SEX O NO SEX

La magia del primer beso: todo lo que contiene y cómo puede decidir el futuro de una relación

¡Hay mucho en juego! Besarse por primera vez es la manera más sofisticada de saber si todo es correcto y eliminar candidatos que no nos convienen

La película 'Desayuno con diamantes' (Blake Edwards, 1963)

Hay besos en los que uno se quedaría a vivir. ¿A quién no le gustaría estar en los labios de Audrey Heburn cuando besa a George Peppard en la escena final de Desayuno con diamantes? Ese beso bajo la lluvia tan auténtico como esperado y cargado de emoción, con el gato como testigo y la maravillosa música de Henry Mancini, es uno de los más icónicos de la historia del cine. También lo es, en la literatura, el primero con el que Anna Karenina y Vronsky, en la novela de Leon Tolstoi, transgreden todas las normas sociales.

Un primer beso no es siempre idílico, aunque llegue lleno de deseo. Ni siquiera en el cine. Jennifer Lawrence contó su mala experiencia con Bradley Cooper en El lado bueno de las cosas y en Serena, debido al mal aliento del actor. Es el riesgo de esa primera vez que nuestros labios y los de esa persona que nos atrae quedan sellados. Además de la emoción o de la espectacularidad del momento, aporta muchísimos datos.

En el éxito o fracaso intervienen muchos factores. La psicóloga estadounidense Eva Lefkowitz dirigió una investigación en la Universidad de Connecticut centrada en la información que desprendemos de nosotros mismos, sea cual sea nuestra edad, en ese beso que se anticipa a cualquier otra forma de expresión sexual, casi como un mandato natural cuando existe atracción.

‘Cumbres borrascosas’ (Peter Kosminsky, 1992)

Puede ocurrir como un juego motivado por la curiosidad o, como señala el equipo de Lefkowitz, por un verdadero deseo erótico. En cualquier caso, en su resultado influyen circunstancias como nuestro sistema de creencias y valores, nuestra autoconfianza, la propia percepción de nuestra imagen corporal o la de la persona que nos besa, el consumo de alcohol o tabaco y, por supuesto, nuestros hábitos higiénicos.

Otra investigación, esta vez a cargo de Ashely E. Thompson, profesora de la Universidad de Minnesota, encontró una razón más que marca el éxito: las expectativas. Así, alguien extrovertido no depositará demasiada importancia en el beso, de manera que lo tomará como una simple puerta que se abre a un encuentro sexual más amplio y, a menudo, casual. Sin embargo, cuando hay expectativas idealizadas, el beso suele ser el detonante para iniciar una relación romántica, aunque no resulte tan placentero como se imaginó.

El contacto labio con labio más o menos prolongado suele ser el primer gesto erótico e íntimo en una pareja. Los psicólogos evolucionistas sostienen que brinda información crucial sobre si esa persona es genéticamente apta para la reproducción. A estas alturas, la idea podría parecer surrealista, pero se basan en las señales olfativas y otras características que informan sobre el estado de salud. Por tanto, serviría como una herramienta de selección de pareja, un catalizador efectivo y poco comprometido para iniciar y solidificar una relación romántica o descartarla, según un trabajo de Rafael Wlodarski, psicólogo experimental de la Universidad de Oxford. De acuerdo con sus conclusiones, los buenos besadores gozan también de una vida sexual más activa y satisfactoria.

Lo que está claro es que, en cuanto a tensión, incertidumbre y encanto, no hay nada comparable a un primer beso. En cualquier novela, película o serie, lo cambia todo. Supone un momento de inflexión, bien como preludio de una historia de amor o un adiós. Casi siempre, es suficiente para poner punto final a la trama literaria o guion cinematográfico. Es en la vida real cuando nos damos cuenta de que a ese beso iniciático le sigue una emoción: nerviosismo, pasión, entusiasmo, amor, conflicto, enfado, confusión, repulsión, empacho, desapego…

‘Casablanca’ (Michael Curtiz, 1946)

Conviene tomarse un tiempo antes de entrar a valorar. No siempre un beso épico indica que quien lo da sea la pareja con la que quieres despertar cada mañana, quizá ni siquiera romper la cama. Igualmente, vamos a confiar en que un beso mediocre o anodino se pueda mejorar.

La magia del beso es una cuestión puramente científica. “Cuando besamos a una pareja que nos gusta, la experiencia puede resultar asombrosa debido a la forma en que responden nuestro cerebro y cuerpo”, indica la divulgadora científica Sheril Kirshenbaum. Esa química podría asemejarse a la que traspasa la pantalla en películas como Casablanca, Cumbres Borrascosas o El diario de Noah. La explicación está en que en ese encuentro de labios se desencadena una serie de cambios químicos que nos puede dejar, literalmente, sin aliento.

Cada vez abundan más argumentos científicos que aclaran cómo puede ser que un gesto tan simple como tocarse los labios por vez primera pueda provocar una respuesta emocional tan intensa. Las hormonas tienen la explicación, especialmente la oxitocina, responsable del apego y el vínculo social, y el cortisol, relacionado con el estrés. Mientras la primera se dispara, esta última cae a sus niveles más bajos.

También se pone en marcha la dopamina, la hormona insaciable, la que nos aporta momentos de inmenso placer. Además, la saliva masculina contiene testosterona, escasa en las mujeres. Tan solo unas pocas moléculas de testosterona masculina aumentan la libido femenina, preparando la escena para la intimidad. En todo este efecto intervendrían esas circunstancias que mencionábamos al principio, como el aroma corporal, el aliento o el estado de la dentadura. Al parecer, las mujeres son, en este tipo de cosas, más exigentes que los hombres.

Una vez que el beso empieza a generar bienestar, el cerebro pone en marcha el resto de los sentidos para que envíen mil mensajes, los vasos sanguíneos se expanden, la respiración se vuelva profunda y las pupilas se dilatan. ¿Quién no se ha preguntado por qué los enamorados cierran los ojos al juntar sus labios?

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