Jack Nicholson acaba de cumplir 88 años. Lo hace despreocupado, sin echar la vista atrás para cavilar aquella vez que fue sorprendido con carmín en el cuello o esa otra en la que cambió el nombre a una de sus amantes. ¿Qué no habrá en el colorido historial amoroso de este hombre, padre de seis hijos con cinco mujeres diferentes? Su afición al turismo emocional le costó una buena tunda por parte de Anjelica Huston, con quien mantuvo una relación de 17 años.
“¡Soy un travieso! Soy un pillo. No lo niego. Me quiero a mí mismo”, trató de justificarse. Un pillo torpe, añadiríamos después de conocer algunas anécdotas que contó la actriz en sus memorias Watch Me. Sus romances eran tan fugaces que ni tiempo tenían las amantes de recoger su ropa interior. La pobre Anjelica se iba encontrando con todo tipo de souvenirs en el campo de batalla. Un día era una crema de manos; el siguiente, una joya olvidada en la jabonera. Llegó incluso a toparse con alguna pieza de su armario en plena calle.

Estas cosas pasan en Hollywood y en la casa de enfrente (por no mencionar la propia). ¿Recordamos qué ocurría en la nevera de la exclusiva mansión de Esplugues de Llobregat mientras Shakira se iba de gira? La artista descubrió que el bote de mermelada, que solo ella consumía, se vaciaba en su ausencia. Poco después llegó el descargo musical, BZRP Music Sessions #53, contra Gerard Piqué y su nueva pareja, Clara Chía. La canción recibió millones de visualizaciones en unas horas.
La anécdota de la mermelada pasó luego a leyenda urbana, pero es suficiente para ir precavidos y saber que hay amantes que, antes de abandonar el territorio, dejan plantada bandera. Puede que ni siquiera sea deliberado, como ocurre con el perfume que queda impregnado en la ropa incluso después de lavada. Nadie contará los secretos de una manera más convincente. La cantidad de narices que podría tener la sumillería española si aprovechase los asuntos de alcobas.
Otro clásico son los pelos. Marilyn Monroe aprendió a clasificar las diferentes tonalidades de rubio en su único año de matrimonio con el jugador de beisbol Joe DiMaggio. En este caso, según la rumorología de la época, la actriz se encontraba las señales de la traición en su propia almohada. También le pasó a Sandra Bullock en su relación con Jesse James, aunque en su caso el catálogo era más amplio: ropa interior, mensajes impresos, objetos personales y detalles más escabrosos que marcaron el final de su matrimonio. Él se excusó alegando una adicción al sexo.

Hace unos meses conocí a un detective privado, miembro de Cuarzo Detectives, que se hace se hace llamar TIP 1293. Después de 25 años de profesión, dice que podría identificar al infiel a leguas. Me contó que los infieles, hombres y mujeres, usan los mismos códigos y también repiten idénticas expresiones cuando se ven sorprendidas. Confirma que las redes sociales y las diferentes plataformas de citas han propiciado un claro aumento en el número de infieles, sobre todo en la población femenina.
No hace falta ser Sherlock Holmes para descubrirlo. “Hay señales que parecen lugares comunes, pero son universales. El infiel o la infiel se cuida más, cambia de perfume, compra ropa juvenil que ni siquiera sabe combinar, aparece con un corte nuevo de pelo, busca excusas para salir, se le presenta un viaje inesperado, tartamudea si se le pide explicación…”. Sobre todo, el móvil. “Pasa a ser su nuevo órgano vital”.
Si se le descubre, las respuestas universalmente más repetidas son dos: “Estás loco (o loca)” o “Deja que te explique”. Por eso, la petición que le llega con más frecuencia a TIP 1293 es pillar al sospecho “in fraganti”, de manera que no haya un resquicio de duda. Antes de llegar a este punto, advierte que, si todo el mundo pudiese acceder al historial informático de sus parejas, nos podríamos quedar pasmados.

Mejor esquivaremos la tentación. Por otra parte, siempre se ha hablado de la intuición femenina como esa aguda percepción de los pequeños detalles que levantan nuestra sospecha. La neurociencia ha encontrado un componente biológico (relacionado con la menor exposición prenatal a la testosterona en el vientre materno) que nos predispone a ser más perceptivas. Digamos que gozamos de una inteligencia emocional extra que, aplicada a asuntos domésticos, nos permite presentir o adivinar si alguien ha dormido en nuestra cama o ha abierto nuestra nevera, sin necesidad de que exista una mancha visible.
El hogar se vuelve cómplice y, de la mano de nuestra intuición, nos lleva a un aroma diferente, o a una ausencia mínima, aunque sea en el tarro de la mermelada. Ahí la verdad se vuelve irrebatible. Cualquiera que sea la fuente, los datos de infidelidad en España son demoledores. El 34%, según Ipsos. Uno de cada tres, dice el portal Statista. Uno de los cinco países europeos con la tasa más alta, advierte Gleeden. La brecha de género se va reduciendo cada vez más. ¿Motivos? Falta de pasión en la relación actual, necesidad de sentirse deseado, aburrimiento, venganza o simple atracción físico o sexual, sin ninguna implicación emocional.
Y sí, aunque suene a tópico cansino, el hombre es más desastroso. Más que la culpa, le delata su poca cautela.