La Selección Española ha triunfado en la Eurocopa y Carlos Alcaraz, el mismo día, se hacía con su segundo Wimbledon. París, convertida en la capital mundial del deporte, ha hecho de este mes de julio uno de los más deportivos que se recuerdan. Los nombres masculinos suelen imponerse en este terreno, aunque hemos ido avanzando poco a poco en la paridad y, así, las chicas de la Roja o Carolina Marín son protagonistas también de portadas de periódicos e informativos.
Hay una mujer que hace un siglo fue un símbolo no solo del deporte, sino también del empoderamiento femenino, pero que, en lugar de figurar con letras de oro en la memoria colectiva, poca gente se suele acordar de ella. Hablamos de Elia María González-Álvarez y López-Chicheri, más conocida como Lilí Álvarez, posiblemente, una de las mujeres más interesantes del siglo XX español.
Porque, para empezar, ella no solo fue deportista. Ejerció de periodista, ensayista y escritora, y, además, fue una gran defensora de los derechos de la mujer, llegando a ser una de las fundadoras del Seminario de Estudios Sociológicos de la Mujer. Incluso, fue desclasificada una vez por haber definido como machista al jurado de una competición de esquí en la que se quejó porque las mujeres tuvieron que participar después que los hombres (y en peores condiciones).
Los deportes de invierno, de hecho, eran los favoritos de Álvarez que, sin embargo, pasó a la historia como tenista. A este deporte llegó con tan solo 11 años, cuando ganó un campeonato internacional. Poco a poco se fue forjando un nombre y llegó a ser considerada, en 1927 y 1928, como la segunda mejor tenista del mundo. De hecho, los británicos llegaron a apodarla “The Señorita”. Así querían mostrarle sus respetos a una mujer que llegó a ser tres veces finalista de Wimbledon.
Con los Juegos Olímpicos de París 2024 no solo se celebra la cita más importante del deporte mundial. En España podemos estar de enhorabuena porque también podemos brindar por el centenario de la primera participación de Lilí Álvarez en este campeonato, convirtiéndose, además, en la primera mujer, junto con Rosa Torras –su compañera de dobles- en participar en unas Olimpiadas.
El carácter contestatario y feminista (aunque ella nunca se definió así) de Álvarez se vio también en la moda. Y es que a ella le debemos uno de los mayores escándalos que vivió esta industria en los años 30. Fue de la mano de la diseñadora Elsa Schiaparelli. La italiana llevaba un tiempo “coqueteando” con la falda pantalón y, de hecho, ya había generado cierta polémica al mostrarse en una feria textil vestida con esta prenda. En 1931, decidió ir un paso más allá. Creó para la tenista española un diseño compuesto por un amplio pantalón hasta los tobillos que contaba, además, con una pequeña falda que llegaba casi hasta la rodilla. Esta última era desmontable, por lo que la deportista podía conseguir así un look más cómodo, perfecto para un deporte donde las mujeres se movían en ese momento cubiertas con faldas tableadas.
El escándalo fue supino en la pista y marcó un hito en la historia de la moda que, incluso, se recogía el año pasado en la exposición ‘Mode et Sport. D’un podium a lautre’ que tuvo lugar en el Museo de Artes Decorativas de París. En el catálogo de la muestra se habla de la relación que unió a Álvarez con Schiaparelli, a quien la primera le encargó su vestuario, y cómo aquel conjunto fue la primera experimentación de un pantalón en los uniformes deportivos femeninos. Mientras la tenista Suzanne Lenglen hacía las veces de imagen de la firma Patou, la española buscaba ir más allá.
Álvarez llegó a reconocer en varias entrevistas que no se le había hecho justicia, ya que, con una trayectoria deportiva impecable, no recibió, por ejemplo, la Medalla de Oro del Deporte hasta su fallecimiento en 1998. Sí tuvo, por ejemplo, la oportunidad de recibir cierto reconocimiento público cuando pudo posar con Arantxa Sánchez Vicario en 1989, tras proclamarse la primera campeona de España. Pero el país parecía haberse olvidado del sinfín de gestas que Álvarez había logrado.
Las pocas veces que hablamos de esta mujer siempre la vinculamos con el tenis, pero, como decíamos, también destacó en otras muchas disciplinas e, incluso, llegó a conseguir el primer puesto del Campeonato Masculino de Cataluña de Automovilismo en 1924. Ninguna otra mujer se presentó a aquella competición. Y, pese a todo, nos seguimos empeñando en reivindicar a Lilí solo de vez en cuando y más ligada a la revolución que supuso en la moda que en lo deportivo. Y eso que lo suyo fue toda una carrera de campeonato.