SEX O NO SEX

Ellos también fingen orgasmos

El teatrillo bajo las sábanas está lejos de ser un asunto exclusivamente femenino. ¿Qué motivos tienen ellos para simular? Diseccionamos el último tabú

“Conmigo no”. Este es el estribillo que sigue cuando a un hombre se le habla de los orgasmos femeninos simulados. Pero las cuentas no cuadran. Si solo el 14% de las mujeres alcanza el orgasmo durante sus relaciones sexuales y la gran mayoría finge, algún caballero debería darse por incluido en la ecuación. Ahora pongamos que son ellos los que simulan. Ahí acaban poniendo el grito en el cielo: “¡Yo nunca!”. Mucho soniquete, pero otra vez los datos son delatores. Alrededor de un tercio lo hace, aunque todo indica que las encuestas se quedan cortas.

El 42% de los hombres finge, según el Instituto de estudios IFOP; algo menos, de acuerdo con las últimas encuestas publicadas por Journal of Sex Research. Cualquier sondeo arroja resultados que sorprenden. El de Hims & Hers Health, una empresa de telesalud británica, añade que el 41% de los jóvenes de la Generación Z acostumbra a simular orgasmos. También sexólogos y médicos confirman que eso de hacer el teatrillo en la cama es algo frecuente en la población masculina y, al parecer, la cosa viene de lejos.

Antes de entrar en consideraciones logísticas de cómo y dónde, empezaremos por lo que de verdad importa: ¿por qué? La simulación tiene muchas razones y aquí aparecen de golpe todos los tabúes y clichés que lastran la sexualidad masculina, casi todos vinculados con las exigentes expectativas del rendimiento. Un tropezón en la cama supone para una buena parte de los hombres un puntapié a su virilidad.

Damos por hecho que el orgasmo masculino es mecánico, elemental después de su excitación, casi espontáneo. Pero su sexualidad es tan compleja como la nuestra y admite un sinfín de variaciones, sin que ello rebaje su masculinidad. No siempre se excitan suficientemente, no siempre consiguen erección, no siempre alcanzan el clímax y no siempre la eyaculación acompaña al orgasmo. El ilustrador francés Cookie Kalkair se ha permitido iluminar con sus dibujos las distintas formas de practicar eso que los británicos llaman, con pulcra ironía, “falking” (falsificación).

Antes de plasmarlo sobre el papel, consultó en su entorno masculino la razón del simulacro. Unos le dijeron que para no ofender a su pareja; otros para no enturbiar una relación que, por lo demás, era excelente; otros para evitar una conversación que supondría rendirse a la evidencia de su incompatibilidad sexual… Y algunos para poner fin rápidamente al encuentro. Son excusas que se repiten en cualquier sondeo y en todas persiste la idea del fracaso en esa lógica carca de erección, penetración y eyaculación.

Presión, cansancio, falta de excitación, el deseo de no herir a su pareja, la búsqueda de sincronía con ella al llegar al clímax… Son las excusas que de nuevo salen a relucir en una investigación realizada por la Universidad de Quebec, en Canadá, después de entrevistar a un total de 230 jóvenes de 18 a 29 años. Hims & Hers Health destapa otra de las ideas presentes en el imaginario masculino: la frecuencia. El 81% cree que el resto hace el amor al menos una vez por semana, cuando la realidad se queda en un 45%.

Otro gran culpable de la dificultad para llegar al orgasmo si no es con masturbación es el consumo abusivo de pornografía. Este hábito contribuye negativamente a la educación sexual de los jóvenes y penaliza en la percepción y comprensión que tienen de sí mismos y de su sexualidad. En cualquier edad, la investigación y la experiencia clínica muestran que el uso de pornografía está provocando disfunción sexual, ya sea disfunción eréctil, eyaculación retardada o incapacidad para alcanzar el orgasmo (anorgasmia).

Resuelto el enredo del porqué, nos interesamos por una curiosidad crucial: ¿cómo? Sofocarse, incluso jadear hasta la extenuación si es necesario, es fácil, pero ¿eyacular? Obviamente, no es difícil confundirse en el intercambio de fluidos y, si no, aparece el truco del preservativo. ¿Quién fisgonea en su interior después del coito? En el peor de los casos, siempre estará la excusa de si se rompió, volcó o cualquier genialidad que le permita salir del aprieto.

Según la sexóloga Alix Fox, asesora de Durex, el éxito del impostor depende de su particular manual de simulación y de su habilidad para pensar y actuar rápido. Volviendo a la seriedad, Alix aconseja alejarse del “imperativo orgásmico” para centrarse en el placer compartido y la intimidad. “Ampliemos nuestras definiciones de lo que puede ser un sexo estupendo, que a veces puede no implicar el orgasmo como el objetivo final”, dice.

Lo que realmente esconde cada orgasmo fingido, masculino o femenino, es una falta de comunicación y ternura bajo las sábanas. Si la hubiese, detectaríamos con la precisión del VAR esas otras señales de placer, físicas y emocionales, más sutiles, pero genuinas. De nada vale el discurso mediático si no se traslada a la intimidad. La pésima educación sexual recibida nos hace pensar que somos los únicos responsables del placer del otro, sin admitir qué nos limita o cuáles son los apetitos reales de uno.

Si no encontramos más solución para compensar un contratiempo, más vale que la actuación, ya sea hombre o mujer, sea magistral. Ni siquiera una actriz como Scarlett Johansson fue capaz de impedir que su compañero de reparto en Her, Joaquin Phoenix, se sintiese incómodo mientras grababa sus falsos orgasmos en el set.

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