Kamala Harris, la primera mujer en ocupar la vicepresidencia de los Estados Unidos, ha construido una imagen pública sólida que trasciende el poder político. Su estilo ha sido motivo de admiración y análisis, no solo por lo que transmite en términos de moda, también por la forma en que refleja su personalidad, su visión de liderazgo y su mensaje de inclusión. Harris ha logrado consolidar un “estilismo suave”, un concepto que combina elegancia, pragmatismo y autenticidad, permitiéndole proyectar fuerza sin necesidad de recurrir a la ostentación o al exceso.
Por eso, Harris ha optado por una estética que pone la funcionalidad por encima del glamour, algo que va en consonancia con su perfil político como defensora de la igualdad y la justicia social. Durante su carrera, se ha mostrado firme, pero cercana; seria, pero carismática. Estas cualidades se ven reflejadas en su vestimenta: una clara preferencia por trajes de corte clásico y colores sobrios, como el negro, azul marino, gris y blanco (tonos neutros que refuerzan su imagen y evocan una sensación de autoridad sin caer en la rigidez).
Este minimalismo en su vestuario ha sido cuidadosamente seleccionado para proyectar una imagen de confianza y seguridad. La vicepresidenta entiende el poder del mensaje visual en un entorno político dominado por hombres, donde las mujeres suelen enfrentar escrutinios adicionales por su apariencia. Al evitar las tendencias llamativas, Harris se centra en lo que más importa: su trabajo y sus ideas. De esta manera, su estilo se convierte en una herramienta sutil de empoderamiento que refuerza su credibilidad, demostrando que se puede ser fuerte y femenina al mismo tiempo.
Aunque Kamala Harris opta por un estilo sencillo y funcional, sus elecciones de moda no están exentas de simbolismo. Un ejemplo claro fue su decisión de llevar un traje morado durante su toma de posesión como vicepresidenta, en enero de 2021. El morado es un color históricamente asociado al movimiento sufragista en Estados Unidos, y su elección fue interpretada como un homenaje a las mujeres que lucharon por el derecho al voto y como un mensaje de unidad en un país profundamente polarizado. Además, el morado es también la mezcla de los colores azul y rojo, que representan a los dos grandes partidos políticos en EE.UU., lo que refuerza su compromiso con el bipartidismo y la reconciliación.
Otra de sus prendas icónicas es la chaqueta negra, un básico que ha usado en numerosas apariciones públicas. Esta elección clásica y atemporal subraya su enfoque pragmático y su intención de no dejar que las distracciones estilísticas opaquen su mensaje político. Harris también ha recurrido en varias ocasiones a diseñadores estadounidenses, muchos de los cuales son de minorías o han promovido la inclusión y la diversidad, lo que subraya su enfoque progresista y su apoyo a las comunidades tradicionalmente marginadas.
Otra prenda que se ha convertido en símbolo del estilo de Kamala Harris es la zapatilla deportiva. En varias ocasiones, ha sido vista en eventos públicos y en la campaña electoral calzando zapatillas Converse Chuck Taylor, una marca clásica que ha sido adoptada por generaciones jóvenes y adultas por igual. Esta decisión rompe con la norma de la política tradicional, donde las mujeres suelen aparecer con tacones de alto calibre, incluso en contextos menos formales.
En cuanto a los accesorios, Harris suele optar por piezas discretas. Los collares de perlas son una de sus firmas personales, un clásico atemporal que evoca feminidad sin resultar excesivo. Este tipo de joyas tienen una fuerte connotación histórica, especialmente en la política estadounidense, ya que han sido usadas por figuras como Barbara Bush y Michelle Obama, asociándose a un estilo sofisticado y, al mismo tiempo, accesible.