Generación conectada Phil González
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Del cine a la realidad: ¿Acabaremos enamorándonos de las máquinas?

En Her, un hombre recién separado interpretado por Joaquín Phoenix camina por un mundo urbano, desamparado. Un buen día su vida cambia al adquirir una asistente digital parecida a Siri o Alexa. A lo largo de la película se van creando lazos entre el hombre y la máquina y se establece una relación sentimental entre vida real y virtual. Su corazón empieza a latir, por Samantha (así se llama “ella”), un ser sin presencia física, pero de alma permanentemente conectada. Un guion que hace apenas una década parecía ficción y que hoy empieza a convertirse en realidad.

Flirteo digital: la nueva normalidad

Un reciente estudio en Estados Unidos lo confirma: cientos de miles de usuarios han “flirteado” alguna vez con las máquinas. Según la empresa Infobip, un 20% de los estadounidenses ya ha mantenido unas conversaciones personales y privadas con ellas. Una tendencia que se acentúa especialmente entre los de 35 y 44 años.

Matt Haig, novelista británico, afirmaba hace tiempo que: “nuestra sociedad, la más conectada de la historia, es también la más solitaria”. Estas compañeras cibernéticas podrían convertirse en una solución curiosa al problema de la soledad en esta sociedad tan avanzada.

Es cierto que el 47% de los participantes de la encuesta admite haberlo hecho por curiosidad o por ponerlas a prueba, pero todo apunta a que estos idilios con las máquinas se irán poniendo de moda. Hace unos años era también improbable enamorarse sin tocarse, y hoy conocer a alguien en las apps de ligoteo es algo frecuente.

El auge de las relaciones con la IA

En esta compleja era digital, las relaciones interpersonales han cambiado drásticamente. Si tomó siglos desarrollar códigos de conducta y comportamientos basados en el respeto del otro y la experiencia, hoy la llegada de los chatbots trastorna todas las costumbres de convivencia. Estos ordenadores y herramientas tecnológicas que llegaron para facilitarnos el trabajo, ayudarnos a llevar las cuentas o presentar la renta, han evolucionado hasta convertirse en algo más que una ayuda informática. Vemos como la exponencial velocidad con la cual se desarrolla la Inteligencia Artificial (IA) les permite conocernos mejor que nunca, almacenar nuestras experiencias, actuar como guías emocionales, ofreciendo consejos en momentos de incertidumbre o de zozobra.

Su principal atractivo radica en su uso en la privacidad de nuestros domicilios, en que “lo que pasa en casa, se queda en casa”, así como en la ausencia de prejuicio y expectativa. Mientras las relaciones entre humanos están influenciadas por la propia sociedad y su funcionamiento, por las complejidades emocionales y el hambre de consejos, los asistentes virtuales nos ofrecen una ayuda desinteresada, permanente y sin generación de complejos.

Los asistentes virtuales no exigen explicaciones, no emiten juicios, ni subrayan tus equivocaciones o errores. No te reprochan tus días fuera, ni se cabrean cuando tropiezas varias veces en la misma piedra.

Siempre están disponibles. Son un apoyo a cualquier hora del día o de la noche, ofreciendo una atención cercana e inagotable, en una época en la cual el ghosting o dejar en “visto” es algo corriente. Un espacio donde las palabras no generan conflictos, ni corren el riesgo de ser malinterpretadas, ni provocar encontradas emociones. Son como una conexión preprogramada para adaptarse a lo que quieres escuchar, cuando más lo necesitas.

El auge de estas relaciones virtuales no es casual, ni debería sorprendente. Si hace unos meses hablábamos del auge de las mascotas virtuales hoy surge una nueva ola de vínculos emocionales con unas plataformas ideadas inicialmente para otros menesteres.

