Si la moda es un lenguaje, el lazo lavallière es una frase bien escrita. Nació en el siglo XVII, cuando una duquesa de la corte de Luis XIV lo convirtió en su seña de identidad, probablemente sin imaginar que acabaría en los armarios de primeras damas y reinas con algo más de poder que ella.
Mucho después, Yves Saint Laurent lo rescató y lo subió a las pasarelas, colgándolo del cuello de mujeres que no querían elegir entre feminidad y autoridad. Y ahora, en 2025, sigue ahí, ondeando en blusas blancas con la misma elegancia con la que en su día ondeaban las corbatas de los hombres que gobernaban el mundo.
Hay prendas que sobreviven a los siglos porque tienen una virtud clave: saben adaptarse. El lazo lavallière es una de ellas.
Funciona en una camisa de seda con aires de los setenta, en un traje sastre de inspiración masculina o en un vestido romántico que parece sacado de un cuadro de época. Lo llevan las mujeres que saben que el poder también está en los detalles, como la reina Letizia y Melania Trump.

La reina Letizia junto al presidente de Asturias, Adrián Barbón (i) y el presidente de la Federación Española de Enfermedades Raras (FEDER), Juan Carrión (d), participa en un acto organizado por FEDER con el objetivo de visibilizar la realidad de más de tres millones de personas en España, este martes en Oviedo. EFE/J.L.Cereijido.
Doña Letizia acaba de lucirlo en Oviedo, con un traje de raya diplomática de Sandro y una camisa blanca impoluta. Melania, en cambio, lo ha usado con más dramatismo. Lo convirtió en su símbolo de estilo cuando fue primera dama en la anterior legislatura y ahora repite de nuevo, con blusas de seda abrochadas hasta el último botón y lazos que se movían como banderas al caminar. Lo llevó en debates, en cenas de Estado… y esta semana ha vuelto a apostar por él para un acto en el Capitolio.
Ya sabemos que la moda tiene caprichos, pero también memoria. Y cuando algo se repite, no es casualidad. El lazo lavallière ha pasado de la corte de Versalles a la Casa Blanca, de los salones parisinos a los desfiles de Yves Saint Laurent, y de ahí al cuello de una reina que lo usa con la seguridad de quien sabe que un pequeño detalle puede cambiar por completo un conjunto.