En París, hay cosas que son sagradas. La Mona Lisa en su sala blindada, el olor a croissant en las mañanas frías, las luces de la Torre Eiffel parpadeando cada hora. Y Keira Knightley vestida de Chanel. Lo suyo con la maison no es un romance pasajero, sino un matrimonio de conveniencia que funciona porque es natural. Ella lo lleva con la tranquilidad de quien no tiene que demostrar nada, y Chanel la viste con la seguridad de quien sabe que no va a fallar. En la gran cena del Louvre, esa relación llegó a otro nivel.
Para una noche en la que el Louvre se vistió de gala y la moda entró en diálogo con el arte, Knightley optó por un Chanel de alta costura otoño-invierno 2024-2025 que dejaba claro lo que significa la elegancia cuando se hace sin alardes. Un vestido negro, sin tirantes, de terciopelo y con una falda de organza plisada con volumen de tutú, que flotaba con cada paso. Los detalles, bordados a mano en el taller de Lesage, eran un ejercicio de precisión: borlas, gotas y flores en negro y plata, más de 3.500 aplicaciones cosidas una a una.
El diseño, lejos de ser un despliegue barroco, tenía la sofisticación de las piezas que parecen sencillas hasta que uno se acerca y entiende la cantidad de trabajo que llevan encima. Más de 350 horas de costura artesanal para conseguir que cada plisado, cada trenza de encaje y cada capa de tul cayesen en el sitio exacto. No había dramatismo ni exageración, solo una certeza: este vestido no necesitaba que lo explicasen.

Keira Knightley EFE/EPA/TERESA SUAREZ
Su melena bob al natural, ligeramente ondulada, bastó para rematar el conjunto. El maquillaje, discreto. A su lado, su marido, James Righton, vestido de negro con la misma actitud de siempre: la de quien sabe que está casado con una estrella de cine pero prefiere no hacer mucho ruido.
La cena, celebrada en la Cour Napoléon del Louvre, coincidía con la inauguración de la exposición Louvre Couture: Objets d’Art, Objets de Mode, un diálogo entre la moda y las piezas históricas del museo. Chanel, que lleva más de un siglo marcando la silueta femenina, entraba en la ecuación con naturalidad. No es un secreto que Karl Lagerfeld veía la moda como una forma de arte y que Virginie Viard, actual directora creativa de la casa, sigue esa línea con su sello propio: menos espectáculo, más refinamiento.