En las colinas de Mulholland Drive, donde las casas tienen más secretos que ventanas, Jack Nicholson y Anjelica Huston vivieron una historia de amor que parecía escrita por un guionista con resaca y corazón roto. Se conocieron en 1973, en una fiesta de cumpleaños de Jack, y desde entonces, su relación fue una montaña rusa de pasión, celos y reconciliaciones.
Anjelica, hija del legendario director John Huston, y Jack, el eterno rebelde de Hollywood, compartieron diecisiete años de una relación tan intensa como inestable. Trabajaron juntos en El honor de los Prizzi, dirigida por el padre de ella, donde la química entre ellos traspasó la pantalla. Anjelica ganó un Oscar por su papel, y Jack, aunque no se llevó la estatuilla, se llevó el corazón de su compañera una vez más.
Durante diecisiete años se amaron a su manera, que no es lo mismo que quererse bien. Jack le regalaba vestidos de Valentino y deslices con otras mujeres; Anjelica respondía con elegancia, con silencios más elocuentes que cualquier grito. “Yo era su chica”, llegó a decir ella, como quien habla de un puesto honorífico en una guerra perdida. Porque ser la chica de Jack era eso: estar en el centro de la tormenta con un paraguas roto y el maquillaje intacto.
La suya fue una relación escrita a base de escenas. Escenas de celos, de redención, de noches eternas y mañanas sin disculpas. “Jack era incapaz de ser fiel, pero tenía un talento diabólico para hacerte sentir única”, escribió Huston en sus memorias. Ese tipo de frase que parece una sentencia y es en realidad una confesión.
Pero el amor no siempre es suficiente. En los años ochenta, cuando Jack ya era una leyenda y ella una actriz con carrera y cicatrices, la relación empezó a romperse. Anjelica, que siempre había sido más fiera de lo que dejaba entrever su belleza, irrumpió en la casa de Jack y le propinó un puñetazo tras enterarse de que una amante esperaba un hijo del actor. Hollywood entero aplaudió en silencio: Huston había dado por fin el giro dramático que exigía el guion. Después de eso, no hubo vuelta atrás.
Las infidelidades de Jack fueron una constante sombra en su relación. Anjelica, en sus memorias, relata cómo descubrió que Jack iba a ser padre con otra mujer, lo que puso fin a su historia juntos.
Años después, con la distancia justa y el humo disipado, Jack diría que Anjelica era “el amor de su vida”. Y ella, con esa voz de terciopelo y ceniza, admitiría que “nadie la había amado como él”. Quizá ese sea el secreto de las grandes historias: no tener un final feliz, pero sí inolvidable.
A pesar de todo, el cariño entre ellos nunca desapareció. Este año, durante los incendios forestales en Los Ángeles, Jack llamó a Anjelica para ofrecerle su casa como refugio. Ella, conmovida, describió el gesto como “dolorosamente dulce” y confesó que, de repetirse la situación, aceptaría la invitación. Aunque sus caminos se separaron hace décadas, el lazo entre ellos sigue siendo fuerte, demostrando que algunos amores, aunque no duren para siempre, nunca se olvidan.