“Donald Trump es un icono de estilo. Cambió la moda americana en The Apprentice y la gente pasó la siguiente década intentando vestirse como él”, aseguró el que fuera consejero principal de la Casa Blanca, Stephen Millestyle. Aunque sus palabras recibieron innumerables burlas, lo cierto es que el ex presidente de los Estados Unidos supo hacer del ego su uniforme, y las figuras que ya forman parte de la historia de la cultura pop han sabido hacerlo también. ¿Acaso no basta con ver las gafas de Terry Richardson para saber que se trata del fotógrafo? Al ver la cardada melena de Amy Winehouse, ¿no pensamos de forma inmediata en la cantante? Si vemos una melena bob y unas grandes gafas de sol, ¿no sabemos que se trata de Anna Wintour? “Su voluntad de convertirse en un meme teñido de naranja y crema de vainilla invitaba a la burla, hasta que algunos se dieron cuenta de que, por absurda que haya parecido la apariencia del presidente, también es, en su singularidad y consistencia, inolvidable”, escribe Vanessa Friedman, periodista experta en moda, en ‘New York Times’.
Un armario a prueba de críticas
Sus chaquetas de volúmenes hiperbólicos y sus maxi hombreras demuestran su intención de ocupar espacio, ese que él considera es menester ocupar cuando se es un hombre. Ese manspreading de estilo funciona a la vez como una especie de armadura con la que parece resguardarse de lo que de él digan, aunque como explica la asesora de imagen Marta Pontnou a Artículo 14, en realidad su armario simboliza perfectamente lo poco que le importa todo.
“Su estilo es un reflejo de su manera de hacer: es la persona que más comunica con la forma en la que viste. No le importa absolutamente nada la estética, lo que opinen los demás, el protocolo ni las normas de vestimenta. No se preocupa de la moda porque no le interesa y porque cree estar por encima del bien y del mal”, asegura. “Sus americanas abiertas y sin abrochar van completamente en contra del protocolo y sin duda alguna, esas corbatas que se balancean son un símil fálico. Da la impresión de que las americanas que lleva son las que se compró cuando se hizo rico y decidió hacerse 4.000 trajes. Parece mandar el mensaje de que no tiene tiempo (ni ganas) de hacerse nuevas chaquetas a medida. También es llamativo que él, junto a mandatarios autoritarios como Milei y Boris Johnson, quieren demostrar estar por encima de la estética. Si son descuidados en el lenguaje y en la manera de abordar las realidades sociales, ¿cómo van a cuidar la manera en la que lucen?”, se pregunta Pontnou.
No es la única que habla de sus corbatas de esa forma. En una columna llamada ‘La pajarita versus la gran corbata roja’, la periodista de moda Rachel Tashjian habló al respecto. “Esa gran corbata roja de Trump es ya un accesorio casi tan famoso como su gorra roja que reza Make America Great Again. Pero mientras que la gorra es un guiño agresivo, esa corbata brillante y larga es, asumámoslo, un indiscutible símbolo fálico”, señaló. “El largo de la misma es un recordatorio continuo de su particular clase de machismo descarado y elegante. La mayoría de los políticos masculinos todavía usan corbatas, pero les gusta aparecer sin una de vez en cuando para demostrar que son “gente de la calle”. Hacen ver que se pueden desabrochar el botón superior, quitarse la chaqueta y arremangarse. Trump rara vez ha jugado estos juegos sartoriales. Él usa la corbata. Y la usa. Y la usa”, escribe.
¿(anti) Estética o estrategia?
Resulta complicado comprender cómo un hombre que puede tener tras de sí a un equipo de asesores estéticos potente se viste de esa manera. ¿Será una fórmula con la que subrayar el desconcierto, será vanidad o será la más absoluta dejadez? “La ropa que lleva no le queda bien. En una lucha por llamar la atención. Su vestimenta siempre iba a quedar en un distante cuarto lugar, detrás de su peinado, su autobronceador anaranjado y las palabras que su boca emite en cualquier momento. Las hombreras de sus trajes son demasiado anchas -al menos una talla- y caen hacia un lado. Las chaquetas son un centímetro demasiado largas de lo que debieran y sus pantalones, a causa de su holgura, consiguen parecer desgastados, aunque no lo son”, señala Financial Times.
Esas extremadamente largas corbatas que tantas críticas han despertado se deben, según escribe en Let me finish Chris Christie, exgobernador de Nueva Jersey, a que Donald Trump está convencido de que le hacen parecer más delgado. Lo curioso es que durante una
cena en 2005, Trump le recomendó adelgazar si quería ser alguien en el mundo de la política. Por su parte, él no necesitó nunca estar hecho un pincelito, pero lo cierto es que nunca se separó de esas corbatas extra largas que los expertos en moda jamás comprendieron. Trump ha impuesto una forma de vestir particular que algunos políticos conservadores, como J. D. Vance, el candidato republicano a vicepresidente junto a él en las elecciones presidenciales de 2024, adoptan. Vance abandonó sus trajes ceñidos y sus blazers cortas con solapas amplias por chaquetas que emulan las de los trajes de Brioni de Trump, esas que tienen esa silueta clásica de los power suits de los años 80. También ha sumado a su armario las brillantes corbatas rojas que abundan en los looks del candidato a la presidencia.
Fashion o no, Donald Trump ha creado un estilo propio que sirve como referente a los que siguen su estela política. Quiere que América sea “great again” pero de momento, lo que está logrando es que los armarios de algunos no sean tan maravillosos… Aunque al menos, sí ha sabido crear una silueta asociada a su figura, y eso sólo lo pueden hacer quienes han sabido, para bien o para mal, escribir un capítulo propio en la historia.