Expansivo, enérgico y resuelto, Elon Musk es, aparte del más rico del universo, el hombre del momento por deseo expreso de Donald Trump. Sin embargo, amar a un titán como él no debe de ser tarea fácil. Menos aún dejarse amar por él, suponiendo que eche mano de las mismas facultades que le han llevado a la cúspide. Pero ahí donde le vemos, tejiendo y destejiendo las telarañas que mueven el mundo, se revela un amante amantísimo, “un hombre feliz cuando está enamorado”, según dice. En las cosas del querer, no lo puede remediar, es sencillamente facilón.
Su vida amorosa da para una serie por capítulos. El último lo culminaba esta semana su penúltima esposa Grimes con su amarga batalla por la patria potestad de sus tres hijos en común: X AE A-12 (también conocido como Baby X), Exa y Tau (abreviatura de Techno Mechanicus). Esta excéntrica artista canadiense de 36 años, cuyo nombre real es Claire Elise Boucher, le robó el corazón en 2018. En una de sus primeras apariciones públicas como pareja, apareció disfrazada mitad hada y mitad androide. El romance se interpretó como un capricho más del multimillonario, pero aguantaron cuatro años. Musk se separó de ella en marzo de 2022 y en septiembre de 2023 presentó una demanda para solicitar la custodia de los niños.
La artista, cantante de pop gótico, ha publicado que estos últimos meses están siendo terribles debido a la pelea legal y el drama de ver cómo el que consideraba “el amor de su vida” se ha vuelto irreconocible para ella. Lo que trasciende es solo una mínima parte, puesto que, dada la dimensión de su ex, el resto prefiere guardarlo bajo llave. En medio de este proceso, confiesa que está en quiebra económica y, para colmo, la posibilidad de perder a sus hijos “no propicia pensamientos creativos” que le permitan avanzar.
Musk, según su versión, ha utilizado sus publicaciones en redes sociales en su contra, pero no se amilana: “Tener bebés te destroza y te vuelve a armar. Ellos son 10.000 clases de filosofía de mierda que solo puedes aprender de esta experiencia”, ha escrito en su cuenta de X, la plataforma de Musk.
Grimes no ha sido su primera esposa. En 2000, se casó con la escritora Justine Wilson, con quien tuvo seis hijos, aunque el primero murió por muerte súbita diez días después de su nacimiento. El matrimonio duró ocho años. En 2010 se enamoró de la actriz Talulah Riley, con quien se casó dos veces. Entre una ceremonia y otra, tuvo un romance fugaz con la actriz Amber Heard, ya separada de Johhny Depp.
También fue padre de gemelos con la ejecutiva de Neuralink Shivon Zilis en noviembre de 2021, apenas unas semanas antes de que naciera su segundo bebé con Grimes. Hace seis meses, Musk anunció la bienvenida de un tercer hijo con Zilis. A Grimes se la considera la versión explosiva que resultaría de juntar a Billie Eilish, Björk y Marilyn Manson. Casi nada. A eso se une su extraña imagen, sin un color definido de pelo, maquillaje psicodélico, orejas de elfo, mitad hada y otra mitad androide y un universo repleto de seres fantásticos. “Es una de las personas más extrañas que he conocido”, dijo Elon Musk. No cabe la mínima duda. Para muestra, el nombre de sus hijos. Podría haber engendrado un bebé cyborg y nos lo habríamos creído.
Lo que no se puede negar es que ejerce su rol de padre. Si tiene que viajar a China a comprar un Tesla, aprovecha y se lleva a una parte de sus hijos a ver la Gran Muralla. De momento, suma doce. Dada su holgura económica, se permite bromear con la idea de que solo con su prole podría resolver la crisis de la natalidad, “el mayor peligro al que se enfrenta la civilización”, tuiteó en 2022.
Aparte de Grimes, que ya ha dejado expuesta la situación, ¿qué dicen de Elon Musk sus amantes? Jennifer Gwynne, una novieta que tuvo en la Universidad de Pensilvania, define su relación como algo increíble. Se sintió deslumbrada por su brillantez y su capacidad visionaria. Su vehemencia era todavía moderada, pero la distancia dificultó su continuidad. Aunque ni mucho menos era el coloso que es hoy, el idilio le salió rentable, pues en 2022 subastó objetos de su tiempo juntos, incluidas varias fotografías y una tarjeta escrita a mano, y con la ganancia pudo pagar parte de los estudios universitarios a su hijastro.
Quien mejor le ha retratado es Justine, su primera esposa. Se conocieron en Ontario (Canadá), cuando estudiaban. Le ofreció un helado y, a pesar de su negativa, insistió presentándose con dos conos de chocolate que goteaban en sus manos. “No es un hombre que acepte un no por respuesta”, relató después en un ensayo. De él le gustó lo poético, lo rebelde y lo torturado. “Me encantaba ese tipo que aparcaba su moto bajo la ventana de mi dormitorio y me llamaba por mi nombre en la penumbra: Romeo con una chaqueta de cuero marrón oscuro”.
Pero en 2000, poco después de su boda, su masculinidad claramente alfa apuntaba ya maneras: “El juicio de Musk prevalecía sobre el mío”. Reconoce que su estilo de vida era de ensueño, pero no encontró en su marido la empatía que necesitaba. Un accidente de coche sirvió como punto de inflexión para lanzar un ultimátum que derivó en divorcio y la custodia compartida de sus cinco hijos. En esa época, Justine era una mujer mucho más delgada y más rubia, acorde con ese patrón que Elon ha venido repitiendo en sus conquistas. Una esposa trofeo.
Seis semanas después, le envió un mensaje de texto para decirle que estaba comprometido con una hermosa actriz británica de unos 20 años que se había mudado a Los Ángeles para estar con él. “Al menos no era rubia. Me pareció refrescante”.
Esa mujer era Talulah Riley, que interpretó a una de las hermanas en Orgullo y Prejuicio de 2005. La conoció en un bar londinense. Al ver su comportamiento nervioso, ella, sin saber aún quién era, pensó que no era el tipo de hombre acostumbrado a hablar con actrices jóvenes y guapas. Pero sucumbió a sus encantos y en quince días se comprometieron. En 2010 se casaron en la catedral escocesa de Dornoch, en Escocia, y a los dos años rompieron. “Te amaré por siempre. Algún día harás muy feliz a alguien”, tuiteó ella. Hubo segunda boda y segundo divorcio, esta vez definitivo, en 2016.
A principios de noviembre, el portal inmobiliario Realtor publicó que el magnate podría estar buscando una gran mansión en Bel -Air para acoger a su amplia prole y a sus madres. ¿Distopía o edén? Todo cabe bajo la sombra alargada de Elon Musk.