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“¿Hay algo más sexy que discutir bien?”: Pelear puede ser el éxito de la relación (casi) perfecta

¿Sabías que el 69 % de los conflictos son permanentemente irresolubles? Descubre cuáles son las claves para que las peleas de pareja no sean guerras campales, sino una fórmula de conexión

The Break-Up
The Break-Up

En un momento en el que huimos de las confrontaciones y de los desencuentros, resulta especialmente llamativo descubrir que en realidad, discutir puede ser positivo para las parejas. El psicólogo Juan Muñoz, autor de ‘Discutir es sano (si sabes cómo)’, asegura que discutir no es crear conflictos nuevos, sino solucionar los que ya existen. En su libro da claves para aprender a discutir “más y mejor” para disfrutar de relaciones sanas y responsables. “Para aprender a discutir con otras personas debemos, primero, aprender a discutir con nosotros mismos. Identificar las emociones que sentimos durante una discusión y gestionarlas es difícil, pero resulta fundamental para poder comunicar lo que necesitamos sin agredir a la otra persona”, explica.

“Si la otra persona está perdiendo el foco (se está expresando con mucha ira, por ejemplo), podemos usar la estrategia de reducir al máximo su agresión, preguntándole “¿qué quieres decir con esto que acabas de llamarme?”, para darle a la otra persona una segunda oportunidad para transmitirnos su mensaje desde una posición más relajada. Podemos repetir esta pregunta tantas veces como consideremos necesario”, añade.

Marta Ridaura Alfayate, psicóloga especializada en familia, pareja y trauma, asegura que en terapia es habitual que emerja la pregunta de por qué es tan común que las discusiones acerquen a las parejas. “En ocasiones percibimos la necesidad de tener una discusión con nuestra pareja para poder sentirla cerca o para poder tener conversaciones incómodas relacionadas con el cuidado, pero camufladas en forma de “no has metido el plato en el lavavajillas”. En este sentido: las discusiones suelen surgir sobre cuestiones superficiales, a pesar de que, en el fondo, necesitamos hablar sobre cuestiones más emocionales o relacionadas con la vinculación o la dinámica de la pareja. También se puede deber a que una discusión suele conllevar un intento de comprensión mutua, y mayor intimidad en lo emocional, ya que ambos os percibís como vulnerables y sois capaces de externalizar y validar vuestras emociones, mientras se fortalece la comunicación”, asegura.

El cine y la cultura pop han alimentado siempre el mito de que quienes se pelean, se desean, y como advierte la psicóloga, se trata de otro mito más del amor romántico. “Ambos al principio de la relación se odian, y no hay cuidado, sino una dinámica tóxica y de poder entre ambos, pero la forma en que se nos muestra, es como ese ideal al que todos queremos alcanzar y que forma parte del juego de la seducción”, advierte. Todos conocemos a una pareja que presume de no discutir nunca, y lo cierto es que aunque la ausencia de conflicto en sí misma no es una señal de alerta, sí lo es cuando la única manera en la que una pareja evita pelear es silenciar sus necesidades, deseos o posturas diferentes.

 

'Friends with benefits'

‘Friends with benefits’

 

Las discusiones nos acercan más a nuestra pareja que los momentos de paz o confort. No hay nada más romántico que ver cómo tu pareja se esfuerza en entender tu punto de vista y llegar a acuerdos comunes para el correcto funcionamiento de la relación. Aprender a sostenernos, a cuidarnos y a entendernos, incluso cuando en un principio nuestras posturas están alejadas, es un ejercicio de intimidad y de reconocimiento de la otra persona. Además, ¿hay algo más sexy que discutir bien?”, se pregunta Juan Muñoz. Joseph Grenny, coautor del bestseller ‘Crucial Conversations’, señala que muchas parejas creen erróneamente que evitar discutir temas delicados significa evitar una discusión, pues creen que será bueno para su relación, cuando lo cierto es que evitarlo es el mayor error que cometen las parejas. Grenny asegura a ‘The Guardian’ que el éxito de una relación está determinado por la forma en que se debaten temas delicados. “El verdadero amor requiere trabajo. La verdadera intimidad no se trata sólo de amor, sino también de la verdad. Y las conversaciones cruciales son el vehículo para sacar a la luz la verdad de una manera que acelera un sentimiento de intimidad, confianza y conexión”, dice.

