PSICOLOGÍA

La verdad del gen del infiel que no te gustará saber

¿De qué trata y qué hay de cierto en lo que se dice de él? ¿Todas las personas con esta mutación genética son infieles y descerebradas?

Álvaro Muñoz Escassi en un plató de televisión
Álvaro Muñoz Escassi, en un plató de televisión recientemente

Igual que nos permitimos rezar a San Cucufato y atarle sus nobles partes, debería haber un día dedicado al gen del adulterio, un día para honrar a san DRD4, el santo patrón al que se encomiendan los infieles desde que la ciencia descubrió un argumento que ampara sus escarceos. Exactamente, no fue así, pero teniendo en cuenta que el engaño es la norma en las relaciones de parejas -algo que corrobora cualquier encuesta, el hallazgo resultó perfecto para explicar la conducta de hombres tan de actualidad como el jinete Álvaro Muñoz Escassi, que incluso hace caja con su promiscuidad.

¿Qué es este gen y qué hay de cierto en lo que se dice de él? Investigadores de la Universidad de Binghamton, en Nueva York, detectaron que las personas con una variante del gen DRD4 tienen mayor inclinación a engañar a sus parejas con aventuras sexuales de una noche y a relaciones adúlteras. El estudio, dirigido por el catedrático Justin R. García, del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad Binghamton, concluyó que existe un vínculo claro entre esta variante, DRD4-7R, con la conducta, pues es, en parte, responsable de ese profundo deseo de explorar que suele conducir a las adicciones y a tomar decisiones impulsivas.

La variante genética permite liberar una dosis extra de dopamina, la hormona relacionada con la sensación del placer y del bienestar y también el neurotransmisor de la motivación. Un 20% de la población posee niveles elevados de DRD4-7R, según un estudio publicado por la revista Evolution and Human Behavior. Habrá quien lo use para trabajar con intensidad hasta conseguir sus objetivos y habrá quien no pueda reprimir un profundo deseo de explorar y experimentar sensaciones y aventuras de todo tipo. Entre ellas, trepar de liana en liana inspirando a algún terapeuta un nuevo síndrome para su repertorio: el de Tarzán. Y añadirán lindezas como que es propio de una personalidad carismática, narcisista y conquistadora, como si el infiel necesitase más brasa para su fuego.

¿Todas las personas con esta mutación genética son infieles y descerebradas? Esa saudade o nostalgia por sitios en los que jamás se ha estado o personas que ni siquiera se conocen existe, pero la tentación humana se vence. El escritor irlandés Oscar Wilde que, sin saberlo, debía de ir bien servido de DRD4-7R, decía que la mejor manera de librarse es caer en ella. André Gide no lo mejoraría mucho, pues desconfiaba de la capacidad de elegir del ser humano: “siempre cede a la tentación más fuerte”. Nuestro refranero, aun siendo más sensato, nos lo complica otro poco. Quien quita la ocasión quita el pecado, dice. ¿Cómo se hace eso si la ocasión la pintan calva?

Jude Law

Sienna Miller terminó su relación con Jude Law tras descubrir que estaba liado con la niñera de sus hijos. Fotografía: Agencia EFE

Los expertos en comportamiento humano aclaran que nuestra personalidad acaba siendo una sutil combinación de nuestro ADN y otros factores igualmente poderosos, como la crianza, la educación, el contexto y nuestra escala de valores. Y esto es lo que nos define y decide nuestra manera de amar, de ser o no ser leal o la forma en que asumimos riesgos, independientemente de nuestro mandato genético.

En 2010, otro estudio en la que participaron científicos de la Universidad de Harvard y la de California San Diego tomó una muestra aún más amplia -90.000 individuos y 2.574 marcadores genéticos, incluidos los que identifican variantes del gen mencionado. En sus conclusiones observaron que las personas con esta variante disfrutaron de una adolescencia más rica en amigos y una ideología política más liberal. Cinco años después, en un estudio similar en la Universidad de Singapur, la respuesta de los participantes fue la contraria: las personas con dos copias de dicha variante tenían una tendencia política más conservadora. Y añadieron un fenómeno interesante: votaban con mayor entusiasmo. Esto ha sido corroborado por otras investigaciones en diferentes partes del mundo.

Otra curiosidad lógica que nos despierta el mal llamado gen de la infidelidad es si afecta por igual a hombres y a mujeres. La sorpresa es que la población femenina posee su propio gen promiscuo: el gen AVPR1A. Mejor dicho, su alteración. Salió a relucir durante una investigación en el prestigioso Instituto Karolinska de Suecia en la que se identificó una variante genética decisiva en nuestros vínculos amorosos y la predisposición al matrimonio.

En este caso está relacionada con la vasopresina, una hormona producida en el hipotálamo ligada al comportamiento que genera relaciones monógamas a largo plazo. Los científicos observaron que los portadores de una variante de este gen eran más remisos al matrimonio y más propensos a la infidelidad y a la ruptura. La advertencia que lanzaron de manera muy firme es que la variación genética no debe usarse para predecir nuestro comportamiento en pareja. Es decir, no hay un imperativo genético que justifique una doble vida, citas clandestinas o ese aprieto irreprimible de probar nuevas y extrañas sensaciones eróticas.

La idea es tan fascinante que no dejan de salirle nombres. El último, el gen “wanderlust”, muy sugerente para presentarse en Tinder u otra plataforma de búsqueda de pareja. Es el mismo que el de nuestro Tarzán trepador, pero más cool. Resulta de la unión de dos palabras alemanas: “wander”, que significa callejear, y “lust”, gozar. Sería el placer de caminar atribuido a la variante DRD4-7R. ¿Y para cuándo un gen del amor? Algún estudio hay, pero no parece tan concluyente. En cualquier caso, su reclamo sería más bien bajo en esta era en la que impera el ghosting, el breadcraming o cualquier otro eufemismo que nos recuerde que vivimos tiempos líquidos y de migajas emocionales.

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