MODA

La actriz, la musa, el icono: Keira Knightley cumple 40 años

La actriz británica ha conseguido lo que pocas: ser la misma en un corpiño de Jane Austen que con un dos piezas de Chanel. Y eso no es estilo. Es carácter

Keira Knightley ha llegado a los 40 como sólo llegan las estrellas de verdad: sin necesidad de hacer ruido. La actriz británica sopla las velas mientras la moda y el cine, dos mundos que a veces se ignoran, se ponen de acuerdo para rendirle homenaje. Porque si hay algo que ha hecho en estas cuatro décadas no es solo actuar o vestirse bien: ha convertido ambas cosas en una forma de narrar historias.

Su estilo no es impostado ni pensado para Instagram, sino para la posteridad, que es un público mucho más exigente. Por eso, hablar de su forma de vestir es, en realidad, hablar de cómo ha vivido cada etapa, cada película y cada aparición pública como una escena más de su propia historia.

La actriz en ‘Orgullo y prejuicio’ (Joe Wright, 2006)

Lo suyo con el vestuario no empezó en los photocalls, sino en los platós. Lo comprobamos en Orgullo y prejuicio (2005), donde su Elizabeth Bennet nos enseñó que se puede tener el escote discreto y el orgullo por las nubes. Y lo confirmó en Anna Karenina (2012), donde los terciopelos y corsés se convertían en una extensión de un personaje que se deshacía por dentro mientras brillaba por fuera.

Pero si hay una escena que resume su relación con la moda en el cine, es la de Expiación (2007). El vestido verde esmeralda que llevó en esa película no fue solo un diseño de Jacqueline Durran; fue una declaración de intenciones. Una prenda que cruzó la frontera de la ficción para convertirse en icono. Ese vestido, con su caída de seda imposible, todavía aparece en listas de “los mejores looks de la historia del cine” como si tuviera vida propia. Y es que lo tenía.

Keira Knightley con su vestido icónico en ‘Expiación’ (Joe Wright, 2008)

Esa misma conexión visceral entre ropa y narrativa la ha sabido trasladar fuera de la pantalla. Pero la mejor versión de Keira Knightley -y probablemente la que más le gusta a ella- es la que aparece en 2023 en la promoción de El estrangulador de Boston. Ahí la vemos envuelta en un vestido de Simone Rocha: dorado, estructurado, como si un ángel barroco se hubiera escapado de una catedral para irse a cenar con Virginia Woolf.

Su estilo es un ejercicio de coherencia estética. Mezcla lo romántico con lo cerebral, lo etéreo con lo irónico. Como si en cada outfit pusiera en práctica lo que aprendió leyendo a las Brontë mientras escuchaba a The Strokes. No es casual que Chanel lleve años contando con ella como embajadora. Hay algo en ella que conecta con esa elegancia sin esfuerzo que tanto veneraba Lagerfeld. Es una mujer que podría caminar por un set de rodaje del siglo XIX y luego tomarse un espresso en Londres sin cambiar de expresión ni de abrigo. Y eso, aunque parezca sencillo, no lo es. Porque ser Keira Knightley implica muchas cosas: decir que no cuando hay que decir que no, elegir personajes que te retan y vestidos que no te disfracen.

La actriz británica, imagen de Chanel

En su filmografía también hay espacio para el riesgo: Begin Again, Colette o The Imitation Game. Y ha hecho del silencio una forma de elocuencia, y del buen gusto, una especie de activismo.

Así llega a los 40: sin estridencias, sin histerias, sin necesidad de reinventarse. No necesita redención ni comeback, porque nunca se ha ido. Está e su sitio, como una de esas actrices que hacen que el cine tenga sentido y que la moda tenga alma. Y aunque no lo diga, sospechamos que lo sabe.

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