Son jóvenes, fuertes, resistentes y con las hormonas a flor de piel. Para colmo, se encuentran en la ciudad del amor. ¿Qué otra cosa se puede esperar? Mientras los olímpicos deciden cuánta licencia se permiten, los entrenadores, directivos, equipos médicos y psicológicos y demás responsables de su éxito siguen enredados en la eterna duda: ¿sexo sí o sexo no antes de la competición? Cada uno aporta sus razones y, aunque la conclusión mayoritaria es favorable a la práctica sexual, siempre hay matices.
El asunto reclama sensatez. Después de años de preparación y una selección exhaustiva de los mejores, los atletas olímpicos se juegan mucho. A título individual y, sobre todo, en nombre del país al que representan. Su rendimiento requiere una perfecta sincronización entre mente y cuerpo y cualquier elemento puede perturbar esa elevada exigencia. ¿Es el sexo uno de esos disruptores o, por el contrario, es bueno que practiquen durante estas jornadas?
Con el reparto de 300.000 preservativos en la Villa Olímpica, parece evidente que la propia organización se ha rendido a la idea de que habrá sexo, placeres y amor. La promoción del sexo seguro empezó en los Juegos de Seúl de 1988, pioneros en el reparto de preservativos entre los competidores para concienciar sobre el VIH y las enfermedades de transmisión sexual. 450.000 se distribuyeron en Río 2016. Es decir, 42 por atleta. A los preservativos, París ha sumado una campaña con mensajes sobre el placer y el consentimiento. Anne Philpott, fundadora de The Pleasure Project, una organización internacional que lleva dos décadas abogando por una educación sexual que incluya el placer, aplaude esta decisión.
Ahora bien, ¿puede permitirse un atleta el riesgo de presentarse baldado a causa de la práctica sexual? En un encuentro sexual el gasto calórico es cinco veces mayor que en reposo y la frecuencia cardíaca se dispara. Sin embargo, a nivel mental los picos de bienestar son insuperables. Antiguamente se creía que la abstinencia sexual mantenía los niveles de testosterona que el cuerpo necesita y algunos atletas se privaban del sexo durante las competiciones. Es el caso del famoso boxeador Muhammad Ali, absolutamente abstinente desde seis semanas antes de entrar en combate. También el tenista Fabrice Santoro confesó que al principio de su carrera se abstenía de mantener relaciones sexuales antes de un partido por miedo a perder toda su energía. Eso cambió: “A medida que avanzaba mi carrera, me permitía cada vez más practicar sexo la noche antes de un partido. Me di cuenta de que no solo no me penalizaba, sino que me daba un impulso”.
En la antigua Grecia, Platón aconsejaba privación si los deportistas aspiraban de verdad a brillar en los Juegos Olímpicos. En 2006 todavía persistía esta creencia milenaria y en el Mundial de Alemania a los jugadores de Costa Rica se le pidió que se mantuviesen alejados de sus parejas durante todo el torneo. En 2014, en Brasil, fue el entrenador de Bosnia-Herzegovina el que prescribió abstinencia sexual a sus jugadores. “No son vacaciones, estamos aquí para jugar un Mundial”, advirtió. El famoso futbolista Pelé señaló que todo esto es relativo. “Algunos jugadores necesitan sexo para relajarse y otros no. El descanso previo al partido o competición es una decisión personal y un hecho que no es igual para todos los jugadores”. Él dejó claro que prefería descansar.
Revisando los estudios, que no son pocos, podemos concluir que la actividad sexual no merma el rendimiento de los atletas ni tiene un impacto significativo en el consumo de energía. Es una de las conclusiones del ex profesor de medicina deportiva de la Universidad de Florencia Giorgio Galanti, autor de una completa revisión de las investigaciones sobre la repercusión del sexo en los resultados deportivos. “El acto sexual forma parte de la vida cotidiana y casi no tiene impacto en el consumo de energía y en los aspectos metabólicos. Para un joven deportista, perder 100 calorías desde el punto de vista físico no tiene ninguna importancia. En cambio, el aspecto psicológico y personal, la unidad afectiva y familiar cuentan mucho”.
Físicamente, la duda parece despejada. Investigadores de la Universidad de Montreal en Canadá midieron el gasto calórico asociado a la actividad sexual y concluyeron que durante un encuentro sexual de unos 25 minutos, los hombres queman una media de 101 calorías (4,2 calorías por minuto) y las mujeres 69 calorías (3,1 calorías por minuto). Son datos insignificantes para un deportista de élite. A la misma conclusión llegó un equipo de cardiólogos del Hospital de Ginebra después de comparar el trabajo de ocho futbolistas profesionales, cinco corredores de maratón y dos levantadores de pesas con actividad sexual e interrumpiendo toda actividad carnal durante unos días.
La clave está en el aspecto psicológico. Aquí Gaëlle Etienne, sexóloga especializada en deporte, lo tiene claro: “Los deportistas no son máquinas. Trabajan con sus cuerpos todo el año y se les piden esfuerzos extremos. Privarles de cosas esenciales es malo para ellos y su rendimiento. Controlar su dieta puede ser frustrante, pero controlar su sexualidad es casi peor. El sexo es natural, humano e incluso necesario para la felicidad”. Y recuerda que durante el coito se liberan hormonas que pueden ser muy beneficiosas en el rendimiento deportivo: dopamina, endorfina, serotonina y la prolactina, la hormona de la relajación. El matiz que añade es importante: entre el acto sexual y la competición deben transcurrir al menos dos horas, un tiempo que los expertos en medicina deportiva amplían a diez o doce horas.
Aquí se explica la instalación de las llamadas camas anti sexo que, por cierto, hace unos días veíamos probar a las tenistas olímpicas australianas Daria Seville y Ellen Pérez. Fueron calificadas así cuando debutaron en las Olimpiadas de Tokio 2020. Son más rígidas de los normal y están diseñadas para facilitar un sueño individual reparador. Habrá o no sexo, pero, como dijo el legendario entrenador de los New York Yankees, Casey Stengel, “no es el sexo lo que destroza a estos tipos, sino quedarse despierto toda la noche buscándolo”.