PERSONAJES

El amor minimalista y duradero de Brigitte y Emmanuel Macron, un ejemplo a seguir

Aquello que el presidente francés describió en Revolución, su libro de memorias, como “un amor a veces clandestino, escondido, incomprensible para muchos antes de imponerse” ha derivado en una química muy sofisticada y poco convencional

Los Macron

Una de las imágenes más destacadas de la ceremonia de reapertura de Notre Dame en París fue la de Donald Trump colocado en primera fila entre Brigitte Macron y Emmanuel Macron. La furia de Vulcano contenida entre el presidente, tan extremadamente francés en su pragmatismo, y su ministra de la Serenidad. Así es como algún articulista francés ha nombrado a esta primera dama de piel bronceada y sonrisa inmutable que hace tres décadas sulfuró a la burguesía francesa al enamorarse de su alumno Emmanuel, que tenía entonces 16 años. Ella, 40. Estaba casada y era ya madre de tres adolescentes. La mediana, compañera de pupitre de su flamante amante.

Aquella pasión que nació de un escándalo, más licencioso que el de Madame Bovary, pero con un final más afortunado, hoy es un amor maduro, tan minimalista como Brigitte, una mujer que mide meticulosamente cada detalle, cada palabra, cada gesto. Si un día puso patas arriba la vida de este hombre, hijo de médicos y codicioso en sus aspiraciones, hoy la envuelve cada día con un hermoso lazo de seda.

El amor que se profesan es una prolongación de sí mismos. A los expertos en moda les llamó la atención las piernas al descubierto de Brigitte en Notre Dame. Firme ante el frío de la noche parisina, con la cabeza erguida y sin asomo de molestia sobre unos zapatos de tacón vertiginoso. ¿Qué es la brisa del Sena para una mujer que desafía a quien todavía la castiga con saña inquisitorial? Durante horas, se mantuvo elegante, coqueta… Chic con su bolso Lady Dior. Tan acostumbrada está a los tacones que, en su viaje a Rabat en octubre, cuando tuvo que descalzarse para visitar el mausoleo de Mohammed V, caminó de puntillas, como si tuviese bajo sus plantas unos tacones invisibles. “Los pies de Barbie”, abrió hilo un usuario en las redes sociales.

El matrimonio Macron / EFE

El gesto fue un ejemplo más de su exquisitez. Ha encontrado en Nicolas Ghesquière, director creativo de las colecciones femeninas de Louis Vuitton, su mejor aliado para que su ropa se adapte como un guante a su posición de primera dama. Este estrecho vínculo estilístico es crucial en un país en el que los diseñadores se autoimponen el propósito de que sus primeras damas superen a Jackie Kennedy. Karl Lagerfeld lo intentó con Bernadette Chirac. La silueta impecable de Brigitte Macron simplifica el esfuerzo. Musa y diseñador apenas necesitan hablar para entenderse.

Por amor a Emmanuel, Brigitte entiende bien su rol de esposa presidencial. De forma natural, se sincronizan incluso estilísticamente. Aquello que Emmanuel describió en Revolución, su libro de memorias, como “un amor a veces clandestino, escondido, incomprensible para muchos antes de imponerse” ha derivado en una química muy sofisticada. Cuando Brigitte mira a Emmanuel, ve “a un prodigio, a un genio”. Cuando Emmanuel mira a Brigitte, descubre “en sus ojos un brillo especial”. El amor a Brigitte ha definido, según cuenta en el libro, su vida, su carrera y el hombre que es hoy. “La que más me importa, la que más me aporta en esta aventura única de la vida, Brigitte”, dijo a los pocos días de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2022.

El secreto de este éxito está en ese minimalismo que se despoja del ruido, de los miedos y la culpa para dejar sitio a lo esencial. Y esencial es el discreto espacio que se han reservado en el majestuoso Palacio del Elíseo, la residencia presidencial. Allí Brigitte le prepara a Emmanuel el café cada mañana. “Y desayunamos. Yo con mis arrugas, él con su frescura. Si no hubiera hecho tal elección, habría perdido mi vida”, declaró la primera dama a la revista Elle Francia. Antes de aquella decisión, ya lejana, se tomó el tiempo necesario “para no arruinar la vida” a sus tres hijos”. Curiosamente, Providence, el colegio de jesuitas de Amiens en el que se conocieron, hoy se ha convertido en lugar de peregrinación para curiosos.

Fotografía: EFE

En esa habitación propia del Elíseo, la pareja se entrega a la lectura. Brigitte retoma su vocación docente y le dice al presidente francés cómo leer entre líneas. Comparten el gusto por Rimbaud y Baudelaire, cuyos poemas podrían memorizar. De Leibniz recogen su sentido práctico de la felicidad y de Voltaire, la fragilidad de la dicha. “Mi marido, adicto al trabajo, es un caballero, un personaje de otro planeta que combina una rara inteligencia con una humanidad excepcional. Todo está en el lugar correcto en su cabeza. Es un filósofo, un actor convertido en banquero y político, un escritor que aún no ha publicado nada. Y conservo sus manuscritos”, ha declarado.

Han encontrado la fórmula para estar juntos sin molestarse. Ella le acompaña a menudo en los actos públicos y él le hace partícipe de sus ideas, pero sin necesidad de estar informada siempre de sus decisiones o de si se va a tratar un asunto u otro. Brigitte cree que, si no compartiese su agenda presidencial, nunca se verían. Cuando algún ministro le ha pedido a la primera dama su intercesión ante el presidente, ha respondido tajante: “¡Deja de atravesarme y ve a él directamente!”

“Hay resonancia magnética entre ellos”, sentencia la escritora Gaël Tchakaloff, amiga del matrimonio y autora de un libro que recoge esos pequeños detalles con los que van aliñando su amor. En público, Emmanuel la sigue cortejando. Le toma la mano y la besa de una manera poco convencional. Donde unos ven a una dama ya cuajada enamorada de un yogurín, otros perciben tiempo de cerezas, ese que siempre vuelve con alegría renovada.

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