por la moda. De vuelta a España, abandonó la labor sanitaria y estudió moda y patronaje.
En 2011, en pleno tsunami influencer, creó el blog de moda que lleva su nombre, cuyo éxito le llevó a ser la primera bloguera en la portada de la revista Interviú, ya desaparecida. Enseguida subió a los altares digitales y se fue ganando el cariño de compañeras como Dulceida. Adora la danza clásica, el cine, los viajes y el tiempo que dedica a su hijo, Romeo. Uno de sus rasgos es la autenticidad y el aura de misterio que transmiten sus posados. Desde ese éxito, usa su cuenta dar para dar voz a muchas causas.
Su indeseado salto a la crónica social podría sacudir una autoridad que ha ganado a pulso, “con un par”, como dijo en su polémico discurso de agradecimiento cuando recogió el premio Ídolo. “No soy hija de, mujer de o novia de…”, insistió. Tiene a su favor esa naturalidad con la que ha logrado el consumo ávido de todo cuanto publique: moda, viajes, pensamientos o un estilo de vida que, aunque sea ficticio, proyecta cercanía. Ahora tendrá que ver dónde y cómo coloca a su ex, un contenido molesto y nada aspiracional que, le guste o no, está ya en su narrativa.