Lady Gaga ha ofrecido este fin de semana en Coachella una performance escénica tan meticulosamente construida que solo puede entenderse como un desfile conceptual, una ópera visual en la que cada look marcó una transición emocional, estética y narrativa.
Lejos de limitarse a cantar sus éxitos, la artista llevó al festival más mediático del mundo una colección viva de alta moda, marcada por el caos elegante, la teatralidad extrema y una mirada que fusiona lo gótico con lo futurista.
Desde el momento en que pisó el escenario, la cantante impuso el tono al aparecer envuelta en una capa roja de proporciones monumentales, una pieza diseñada por Sam Lewis y confeccionada por Seth Pratt, que mezclaba la solemnidad religiosa con una sensualidad enigmática.
La imagen era poderosa: una sacerdotisa del pop moderno, entre la ópera y el cine de terror. Bajo la capa, un body translúcido con aplicaciones brillantes dejaba entrever una Gaga que estaba lista para la transformación.

A continuación, un vestido blanco de corte victoriano, obra de la diseñadora Dilara Findikoglu, que se ha convertido en una referencia obligada del nuevo goth couture. Corsés, estructura rígida, dramatismo textil y siluetas que juegan entre lo erótico y lo sacro. El estilismo se completaba con máscaras hiperdetalladas creadas por la artista Sarah Sitkin, dándole a la escena una estética de renacimiento fantasmagórico.
La narrativa continuó mutando con la aparición de una armadura metálica firmada por Manuel Albarrán, el diseñador español especialista en crear “esculturas portables” que oscilan entre lo steampunk y lo biomecánico.

Uno de los estilismos más comentados fue el que firmó Francesco Risso para Marni. Gaga lució un abrigo oversize azul eléctrico recubierto de plumas sintéticas, con un body brillante y caótico en tonos metálicos. El conjunto jugaba con la deconstrucción, las formas antiestéticas y el exceso, una clara referencia al caos como lenguaje estético. El resultado era una Gaga post-humana, entre chamana y androide, conectando con el desierto como espacio de experimentación emocional y visual.
Para cerrar la noche, una aparición blanca, angelical y perturbadora. El vestido, con alas gigantes de plumas, creado por Matières Fécales, dúo canadiense que trabaja la moda desde lo conceptual y lo grotesco, fue acompañado de unas botas de plataforma de Chrome Hearts.

Lo fascinante de esta puesta en escena no ha sido solo el diseño de los looks -aunque cada uno de ellos merece un editorial propio-, sino la forma en que los ha integrado como parte de un discurso estético mayor.
A través de la ropa, la artista ha ido narrando una historia de muerte y resurrección, de presión y liberación, de monstruos internos y belleza sublime. Y las casas y diseñadores emergentes con los que ha trabajado tampoco han sido elegidos por azar: todos comparten una mirada experimental, subversiva y profundamente emocional sobre el vestir. Por si fuera poco, lo repite el próximo fin de semana. ¿Veremos looks como estos? Si es ella, seguro que sí.