Esther Perel, psicoterapeuta, señala que los problemas más profundos que impulsan la pelea rara vez tienen que ver con el contenido de nuestras discusiones (platos sucios, demasiado tiempo en el teléfono, política, los niños), sino con las necesidades, vulnerabilidades y prejuicios que se desencadenan una y otra vez. “No nos tendría que sorprender que, cuando una situación nos afecta profundamente, sea porque tiene que ver en realidad con algo que ya hemos experimentado antes”, asegura. Por su parte Julie y John Gottman llevan toda la vida estudiando a diferentes parejas para intentar crear ciencia a partir del amor… ¿O para aplicar el amor a la ciencia? Cuentan con ‘The Love Lab’, un centro de investigación de relaciones, y tras haber analizado el amor durante años, se han dado cuenta de que es también necesario analizar los conflictos. “Descubrimos que al observar y codificar comportamientos, podíamos predecir, con más del 90% de precisión, qué parejas permanecerían juntas, incluso durante los altibajos, y en general se sentirían satisfechas con su unión (las llamamos los “maestros del amor”) , y cuáles se divorciarían, separarían o permanecerían juntos infelizmente”, aseguran en ‘Fight right’, un libro en el que enseñan a las parejas a pelear de forma saludable. Aseguran que existen dos tipos de peleas entre las parejas: las solucionables y las perpetuas. Las reparables hablan de un problema logístico, que se puede resolver una vez que todos tengan la cabeza fría, mientras que las perpetuas hacen alusión a esas cosas por las que terminamos peleando una y otra vez, porque aprovechan algunas de las diferencias más profundas entre nosotros: diferencias en personalidades, prioridades, valores y creencias. “No importa cuán perfecto sea alguien para ti, siempre estará ahí. No nos enamoramos de nuestros clones. De hecho, a menudo nos sentimos atraídos por personas que son muy diferentes a nosotros en ciertos aspectos: personas que no nos replican, sino que nos complementan. Todo se reduce a esto: la gran mayoría de nuestros problemas, el 69 %, para ser precisos, son permanentemente irresolubles”, aseguran.

Dicen que los primeros tres minutos de una pelea pueden predecir el estado de la relación seis años después, que las parejas necesitaban alcanzar una cierta proporción de interacciones positivas y negativas durante el conflicto para permanecer enamoradas a largo plazo y que durante el conflicto, las parejas que exhibían cuatro comportamientos a los que llaman “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” (crítica, desprecio, evasión y actitud defensiva), probablemente se separarían en promedio cinco años después de la boda.

“También descubrimos que no tener conflicto alguno no era la respuesta, porque hubo otra ola de divorcios, aproximadamente una década después de esa marca de cinco años. Estas parejas no tenían los Cuatro Jinetes: lo que tenían era “nada”. De acuerdo, no hay ningún conflicto importante, pero tampoco hay humor., ni dudas, ni interés alguno por el otro”, explican. “Descubrimos que los maestros del amor no evitaban los conflictos. Tenían cierto conjunto de habilidades interactivas que les permitieron entrar en una pelea como si fuera una colaboración, no una guerra; y cuando alguien resultó herido (como nos puede pasar a todos en un conflicto), supieron cómo repararlo”, indican.

Lo que queda claro es que son muchos los psicólogos que luchan no sólo por intentar comprender el amor (si descubren algo realmente revelador, por favor, que me pongan un WhatsApp, porque hace años que yo no lo entiendo), sino por analizar los conflictos y ante todo, por enseñarnos a pelear bien. Como hemos podido ver, no pelear con la pareja no es algo necesariamente bueno, del mismo modo que en realidad, tampoco lo es pelear per se, sino hacerlo de forma significativa y para analizar los motivos que conducen a las discusiones para poder así solucionarlos.

No hay que ver las peleas como una pelea cuyo propósito es ver quién tiene la razón, sino entender la perspectiva de la otra persona y validarla, comprenderla mejor y después, intentar encontrar una solución. Si terminamos por intentar que alguien gane y la otra persona pierda, lejos de intentar alcanzar una conexión, se convierte en una competición que generará resentimiento en quien no ha ganado… Y para “ganar” una pelea, ambas partes han de salir de ella no con una sensación de derrota, sino de haber conocido mejor al otro.

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