Mientras el mundo seguía impresionándose el fin de semana con las imágenes de dispendio sin freno que nos llegaban desde Mumbai, la aparición de Kate Middleton en la pista de Wimbledon logró, con una sencilla bajada de escaleras, incluso hasta opacar por unos instantes la boda más cara del mundo. Y todo lo hizo la princesa de Gales siendo fiel a un estilo y un escenario que nunca le falla.
El domingo, de hecho, no vimos solo la coronación de Carlos Alcaraz como el rey de la hierba, también pudimos ver como la cancha se convertía en el amuleton de Middleton, que eligió Wimbledon para la reaparición más esperada.
Y si en la india veíamos joyas sin medida y diseños cuajados de bordados, a las afueras de Londres observamos como la elegancia se lograba única y exclusivamente con un sencillo diseño morado que firmaba Safiyaa London (curiosamente, una marca cuyo nombre significa en áraba “pureza”). Se trataba de una creación que estrenaba para la ocasión y en la que destacaba el pecho, con un bonito drapeado, y que, muy en el estilo de la princesa, marcaba la cintura con una sencilla cinturilla. Lo combinaba con el modelo ‘Milly’ en color nude de la firma L.K. Bennet y zapatos en el mismo color de Camilla Elphick, además de gafas de sol de Victoria Beckham, pendientes de By Pariah y dos pulseras de Halcyon Days (que recordaban –aunque más discretas- a un juego que heredó la reina Sofía de su madre, la reina Federica).
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Con esta apuesta, Middleton continuaba la buena relación que mantiene con las pistas de Wimbledon a la hora de estilo. Porque parece que para la futura reina británica la pasarela de este premio de tenis es una de sus favoritas. O, al menos, así nos lo ha mostrado en el pasado, donde nos ha dejado conjuntos memorables, como fue –quizás uno de los más inolvidables- el diseño de Alexander McQueen de inspiración marinera con el que la vimos en 2012.
El que firmaba este domingo Safiyaa London nos llevaba a otro de los estilos que ha impuesto la princesa en Wimbledon, que es sus apuestas por colores fuertes. Y aunque quizás el verde sea el tono fetiche para esta cita, lo cierto es que la paleta que ha usado la princesa para esta cita va desde el amarillo de 2018 de Dolce & Gabbana o el lima de Self Portrait para la final femenina de 2023 al rojo de L.K. Benett de 2015 o el esmeralda de Roland Mouret con el que el año pasado entregó el trofeo a Alcaraz. El poder de la imagen que representa Middleton en Wimbledon llega a tal nivel que incluso la firma Dolce & Gabbana modificó un diseño suyo para adaptarse a sus gustos: en 2019, para un partido, lució el modelo ‘Pocket Watch’ de la firma italiana, solo que decidió prescindier del bordado de reloj con el que se había concebido la pieza originalmente. Esto hizo que los diseñadores optaran por sacar a la venta un modelo igual, sin el dibujo inicial.
Eso sí, no solo el color marca el estilo de Middleton en Wimbledon. Si para 2024 optó por el morado como protagonista, en otras ocasiones ha preferido que esto lo sean los estampados, sobre todo los de lunares, con los que ha conseguido éxitos tan rotundos como el de 2018, cuando acudió con un diseño de Jenny Packham donde los lunares se transformaron en pelotas de tenis. En 2022, con dos creaciones en azul y azul marino de Alessandra Rich, además, impuso un estilo retro, muy del gusto también de heredera al trono, que ha resultado ser una apasionada de las siluetas de los años 30, con vestidos largos de cintura marcada.
Las flores también han sido otro gran aliado de la princesa, como vimos en 2017, con una creación de Catherine Walker, aunque el print más original con el que la hemos visto ha sido el del vestido de amuletos de Alexander McQueen que llevó en 2016.
Wimbledon está a miles de kilómetros de distancia de la India y, aunque los lazos históricos unen a ambos países, este fin de semana observamos dos maneras muy distintas de epatar. En Mumbai el dinero se impuso a todo lo demás. En Londres, la futura reina del Reino Unido dio una lección de elegancia apostando por la sobriedad donde las joyas más caras “solo” costaban 650 dólares. Y si en la India todo estaba medido al milímetro, lo mismo sucedió con la reaparición de Catalina de Gales, aunque en su caso le bastó solo con bajar una escalera con una sonrisa.