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​George y Amal Clooney o cómo el amor también puede ser aburridamente perfecto​

Diez años sin una sola pelea. Ni por el mando. Ni por la cena. Ni por qué hacer con los niños un domingo a las seis de la tarde. El actor no discute con su mujer desde hace diez años. Y eso inquieta

George y Amal Clooney. Fotografía: EFE

Lo dijo George Clooney en una entrevista con The Hollywood Reporter, con esa media sonrisa tan característica: “Nunca hemos discutido”. Quienes hemos vivido lo suficiente como para saber que las parejas se quieren a ratos y se soportan casi siempre, nos quedamos pensando en qué clase de amor es ese que no choca nunca, ni una vez.

No es que sorprenda que Clooney se haya casado, sorprende que siga casado. Y que encima lo esté con una mujer como Amal, que además de ser guapa, lista y elegante, defiende derechos humanos en La Haya mientras él sigue apareciendo en películas. Lo que descoloca es la declaración de paz. Una década sin peleas. Ni un malentendido. Ni un mal gesto con una copa en la mano. Eso no parece amor, parece un milagro.

George y Amal Clooney. Fotografía: EFE

Ellos lo explican con una mezcla de fortuna y lógica: que se llevan bien porque no son cínicos, porque se escuchan, porque llegaron el uno al otro ya hechos, sin necesidad de afilarse en la convivencia. Y quizá sea eso, quizá el secreto esté en llegar tarde a ciertas cosas. A Clooney el amor le pilló con las canas hechas y la casa en orden. Y Amal, que lleva la palabra “justicia” escrita en la agenda, tal vez encontró en él algo que se parecía al descanso. No discuten. No porque se repriman, sino porque no tienen ganas.

George Clooney dice que el secreto es no tomarse en serio las pequeñas cosas. Pero el verdadero secreto, quizá, es tener a alguien al lado que tampoco lo haga. Quizá no es que no tengan desacuerdos, es que han decidido no convertirlos en trincheras. Hay quien se pelea por si se deja la tapa del retrete bajada y quien prefiere brindar porque aún quedan botellas de vino sin abrir. La diferencia entre la guerra y el amor, a veces, es cuestión de saber en qué batallas no merece la pena entrar.

La pareja en Venecia. Fotografía: EFE

Lo insólito de su historia no es la armonía, sino que no parezca fingida. Porque en tiempos donde se celebra el caos como prueba de autenticidad, esta pareja va y construye un amor sereno, sin grandes gestos ni incendios, como si la verdadera revolución fuese, simplemente, llevarse bien.

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