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Lo ‘woke’ vuelve a los Premios Oscar, esta vez con el brillo de Armani Privé

El discurso de la legendaria actriz en los SAG Awards, reclamando devolver al término su pureza, fue el anticipo de una ceremonia que promete convertirse en el escenario político más inquisitorial de los últimos años

Jane Fonda en la alfombra roja de los SAG Awards

Jane Fonda es una oda en sí misma. Al glamour, al cine, a la vida y al activismo social, desde su valiente alegato contra la Guerra de Vietnam, en 1972, hasta sus palabras, el día 23 de febrero, al recoger el premio SAG Awards por su trayectoria. Es una oda en su forma clásica, de rima regular y tema exaltado, que le hizo elevarse mientras reclamaba para su causa el término woke en su discurso más emocional. Poderosa a sus 87 años, nos brinda motivos para amarla, pero el público, ebrio de admiración, olvidó que la actriz estaba rompiendo su propio contrato con el planeta. “No más ropa nueva, no más tintes, no más tratamientos estéticos”, prometió hace unos años. En la gala, antesala de los Premios Oscar, vestía un diseño de Armani Privé confeccionado a medida, un hermoso color plateado sobre sus canas y una tez tan tersa que parecía bañada en bronce.

Son estas cosas las que pervirtieron el concepto woke que Fonda pide devolver a su pureza original de empatía y de llamada a la acción contra la opresión sistémica. Lo woke se desvió cuando Hollywood empezó a mirar la paja en el ojo ajeno. La ceremonia de los Oscar, una plataforma única, superada solo, en cuanto a espectadores, por una final de fútbol americano, promete ser más woke que nunca. No en su acepción genuina, sino en cuanto a esa actitud dogmática y moralista que ha tomado el término en la cultura estadounidense, hostil, salvo excepciones, a la política conservadora.

En su desenfreno, lo woke se convirtió en inquisidor de lo políticamente incorrecto y de las opiniones contrarias a la ideología imperante en Hollywood. Lejos de su compromiso original con la justicia y las minorías que sufren las desigualdades, lo woke promueve la cancelación cultural, la censura en nombre de la corrección política, la amenaza artística y la reinterpretación de los clásicos. El cine de Hollywood se ha puesto al servicio de estas otras causas y, de una manera u otra, lo escenifica en la ceremonia de los Oscar. Incluso la intención subyacente de liberarse de los estereotipos se desploma con los ataques que ha recibido la actriz española Karla Sofía Gascón, nominada a la estatuilla a Mejor Actriz 2025.

Los premios Oscar llegan sacudidos por una suerte de pánico moral que frena cualquier debate que se aleje de su indignación y de su progresismo político, mucho más combativo en la industria del cine que en cualquier otro sector. Desde hace una década, la industria del entretenimiento se ha obsesionado con la inclusión de personajes y situaciones que encajen con sus exigencias, aunque no aporten nada a sus narrativas y acaben siendo planos, predecibles y nada inspiradores. Natalie Portman, sin ir más lejos, optó por reescribir los cuentos infantiles clásicos cambiando el sexo para que los niños desafíen los estereotipos de género.

Es la cláusula obligatoria para optar a una estatuilla dorada y el cine dobla su apuesta añadiendo más ideología y buenismo político. No cabe cambiar ni un timbre en la ejecución de la partitura, aunque la recaudación sea cada vez menor y aunque la compostura woke exija vulnerar el rigor histórico, el sexo, la raza o la orientación sexual de sus protagonistas, como ha ocurrido con más de una superproducción.

No se admiten voces disidentes y, por no existir, ya no existen ni villanas, sino mujeres que vienen perfectas de fábrica y, si no brillan, culparán al patriarcado, al capitalismo o la misoginia que aún persiste en nuestras entrañas. El actor Richard Dreyfuss se quejó ya hace un par de años de los estándares de inclusión una entrevista con una frase: “Dan ganas de vomitar”. Y justificó su opinión anteponiendo el arte. “Esto es arte. También una forma de comercio y genera beneficios, pero es arte. Nadie debería decirme como artista que tengo que ceder a la última y más actual idea de lo que es la moralidad… Lo siento, pero no creo que tengamos que proteger así a una minoría en el país”.

Clint Eastwood, Quentin Tarantino o Silvester Stallone afirman estar “hartos de tanta ideología”

Su opinión es compartida por leyendas como Clint Eastwood, Quentin Tarantino o Silvester Stallone, a quienes más de una vez se les ha responsabilizado del patriarcado y, en general, de muchos males de la sociedad por su condición de varones blancos heterosexuales. Todos ellos se han declarado “hartos de tanta ideología”. Stallone expresó que “el contenido políticamente correcto y LGBTQ es una basura que no tiene nada que ver con el género de acción y que solo busca complacer a una minoría ruidosa y ofender a la mayoría silenciosa”.

La periodista francesa Nora Bussigny define el fenómeno en su libro Les Nouveaux Inquisiteurs (Los nuevos inquisidores): “Estamos asistiendo a una nueva inquisición. Hay una búsqueda inminente de la pureza. Convencidos de que están haciendo el bien, se enzarzan en una lucha maniquea contra el enemigo. El miedo al rechazo les hace avanzar constantemente con la necesidad de exhibir ostentosamente su pureza militante, y al mismo tiempo vigilar constantemente que los demás actúen correctamente, de acuerdo con los códigos aceptados. Hay un aspecto sectario y sabemos que la característica de una secta es que es muy fácil entrar y muy difícil salir”. La autora ha relatado su dificultad a la hora de escribir. Tuvo que sopesar cada línea, cada palabra, por miedo a ofender o a ser acusada de transfobia o cualquier otro prejuicio.

En lugar de hablar de woke, Bussigny propone eliminar el eufemismo y dejarlo en extremismo de izquierdas. Quizá sería lo más acertado teniendo en cuenta que no es un fenómeno exclusivo de los endiosados actores que volverán a rendirse a todo ello al recoger su estatuilla de los Premios Oscar, ni siquiera de Hollywood. Jane Fonda abrió el debate vestida de Armani Privé, en tono rubor, y con gran ovación.

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