Pamela Anderson vuelve a estar en el punto de mira tras reaparecer estos días en el Festival de San Sebastián con una serie de apariciones que, además de robar muchos de los titulares, parecen haber marcado una nueva etapa en su trayectoria personal y profesional. Su estilo, más comedido, ha sido toda una revelación, casi tanto como el estreno de la película que presenta en Donosti: The Last Showgirl, a las órdenes de Gia Coppola.
La cinta parece estar hecha a su medida; y es que, a sus 57 años, interpreta a una mujer que ha vivido bajo la influencia de su apariencia física durante décadas; una bailarina en el ocaso de su carrera que se enfrenta a la pérdida de su juventud. Anderson, conocida por su icónico papel en Los vigilantes de la playa en los 90, encarna un rol que nos recuerda inevitablemente a su trayectoria.
Gracias a este nuevo trabajo, la actriz aterrizaba en el norte de España para presentar el proyecto, que ha recibido muy buenas críticas. Apareció con un look total black perfecto para estos días de entretiempo, sobrio, elegante y muy cómodo. Podríamos decir que lo que más llamó nuestra atención fue su acertada decisión de prescindir de accesorios llamativos.
Ni maquillaje ni estridencias
La vimos en la alfombra roja, sin joyas ni grandes adornos (nos encantaron sus gafas de sol súper estilosas); aunque llama la atención que haya optado por llevar un doble bolso, ocultando su lujoso Hermès en negro, uno de lo más caros del mercado, dentro de un capazo de mimbre sin firma. ¿Una declaración de intenciones?
Prometió que no volvería a maquillarse y así está siendo. Su look monocromático resaltaba aún más gracias a su peinado natural, con su clásica melena rubia desenfadada y sin una gota de iluminador, pintalabios o colorete. Pero si el look elegido el primer día nos impresionó por su sobriedad, su segunda aparición fue un giro inesperado. La actriz, acostumbrada a los flashes y los estilismos que exudaban glamour y sensualidad, sorprendió con un delicado vestido de flores muy recatado lleno de frescura. Las cámaras captaban una nueva Pamela Anderson. La esencia es la de siempre, igualmente icónica, pero más cercana. Su vestido de manga larga y un aire casi bucólico, presentó a una Pamela más accesible y natural que contrasta con la imagen atrevida y sensual que muchos asocian con su época de mayor exposición mediática.
Pamela Anderson, ante una nueva era
Al margen de sus estilismos, si algo ha quedado claro con estas apariciones, es que Pamela Anderson está aquí para recordar al mundo que, a sus 57 años, sigue siendo una de las figuras más fascinantes del panorama actual, pero ahora bajo sus propios términos.
La actriz, modelo y activista canadiense, que saltó a la fama en los años 90 por su papel en la icónica serie de televisión Los vigilantes de la playa interpretando a la socorrista C.J. Parker, quiere un Oscar y no quiere parar hasta conseguirlo. “Ya dije con 25 años en Playboy que iría a por el Oscar”, ha comentado estos días durante una de las entrevistas en Donosti. Así, deja atrás su inconfundible figura e imagen sensual, sus portadas para la revista Playboy, donde consolidó su estatus de sex symbol global, y sus ajetreos amorosos.
Pamela Anderson en su último proyecto cinematográfico, que se presenta estos días en San Sebastián
En los últimos años, ha abrazado un nuevo rol como activista y defensora de los derechos de los animales y el medio ambiente, trabajando de la mano con organizaciones como PETA. Respecto a su carrera profesional, la actriz está centrada en documentales, teatro y proyectos televisivos que aborden temas más maduros, marcando una clara reinvención personal y profesional.
Sin duda, su regreso a primera fila, marcado por su papel en The Last Showgirl, se presenta como una declaración de intenciones, una nueva era. Y esto no ha hecho más que empezar.