PSICOLOGÍA

El éxito masculino seduce, el femenino intimida

Las mujeres ocupan solo el 22% de los puestos de liderazgo global y representan menos del 35% en los sectores STEM

"Armas de mujer" (Mike Nichols, 1988)

Éxito, esa a palabra que desde tiempos inmemoriales ha sido la medida de todo. De la grandeza de Imperios, del legado de los héroes y hasta del valor de las personas. ¿Pero qué significa realmente? En la Antigua Grecia, por ejemplo, éxito significaba “eudaimonia”, vivir conforme a tu propósito. Varios siglos después, en la Edad Media, el éxito simbolizaba encontrar el favor divino. En nuestros días, parece tener tantas definiciones como personas. En un mundo que glorifica la productividad y las metas alcanzadas, el éxito puede significar tener un cargo directivo, ser influyente en redes sociales o simplemente encontrar paz tras un día ajetreado.

Juan Carlos Cubeiro, uno de los mayores expertos en liderazgo y talento en España, lo define de forma reveladora: “El éxito no es tener más, es ser más”. Este coach internacional, autor de más de 50 libros y asesor de grandes líderes empresariales, nos recuerda que el éxito comienza con una profunda conexión con nuestros valores y propósito. Desde su enfoque, no se trata solo de alcanzar metas, sino de hacerlo mientras vivimos una vida auténtica y plena.

A través de los siglos, una constante permanece, la lucha por alcanzar el éxito no solo define a las sociedades, sino que también refleja sus desigualdades. En la era moderna, este espejo se vuelve más nítido cuando exploramos cómo afecta el éxito a hombres y mujeres. ¿Es realmente una vía de crecimiento y realización para ambos, o encierra trampas emocionales, expectativas desiguales y consecuencias invisibles? Detrás del brillo de las medallas y los ascensos, el éxito tiene un precio emocional, social y cultural que pocos se detienen a analizar.

La disrupción del liderazgo femenino: Economía y política del talento (Acción Empresarial)

El éxito femenino

Los números son claros, aunque las mujeres han avanzado significativamente en los últimos años, el camino hacia el éxito sigue siendo desigual. Según el Informe Global de Brecha de Género 2023 del World Economic Forum, las mujeres ocupan solo el 22% de los puestos de liderazgo global y representan menos del 35% en los sectores STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Aunque los países nórdicos lideran en igualdad de género, con tasas superiores al 40% de mujeres en posiciones de poder, otras naciones están rezagadas, perpetuando estereotipos culturales y obstáculos. Esto no solo refleja desigualdad de oportunidades, sino también la existencia de prejuicios que dificultan que las mujeres sean vistas como “legítimas” en roles de poder. Pero lo más llamativo no está en los números, según un estudio del Pew Research Center, el éxito afecta las dinámicas sociales y personales. Así, mientras que el éxito masculino suele percibirse como un activo, incrementando su atractivo en el ámbito socioemocional en un 38%, el éxito femenino tiene el efecto contrario, disminuyendo su percepción de deseabilidad en un 25%.

¿Por qué? La respuesta es cultural. Mientras que un hombre exitoso es visto como proveedor y símbolo de estabilidad, una mujer exitosa puede desafiar las normas tradicionales de género, despertando inseguridades o prejuicios en su entorno. Es el fenómeno conocido como la “curva inversa”, donde el brillo del éxito masculino se celebra, pero el de la mujer a veces se teme y es penalizado.

De este modo, cuando las mujeres alcanzan el éxito profesional, afrontan no solo retos estructurales, sino también sociales. Continuando con las estadísticas, diferentes estudios revelan que más del 50% de las mujeres exitosas en países desarrollados, entre los 40 y 50 años, son solteras o divorciadas. En comparación, los hombres en el mismo rango de edad y de éxito profesional tienen más del doble de probabilidades de mantener un matrimonio o pareja estable. Además, en un estudio realizado en Estados Unidos, se encontró que solo el 27% de las mujeres con altos cargos directivos tienen hijos, frente al 77% de sus homólogos masculinos.

Para Cubeiro, estos datos reflejan la necesidad de redefinir el éxito desde una perspectiva más humana. “La flexibilidad y la pasión son nuestras mejores herramientas para transformar las estructuras y superar barreras”, asegura. Según él, el verdadero cambio comienza con una mentalidad que celebre los logros femeninos sin someterlos a juicios restrictivos.

“Armas de mujer” (Mike Nichols, 1988)

Éxito y castigo social

Aún vivimos en una sociedad que “castiga” a las mujeres exitosas. En ellas, el éxito suele interpretarse “agresivo” o “intimidante”. Según un informe de Lean In y McKinsey, el 60% de las mujeres en altos niveles profesionales reportan haber experimentado microagresiones, actitudes machistas o rechazo en círculos sociales y laborales.

Cubeiro lo explica con claridad: “El lenguaje que usamos crea realidades. Si cambiamos cómo hablamos del éxito femenino, cambiaremos cómo lo vivimos”. Este llamado a transformar las narrativas sociales es un paso fundamental para avanzar hacia una mayor igualdad.

Curiosamente, la edad en la que las mujeres suelen visualizar los frutos de su éxito, entre los 38 y 50 años, también coincide con el momento en que estos desafíos sociales se vuelven más visibles. Para muchas, esta etapa es la cúspide de su carrera, pero también un periodo en el que se enfrentan a críticas, envidias y soledad. A menudo, el éxito profesional llega acompañado de un sentimiento de aislamiento, una especie de “penalización social” por sobresalir.

Las implicaciones no terminan ahí. Las mujeres exitosas en este tramo de edad también acusan mayores niveles de estrés y ansiedad. Según la American Psychological Association, las mujeres líderes tienen un 40% más de probabilidades de experimentar agotamiento laboral y ansiedad que los hombres en roles similares, principalmente debido a las demandas de equilibrar trabajo, vida personal y la presión de las expectativas sociales.

Una declaración de poder

A pesar de estas dificultades, cada vez más mujeres están reclamando su espacio, definiendo el éxito en sus propios términos. Cubeiro nos ofrece unas algunas claves inspiradoras para alcanzar estos retos: “El éxito es la suma de ingenio, optimismo y autoestima”. Estos elementos, según él, son fundamentales para construir una carrera y una vida que reflejen nuestro verdadero potencial.

El éxito, como concepto, debería ser inclusivo, un reflejo de esfuerzo y autenticidad, no un campo de batalla. Es hora de redefinirlo no solo como una meta profesional, sino como una experiencia integral que celebre el talento único de cada persona más allá de su identidad de género.