Jill Biden se despedirá de la Casa Blanca en solo unos días y lo hará con una nota alta. Si hay que buscarle algún reproche, en su círculo demócrata no encuentran nada más que debió haber persuadido a Joe en su intención de postular a un nuevo mandato. Por lo demás, ha combinado su papel de esposa y primera dama con tacto y dedicación. ¿También de puertas adentro?
De lo que haya ocurrido en la intimidad de la pareja solo podría hablar su teléfono móvil. Antes incluso de que su marido ocupase el cargo de presidente de Estados Unidos, Jill se ocupó de que jamás un empleado infiel pudiese hablar de lo que ocurriese en su vida matrimonial. Nadie habrá escuchado una voz más alta que otra en la Casa Blanca, ni siquiera un reproche en público. ¿Los hubo? Pues claro, como en cualquier matrimonio, más después de 47 años de unión. Pero la estrategia de la primera dama ha sido muy hábil: ante la mínima desavenencia, ella se retira y continúa la conversación vía WhatsApp. Es lo que se conoce como fexting, un palabrejo que ella misma popularizó en una entrevista cuyo significado es simple: discutir mediante mensajes de texto. Dicho de otro modo, matrimoniadas silenciosas.
El fexting, según declaró Jill, ha salvado su relación, pero también la ha mantenido alejada de dimes y diretes que, dado el cargo que ostenta su marido, se podrían haber utilizado para hacer mucho daño. Si ese es su secreto, no se puede negar su eficacia. A estas alturas, todo el mundo habla de la complicidad entre Jill y Joe, hasta el punto de que una de las frases más recurrentes en las crónicas en estos últimos meses es “ella debería haber evitado eso o debería haber hecho lo otro”. No es que le correspondiera a ella como primera dama tomar una decisión, pero a nadie se le escapa la influencia de esta mujer a la que tuvo que pedir matrimonio hasta en seis ocasiones, según contó Biden en sus memorias Promises to Keep.
Teniendo en cuenta sus fuertes caracteres, el fexting caería sobre la Casa Blanca como una bendición, para disgusto del personal, que se ha visto privado estos años de los acalorados momentos que habrán vivido por cuestiones personales, políticas o familiares. Jill reconoció que en una de esas refriegas avisó a su esposo: “Joe, ¿te das cuenta de que esto pasará a la historia? Habrá un registro de todo esto”.
Y tenía toda la razón. Las palabras se las lleva el viento, pero una captura de pantalla es para siempre. Y hay peleas tan desgarradoras por WhatsApp como las que se pueden mantener cuerpo a cuerpo. De hecho, el fexting mantiene bien ocupados a terapeutas y abogados matrimonialistas. Da fe de ello Laura Wasser, la abogada más implacable de Hollywood. Si midiese en metros los mensajes de texto que le llegan en los casos de divorcio, podría alfombrar una ciudad como Los Ángeles. Son cientos y cientos los WhatsApp que acaban aportándose como pruebas admisibles en un juicio por haber sido usados para ventilar los problemas de pareja. Esos hilos de texto pueden servir para reconstruir el relato de una historia de amor y desamor. Su testimonio es comparable a nuestro historial médico si hablamos de salud.
Pelearse con los pulgares tiene sus ventajas para matrimonios como el de los Biden. Ellos han encontrado en el fexting un manual de buenas prácticas, pero en el extremo opuesto podemos citar a Brad Pitt y Angelina Jolie. El actor se llevó las manos a la cabeza hace un par de meses ante la exigencia “sensacionalista” de Angelina Jolie de compartir los textos privados que intercambiaron en 2016 a raíz de la famosa disputa a bordo de un avión. Para Pitt se trata de una flagrante invasión de la privacidad ajena al asunto que pretendían dirimir: la bodega francesa Château Miraval. La conversación contenía temas tan delicados como la terapia a la que se sometió voluntariamente después del incidente con el fin de superar sus problemas de adicción, además de otros detalles de su vida íntima.
A menudo las parejas enloquecen con esta práctica y lo que saca a relucir son amenazas, fotos, insultos y salidas de tono de todo tipo. Puede que a los mediadores matrimoniales el fexting les facilite la tarea en un proceso de divorcio, pero reconocen que es la peor forma de comunicación que ha inventado la especie humana. Así se desprende, por ejemplo, del caso de Johnny Depp y Amber Heard después de filtrarse los mensajes de texto que se cruzaron en los momentos más tumultuosos de su relación.