SEX O NO SEX

Erotomanía, el delirio de creer que Brad Pitt te ama

Algunas personas tienen la firme y falsa creencia de ser correspondidas en su enamoramiento por alguien, casi siempre famoso, que ni siquiera ha reparado en su existencia

Más de una mujer desearía echar el lazo a George Clooney o, por qué no, a Brad Pitt, actores que, como los buenos vinos, parece que mejoran con los años. ¿Qué tendría de extraño? El delirio sería pensar que ese par de ojos negros de Clooney atraviesan tu pantalla de televisión o que la sonrisa pícara del ex de Jolie va dedicada a ti.

No se trataría solo de soñar a lo grande, sino de un trastorno muy identificado en el campo de la Psiquiatra con el nombre de erotomanía u obsesión por un amor ficticio. Consiste en creer que esa persona, casi siempre famosa, está enamorada de ti. Por culpa de esta fantasía, hay mujeres que caen en trampas como la reciente estafa del falso Brad Pitt, que llevó a varias ancianas a creer que estaban siendo seducidas por el mismísimo actor, cuando lo único que había era una organización criminal engañándolas con fines económicos.

¿Cómo es posible pensar que una estrella de Hollywood se ha enamorado de alguien a quien ni siquiera conoce? Es una forma de delirio paranoico poco común, pero quien lo sufre cree firmemente en ese enamoramiento sin necesitar más prueba que su propio pensamiento. La erotomanía se denomina también síndrome de Clérambault, en honor al psiquiatra francés que la describió, en 1921, en Las psicosis pasionales.

Afecta más a la población femenina

Generalmente afecta más a la población femenina. La prueba la tenemos en casos como el del falso Brad Pitt o el del periodista deportivo Paco González. En 2016, su mujer fue apuñalada por Lorena Gallego, una joven que intentó matarla porque, convencida de que él la amaba, pensaba que la esposa se interponía en la relación. Los psicólogos forenses que la trataron confirmaron que sufría un trastorno delirante erotomaníaco que le hacía vivir una realidad paralela que ella relataba con gran poder de convicción. El periodista fue muy contundente ante el juez: “Yo jamás en mi vida he estado con Lorena a solas ni dentro ni fuera de la radio”.

Puede ocurrir en personas con una inteligencia normal y sin que exista otro tipo de enfermedad psiquiátrica, como esquizofrenia o trastorno bipolar, aunque a menudo quienes lo padecen sí dan señales de una personalidad celosa o narcisista. También afecta a personas solitarias o en estado depresivo. En las últimas décadas el riesgo de la erotomanía se ha intensificado a causa de las redes sociales, puesto que es más fácil contactar, observar u hostigar a esos personajes que antes habrían sido inaccesibles.

Precisamente una de las señales de la erotomanía es ese empeño persistente en comunicarse con su enamorado con el convencimiento de que se será correspondido o que la atracción es recíproca. Si es un actor o un presentador de televisión, en esa creencia delirante llega a creerse destinatario de cualquier gesto o mirada ante la cámara.

No es una atracción sexual, sino romántica y tan pasional que a menudo se denomina mal de amor, melancolía erótica o psicosis pasional. Hace décadas se daba por hecho que los delirios erotomaníacos eran exclusivos de solteronas frustradas. De hecho, llegó a conocerse como psicosis de la vieja doncella, pero cada vez han ido apareciendo más casos de erotomanías masculinas. Shakira, sin ir más lejos, ha sufrido las consecuencias de más de un acosador con este trastorno. Uno de ellos, que tenía absoluta seguridad de estar viviendo una relación amorosa con ella, fue detenido a principios de año en Texas. Otro le escribía pintadas salvadoras frente a su casa con mensajes como “vengo a por ti, mi amor”.

Más mediático fue el intento de asesinato de Ronald Reagan, en 1981, cuyo autor, John Hinckley Jr, era un hombre obsesionado con Jodie Foster que encontró en este macabro acto la mejor prueba de amor. Antes había ido inundando su puerta con poemas y cartas de amor. El diagnóstico de erotomanía le libró de la cárcel, pero pasó 35 años en un hospital psiquiátrico bajo vigilancia.

En todos ellos, la locura de amor se basa en ilusiones, alucinaciones, asociaciones erróneas y convicciones falsas y equivocadas. Sería demasiado romántico darle un sesgo de amor platónico porque no hay una mínima base de realidad. La fábula se construye a partir de postulados falsos, como “me ama, no hay duda” o “no puede ser feliz sin mí”. En todos se aprecian las tres fases que trazó Clérambault: esperanza, despecho y rencor. Y cada uno se ajusta a la definición que aporta el psiquiatra Luis de Rivera, que ve en esta conducta “una idea delirante, un pensamiento que no puede dejar de triturar, aunque no exista ninguna evidencia de despertar el mínimo interés en esa persona, casi siempre célebre. Bajo este delirio, el enamorado tiene la firme y falsa creencia de ser correspondido por alguien que ni siquiera ha reparado en su existencia”.

El problema es que las personas que padecen este trastorno no suelen pedir ayuda, a pesar de la ansiedad que les genera la situación, y en la mayoría de los casos no se descubre hasta que no hay un episodio trágico. Por eso, los expertos aconsejan no frivolizar y denunciar cualquier forma de acoso o de intromisión en la vida privada.

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