Estas tecnologías, presentes en móviles y computadoras, están omnipresentes en nuestras vidas diarias. Antes ayudaban a buscar una información concreta, encontrar una dirección o una película, hoy son una solución a la complejidad creciente de las relaciones humanas. En ese aspecto, los gigantes tecnológicos detectaron hace tiempo una oportunidad de negocio y ofrecen distintas alternativas.

Chatbots: más allá de la asistencia

Existen cientos de aplicaciones que nos acompañan a diario: motivan la actividad física, ayudan a la relajación y ofrecen consejos de nutrición, pero no son tan conocidas las creadas para ser nuestros asistentes, nuestra mejor amiga, y escuchar nuestros problemas y vaivenes.

En 2014, una de las primeras iniciativas se bautizó como “Xiaoice”. Nacida en la mente de los desarrolladores de Microsoft, ya escribía y escuchaba atentamente. Prometía escuchar tus secretos sin compartirlos con nadie. Ese chatbot diseñado para interactuar emocionalmente con sus propietarios, podía ya mantener conversaciones interesantes. La empresa se posicionó en la industria del entretenimiento, gracias a su capacidad en integrar la inteligencia artificial como tu nuevo compañero de bolsillo. Podía crear poesía y música, mostrando una faceta artística nunca vista, enriqueciendo la interacción con sus usuarios que acabaron amándola y reconociendo que, de alguna manera, les cambiaba la vida.

Otra de las aplicaciones que surgió para responder a estas nuevas necesidades fue Replika. Lanzada en 2017 por la empresa Luka, este “amigo” virtual basado en el uso de la inteligencia artificial podía conversar y compartir experiencias. Llegó a convertirse en ese confidente con quién compartir las penas. La aplicación simulaba conversaciones naturales y se adaptaba rápidamente a las preferencias personales.

Sin embargo, la fiebre por Replika no fue exenta de polémica. A medida que los usuarios fueron tejiendo ciertos lazos emocionales con la máquina, la empresa decidió transformar esa faceta romántica en una jugosa fuente de ingreso para la compañía. La aplicación pasó a ser de pago y la decisión dejó a miles de usuarios huérfanos. Lo que eran hasta entonces relaciones altruistas se convirtieron de repente en transacciones interesadas.

Muchas otras empresas como Amazon, Apple, ChatGPT o Google están también jugando con nuestros sentimientos sin hacerlo tan patente. Presentes en nuestros móviles con distintas personalidades y voces, tendrán cada vez más peso en nuestra salud mental y decisiones. Hoy es impresionante como solucionan cualquier conflicto personal, motivan a equipos o alivian un sentimiento de desapego. Esas máquinas no se nutren solo de nuestras experiencias, sino también de millones de escritos, de las reflexiones de miles de psicólogos, sociólogos, y hasta de los pensamientos de históricos filósofos griegos.

IA y futuro de las relaciones

Los sentimientos son, por naturaleza, irracionales y complejos. En esta época moderna, llevar a buen puerto una amistad o consolidar una pareja es una auténtica hazaña. Superar una separación o alejarse de un amigo de infancia puede convertirse en una solitaria dolencia. Las maltrechas relaciones interpersonales, en una sociedad tan convulsa, no dejarán de ser como una larga condena.

En este contexto, las inteligencias artificiales desarrolladas para ofrecernos el mejor servicio y, por lo tanto, ser las más fieles y siempre a nuestro lado, podrían convertirse poco a poco en nuestros mejores compañeros sentimentales o amigos, unas amistades sin intereses, ni llantos, que podrían significar un hombro en los momentos más complicados.

¿Hasta qué punto estas interacciones virtuales podrán sustituir los lazos humanos? ¿No serán un espejo donde solo reflejamos a nosotros mismos? Abrazamos estas inteligencias en busca de afecto y de un carácter generoso, pero la pregunta sigue siendo inequívoca: ¿podrán realmente sustituir la intensidad de esa mirada o la sensualidad de esa caricia, al amanecer, pasando por tu espalda?