Lo de Katy Perry y el espacio es como cuando alguien te dice que va a subir a cantar al karaoke, y de repente se marca un Bohemian Rhapsody que te deja sin aire: sabías que podía hacerlo, pero no esperabas que fuese tan en serio.
El 14 de abril de 2025, la artista se convirtió en parte de la historia al viajar al espacio en una misión de Blue Origin, acompañada por una tripulación compuesta exclusivamente por mujeres.
Junto a la cantante estuvieron la periodista Lauren Sánchez, la presentadora Gayle King, la ingeniera aeroespacial Aisha Bowe, la activista Amanda Nguyen y la productora Kerianne Flynn.

La cantante californiana, convertida en astronauta pop gracias a la expedición NS-25 de Blue Origin, no se conformó con subir al cielo. Se lo puso.
Y lo hizo con un traje espacial que parecía sacado de un desfile intergaláctico de alta costura, una especie de haute orbit confeccionado por Lauren Sánchez -la periodista y pareja de Jeff Bezos, ahora también diseñadora de moda aeroespacial- con la colaboración del equipo técnico de Blue Origin. Porque el futuro ya no se viste de plateado: se viste de azul medianoche, de cremalleras sensuales y licra inteligente.
Ceñido, ergonómico, sexy sin ser caricatura, funcional sin dejar de ser un icono. Y aunque la gravedad escaseaba, el peso del momento era abrumador. Perry, con unos labios perfectamente delineados que sobrevivieron a la atmósfera y a la presión de los titulares, despegó enfundada en lo que bien podría ser el uniforme de las futuras diosas del espacio. Una Beyoncé en la Luna. Una Lady Gaga orbitando Júpiter.
Lauren Sánchez explicó después que el diseño nació de una necesidad: “¿Por qué los trajes espaciales no pueden ser también elegantes?”. Y como toda gran pregunta, encontró su respuesta en la acción: trajes pensados para la seguridad, sí, pero también para la imagen. Porque si vas a salir de la Tierra, mejor hacerlo como si fueses a abrir los premios Grammy, no a una estación de servicio interestelar.
Sin duda alguna, la moda espacial, hasta ahora feudo de la funcionalidad y el anonimato, tiene nueva embajadora. Durante el breve vuelo suborbital, la cantante llevó consigo una margarita en homenaje a su hija, Daisy, y cantó What a Wonderful World como símbolo de unidad y esperanza.