Statista prevé que este año en España el número de usuarios que empleen las redes sociales ascienda a más de 43 millones, y aunque hay muchas personas que las ven en clave incógnito (hablamos de quienes crean perfiles tan sólo para ojear lo que ocurre en el universo digital), también hay quienes se niegan a abrirse uno.
Aunque algunos desconfían de esas personas, pues es habitual chequear el perfil de aquellos con los que vamos a quedar para tener algo de información extra o para comprobar que las fotos subidas en las dating apps responden a su verdadero físico (creéme: el mundo de las citas se está volviendo cercano a un True Crime), otras creen que hay cierto encanto alrededor de los que se niegan a sumarse al universo de las redes sociales. Porque en la era digital, lo que hacemos o dejamos de hacer en el espectro virtual tiene repercusiones más allá de las pantallas.
Un ejemplo lo podemos ver en Love is blind, un reality de Netflix en el que solteros y solteras se conocen en cápsulas independientes con una pared de por medio, por lo que no ven el físico del otro hasta que se enamoran y se comprometen. Así, tal cual lo lees. Una de las participantes estaba realmente interesada en uno de sus pretendientes hasta que le dijo que era consciente de que algunas mujeres podían llevarse una impresión errónea de él al ver que había subido a su perfil de Instagram algunas fotografías sin camiseta. Su pretendiente se quedó horrorizada al imaginar salir con alguien que se comportara como un tronista, algo que por cierto, la mayoría de nosotros hacemos de vez en cuando, pues, ¿acaso no es gratificante esta palmadita de dopamina que otorgan los likes?
Por alguna razón, hay un halo de misterio que rodea a quienes prescinden de las redes sociales algo comprensible al descubrir que un estudio de GfK DAM indica que la sociedad española dedica una media de 46 minutos diarios a las redes. Las personas offline son vistas como figuras más genuinas, independientes y auténticas. Del mismo modo que ocurre con los famosos que viven al margen de las redes, esa falta de necesidad de estar constantemente expuestos y esa voluntad de abrazar su privacidad sin necesidad de subir la foto en moda de baño de turno les hace realmente sugerentes. Por si fuera poco, la inseguridad y los celos que emergen por culpa del mundo online pueden erosionar e incluso dinamitar las relaciones, por lo que estar con alguien ajeno a las redes resulta positivo para muchas personas. Además, en un mundo en el que nos hemos convertido de alguna manera en “personas marca”, pues construimos nuestra personalidad a través de lo que subimos y decimos en nuestros perfiles, quienes no están en las redes son vistas como personas con los pies en la tierra, naturales y reales.
Aunque resulta ciertamente hipócrita o cuanto menos, paradójico, estar siempre online cuando se valora a una pareja que no lo esté, basta con recordar la tranquilidad que muchos sentimos al ver la mini serie de Netflix Siempre el mismo día, en la que quienes tenían teléfono móvil eran los bichos raros. No había ni ghosting, ni catfish, ni infidelidades digitales: lo que ocurría, pasaba fuera de las pantallas… Y por eso tantas personas se engancharon a esa historia de amor de combustión lenta. Parece que incluso las celebridades saben del encanto de las personas offline: basta con saber que el novio de Bella Hadid, Marc Kalman, no tiene redes.
Un dibujo compartido en X en el que dos monigotes se dan la mano bajo el texto La pareja perfecta fue aplaudido por los usuarios. Cada muñeco tenía al lado un pequeño texto que indicaba que uno de ellos era una persona que amaba estar online mientras que la otra, no tenía redes. Al parecer, esa es la dupla de la felicidad.
Aída Rubio, directora del Servicio de Psicología y Psicóloga Sanitaria en Therapyside, indica además que “en ocasiones, las redes sociales pueden usarse como un mecanismo de evasión de una realidad que no nos satisface tanto. Formaría parte de un autoengaño, pero un autoengaño que nos permite ser ese yo que ansiamos. Además, como seres humanos somos muy vulnerables a la necesidad de búsqueda de la aprobación social. Este es un mecanismo muy adaptativo si es bien usado, ya que nos permite ser aceptados en un grupo y obtener así una protección ante las amenazas de la vida”.
Por eso, quienes prescinden de las redes no recurren constantemente a esa validación externa que tanto tiempo nos ocupa y que tantos problemas de inseguridad genera. Por si fuera poco, tampoco hay que preocuparse de si la pareja te sube o no a las redes, pues el denominado No-launch, que consiste en no subir nunca al interés romántico del usuario, es un motivo recurrente de peleas, desconfianza e incluso en ocasiones, rupturas, porque para muchos, lo que no se sube, no ha pasado, y por ende si no se sube a alguien a las redes, esa persona no existe.
Además, si el amor se termina (no quiero hacer spoilers, pero hay altas posibilidades de que ocurra, y soy consciente de que estoy siendo el Grinch del amor, pero mirad lo que les ha pasado a JLo y Ben Affleck), no entrará en juego el stalkeo del perfil de la ex pareja, una práctica muy habitual que mantiene el enganche emocional, por lo que entorpece el proceso de desapego y dificulta el duelo. Si salir con alguien que no tiene redes sociales hace que haya menos conflictos en la relación, que las cosas sean más naturales y que si todo se termina, la ruptura sea más fácil, no hay duda: voy a buscar a alguien que no tenga redes. Para encontrar a esa persona, voy a abrir Instagr… Uy… ¿Cómo y dónde busco a alguien así? Send help.